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Ébola, Fort Detrick y el atentado a la salud

18 de agosto de 2014

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Como corsarios que tenían patente colonialista para asaltar y saquear, las farmacéuticas de los países desarrollados capitalistas aprovechan los problemas de salud del mundo para llenar sus arcas y pagan extrajudicialmente a aquellos que han sufrido y/o pueden demostrar la nocividad de sus medicamentos.
Cada vez que hay un brote o una pandemia surge la interrogante de cómo esos monopolios aprovecharán tal mal a su favor.
Hoy, el brote del Ébola aun está fuera de control, y se extiende por Guinea, Sierra Leona, Liberia y Nigeria, con miles de casos y un por ciento enorme de muertes. La Organización Mundial de la Salud (OMS), trabaja junto a otros organismos (CDC, MSF, UNICEF, IFRC, Instituto Pasteur de Dakar, Save the Children, Plan Guinea y otros) para contenerlo, en un esfuerzo indudablemente meritorio.
El origen del brote es desconocido, como ha ocurrido en todos los casos anteriores, pero se sabe que el virus Ébola está relacionado con el contacto con animales infectados, muertos o vivos. Se sospecha que tres especies de murciélagos de la fruta son sus huéspedes naturales.
La llamada fiebre hemorrágica del Ébola se caracteriza por la aparición súbita de fiebre, debilidad intensa y dolor de músculos, cabeza y garganta, asociada a vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática y, en algunos casos, hemorragias internas y externas.
En 1967 se produjo en Europa un brote de un virus similar, el virus Marburgo, cuando un cargamento de chimpancés de Uganda extendió la fiebre hemorrágica por las ciudades alemanas de Francfort y Marburgo, y la capital serbia, Belgrado, causando 31 víctimas.
Aunque no hay un remedio para este mal, ya apareció una vacuna de procedencia canadiense que ha sido enviada a las zonas africanas afectadas, en carácter de prueba.
Pero antes, el 4 de agosto, CNN informó que las autoridades estadounidenses ofrecían un tratamiento no probado en humanos para curar el Ébola, así como que el medicamento ya había sido administrado al doctor estadounidense Kent Brantly, afectado por esta enfermedad en África, y que los efectos en el paciente habían sido “milagrosos”.

 

APARECE FORT DETRICK
Luego se pudo conocer que el medicamento era desarrollado por la compañía biotecnológica con sede en San Diego, EE.UU., llamada Mapp Biopharmaceutica, cuyo equipo científico trabaja con el ejército estadounidense en Fort Detrick, Maryland, y que hace un año inoculó el virus del Ébola a un grupo de monos.
No es la primera vez que mencionamos, siempre negativamente, a Fort Detrick, un centro de investigación biológica y de desarrollo de armas químicas que desde hace más de 50 años se dedica a detectar enfermedades mediante una “manipulada ingeniería de la infección”.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Fort Detrick emprendió una intensa investigación sobre guerra biológica que estuvo supervisada por George Merck, un gran aliado de Hítler y presidente de una de las mayores industrias farmacéuticas de Estados Unidos.
Y es que una de las tantas cosas que copió el gobierno estadounidense del nazismo fue su programa de guerra biológica que se aplicó durante el Tercer Reich. A través de la Operación Paperclip, los servicios de inteligencia y militares norteamericanos llevaron de forma secreta a EE.UU. a unos 700 científicos nazis para extraer de ellos todos sus secretos en armas químicas y experimentación médica.
Fue así como en 1946 el Gobierno de Harry Truman reclutó los principales científicos que trabajaron para Hitler. Una de las principales fichas nazis fue Eric Troub responsable de la sección de armamento biológico del Tercer Reich. Este experto en enfermedades víricas llegó a EE.UU. en 1949 y desde entonces empezó a trabajar en la Marina de Estados Unidos, donde empezó a investigar las 40 cepas más virulentas del mundo, además de brindar asesoría a miembros de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y a los llamados bioguerreros del Fort Detrick.
Se sospecha que desde Fort Detrick se inocularon virus como el VIH, Ébola, la peste bubónica, Antrax y del Nilo Occidental.
En los años 70, cambió su nombre por el de Instalaciones Frederick para Investigación sobre el Cáncer, que es supervisado por el Departamento de Defensa, el Departamento de Seguridad Interna, la CIA y el Instituto Nacional del Cáncer.
En Maryland más de 500 familias afectadas con cáncer sospechan que la causa de su enfermedad se debe a los experimentos químicos que hace el Cuartel Detrick cerca de sus viviendas.
En el 2011, el ex presidente de Guatemala, Álvaro Colom, denunció que Estados Unidos inoculó enfermedades venéreas en 696 guatemaltecos. Ante semejante escándalo, lo único que dijo Estados Unidos fue “discúlpenos”.
Pero Guatemala no fue el único país víctima de estas aberraciones científicas de EE.UU., porque es larga la lista de crímenes de lesa humanidad que ha cometido esa nación en su guerra biológica, cuestión que vale la pena recordar y profundizar en un futuro cercano.

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