EE.UU. Un sistema electoral conflictivo y anacrónico
9 de noviembre de 2020
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Las recién celebradas elecciones presidenciales en Estados Unidos pusieron en evidencia una vez más –pero en esta ocasión con mayor fuerza– el carácter conflictivo y anacrónico del peculiar sistema electoral que rige en el país imperialista desde hace más de dos siglos, cuando fue concebido por los llamados “padres fundadores”.
Curiosamente, se trata del mismo sistema que los diferentes gobiernos imperialistas surgidos de esos procesos, tratan de imponer al resto del planeta que se niega a aceptarlo y a los países que en uso de sus legítimos derechos soberanos optan por otros, considerados más democráticos y ajustados a sus necesidades, aspiraciones y realidades.
Lo que acaba de ocurrir en Estados Unidos –aún pendiente del desenlace final– muestra al mundo los resultados del costoso carnaval que esta vez ascendió a casi 15 mil millones de dólares y hasta el momento no se han traducido en una mejoría sustancial para la propia ciudadanía estadounidense que, de una forma u otra, aporta con sus ingresos a tal montaje.
Ahora resulta que el candidato derrotado, Donald Trump, alega histéricamente fraude en su contra, amenaza con reclamaciones judiciales y ataca al sistema electoral. Nada de eso hizo en 2016 cuando los resultados le favorecieron, lo cual confirma otra vez su característica de oportunista y farsante,
Las circunstancias trágicas e inéditas que envuelven al otrora brillante Imperio contribuyeron esta vez a una polarización política y social sin precedentes, enrareciendo el ambiente y poniéndolo al borde de la violencia generalizada, teniendo como telón de fondo el epicentro mundial de la COVID 19, la brutalidad policial llegando al crimen, la decadencia económica y el aislamiento internacional, al punto de chocar sucesivamente con aliados y socios que hoy le dan la espalda.
Ese escandaloso balance del mandato trumpista posibilitó sin dudas el triunfo electoral de su rival presidencial, Joe Biden, aún cuando el balance de poder, en lo fundamental, no presenta dramáticos cambios pues el Senado y la Corte Suprema de Justicia prevalecen en manos del pensamiento más conservador mientras la rama Ejecutiva y la Cámara de Representantes le hacen contrapeso.
El candidato ganador ha prometido, sin embargo, revisiones y reformas que –según se predice– no le serán fáciles de implantar ante una oposición envalentonada que aún conserva posiciones estratégicas dentro de la estructura imperial.
No es fácil avizorar desde este momento el resultado de esas contradicciones en el seno del Imperio, pues mucho dependerá de cómo en definitiva será el alineamiento de las élites de poder económico, las que finalmente deciden en ese país las prioridades y los rumbos a seguir, trascendiendo a los partidos y a los hombres.
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