EE.UU.: Brutalidad y racismo ascendente
28 de mayo de 2016
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Cuando el ex presidente James Carter advirtió hace unos días que el problema del racismo está muy lejos de ser resuelto en Estados Unidos, aludía asimismo a la intensificación de la brutalidad policial contra la población no blanca.
El racismo en Estados Unidos se ha manifestado principalmente entre los blancos anglosajones y estadounidenses de nacimiento contra los afroamericanos, y más recientemente contra chinos, japoneses, latinoamericanos, judíos y musulmanes.
El hecho ocurre en plena campaña electoral por la presidencia y en el final del segundo mandato del primer mandatario negro de Estados Unidos, Barack Obama, atacado desde todos los ángulos y hasta sindicado de comunista por la reacción, para mayor desatino.
Cuando Obama ganó las elecciones presidenciales en Estados Unidos en noviembre del 2008, muchas personas albergaron la esperanza de que por fin se acabaría el sufrimiento provocado por el racismo y todos los ciudadanos estadounidenses podrían ejercer sus derechos en igualdad de condiciones.
Pero ya en el ocaso del mandato presidencial encuestas revelan que más del 70% de los negros consideran que este flagelo no solo sigue siendo un problema en EE.UU., sino que se ha agravado, y los continuados asesinatos de jóvenes negros que no portaban armas por la policíaasí lo demuestran.
Solo un establishment controladopor la oligarquía multimillonaria que no solo domina en el país, sino en el mundo, lleva un control para que nadie se salga del cauce, y, aunque levanta un velo que pretende ser democrático ante disímiles situaciones, da luz verde a elementos que pretenden alzar vallas electrificadas en la frontera con México y, para colmo, permite que vuelvan a surgir indicios del regreso de los métodos del Ku Klux Klan en el pasado siglo.
Y aunque la agenda muestra que predomina la discusión del racismo contra los negros, no hay que olvidar que el caso del exterminio masivo de amerindios y la discriminación contra otros americanos de origen japonés, mexicano-estadounidenses, y otros grupos humanos tiende a “invisibilizarse”.
Más aún, el tema de la inmigración ilegal esta profundamente ligado a la cuestión racial y nacional como se ha visto en la frontera con México.
Esto no es nada nuevo, pero hay que recordar que este racismo está intrínseco en la cultura del país norteño, donde se siguió al pie de la letra, desde la llegada de los famosos “peregrinos”, los textos seudorreligiosos que ya denotaban racismo, al presentarlo en prácticas y acciones que reflejan que la humanidad esta dividida en distintos grupos biológicos llamados razas y que los miembros de una, la blanca, comparten ciertos atributos que los hace superiores.
Es más, el racismo europeo recurrió a la ciencia y en especial a la biología para justificar la superioridad de los propios europeos, o de algunas de sus etnias (germanos, anglosajones, celtas, etc.) sobre el resto de los seres humanos, así como la necesidad de que éstos fueran gobernados por aquellos.
Este modelo de racismo seudocientífico fue luego repetido también en algunos países extraeuropeos como Estados Unidos para imponer el dominio anglosajón; Japón para colonizar Corea, China y otros pueblos del sudeste asiático; Australia para impedir la inmigración asiática, y en América Latina con las políticas implementadas para “reducir el factor negro”, a través del mestizaje y otros mecanismos de “limpieza” étnica.
Pero el “modelo” norteamericano sobresale no solo por ser de larga data, sino por su extensión y permanencia, que aún golpea a quienes considera “seres inferiores”. Lamentablemente, nada se ha resuelto y sigue vigente aquella advertencia del físico Albert Einstein, al expresar que en EE.UU. “el sentido de igualdad y dignidad humana es un privilegio solo para personas de piel blanca”.
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