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Difícil empeño

4 de abril de 2016

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La creciente violencia delincuencial en Centroamérica sigue cobrando vidas jóvenes y otras muchas que nada tienen que ver con lo ocurrido –“daños colaterales”–, para lo cual hay que destacar la decisión del gobierno salvadoreño de enfrentar este grave problema, para el cual nadie ha transitado por el camino correcto.
En el caso de El Salvador el empeño es aún más difícil, porque la oposición de extrema derecha, representado por el influyente y adinerado partido ARENA, siempre se caracterizó por la brutal represión a esa juventud, sin brindarleun ápice de apoyo, y por el otro lado, trata de utilizarla como instrumento de represión.
Se sabe que la situación no es fácil, porque se vive en una región donde el neoliberalismo predomina sobre cualquier otra forma económica, incluyendo un capitalismo menos salvaje.
En cuanto al presidente Salvador Sánchez Cerén, conocido por su probidad y valentía en su etapa guerrillera, se ha propuesto redoblar la vigilancia y mantener mano dura con los delincuentes –conociendo que políticos opositores los apadrinan– pero, al mismo tiempo, lleva a cabo una política educativa que hasta ahora ha brillado por su ausencia oha sido inefectiva cuando algún ente la ha tenido en cuenta.
La situación es particularmente angustiosa en Guatemala, Honduras y El Salvador, de donde son originarios esos grupos, denominados maras.
Precisamente, Sánchez Cerén está empeñado en el desarrollo integral de la población en los sectores más golpeados, lo cual es indispensable para evitar la propagación de los maras, quienes son manipulados por elementos criminales que han ocupado cargos principales en gobiernos, como ha pasado en Guatemala y hasta unos años en El Salvador, siempre al servicio de la oligarquía.
Por lo pronto, Sánchez Cerén trata de poner en práctica un sistema penitenciario que ofrezca una verdadera rehabilitación y respete los derechos humanos, con el fin de evitar la reincidencia.
La cuestión es darle un futuro a la niñez y la adolescencia, principalmente en las periferias, porque si noson víctimas de la hambrina, lo son de la limpieza social o el crimen organizado
Veamos lo que está pasandoahora enColombia, donde no hay maras, pero si paramilitares que actúan como tal y es el gran peligro para llegar a la paz.
En la mayoría de los textos sobre este fenómeno se trata el tema conuna postura clasista que discrimina por su condición social a losjóvenes de los barrios marginales.
O sea, se actúa sin objetividad alguna, olvidando que la violencia y crueldad con que actuaron los gobernantes en el conflicto interno que vivieron Guatemala, Honduras y El Salvador empeoraron la situación, como señaló acertadamente la poetisa y escritora guatemalteca Ilka Oliva Corado, cuando recuerda que “las maras nacen de la discriminación con que trata el sistema a la infancia y adolescencia de arrabal, son marginadas por la sociedad clasista y racista, son el escombro de un sistema de castas”.
Así, se le niega toda oportunidad de desarrollo, el acceso a la educación formal, a una alimentación balanceada y a áreas recreacionales. Por ello, Sánchez Cerén aspira a fortalecer y mejorar el sistema de seguridad, con elementos capaces en el tratamiento a civiles, así como a la integralidad en la atención a la niñez la juventud.
El Presidente salvadoreño ha tenido en cuenta que quienes propagan las drogas en las periferias son las verdaderas bandas delictivas, que tienen el apoyo de algunos entes infiltrados en el poder oficial y que colaboran en la criminalización de los maras.
Cárceles centroamericanas han sido escenarios de violentos altercados entre diversas bandas, con un alto saldo de víctimas humanas y destrucción.
A ello contribuye que en los centros de detención se violan lo que se denominan Las Reglas Mínimas para el Tratamiento de Reclusos de la ONU, porque esas cárceles no están diseñadas de acuerdo a ciertas especificaciones para optimizar la rehabilitación de los reclusos.
En el papel se habla de programas de yoga y meditación, porque promueven la salud, el desarrollo de la personalidad, y la mejora de la conducta. Así, subrayo, se reduce la reincidencia.
Pero en Centroamérica no se cuenta con los espacios físicos ni los recursos materiales y se vive con una sobrepoblación de reclusos, muchos de los cuales son obligados a participar en operaciones delictivas de las que son cómplices las autoridades carcelarias.
Las órdenes de secuestro salen desde las cárceles de gente que cuenta con todos los recursos para delinquir desde la impunidad.
O sea, esto es el pan de cada día en las naciones centroamericanas de Honduras, Guatemala y El Salvador, donde el actual gobierno se ha propuesto el difícil empeño de que cada vida sea única e invaluable.

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