Desunión que se vende
30 de octubre de 2015
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A poco días de las elecciones este noviembre en Burkina Faso, el movimiento ciudadano Le Balai Citoyen aseguró que vender la idea de país dividido a la comunidad internacional “da la espalda a todo lo que el pueblo ha construido desde que en octubre del pasado año lograra volcar 27 años del régimen dictatorial de Blaise Compaoré”.
Precisamente, estos comicios fueron impuestos por Estados Unidos y la Unión Europea para elegir “democráticamente” al primer gobierno constitucional después del golpe de Estado que depuso a Compaoré, con el fin de evitar la formación de cualquier ente revolucionario en una generación que solo conoció el mandato del dictador, que dejó a su país sumido en el hambre y el analfabetismo.
Poca información, a veces confusa, llega de este país africano, que ocupa el lugar siete entre las naciones más pobres del mundo.
Casi 75% de los 17 millones de habitantes en la pobreza y más del 87% de analfabetismo fue la herencia que dejó la gobernanza de Compaoré, quien llegó al poder mediante un golpe de Estado y tuvo que dejarlo por otro, también del ejército, para evitar que la indignada población lo depusiera por su cuenta y diera un sesgo diferente a la situación.
El intento de Compaoré de reformar el artículo 37 de la Constitución que le impedía presentarse por quinta vez a las elecciones presidenciales y concurrir de nuevo a las del 2015, causó una ola inédita de manifestaciones ciudadanas que le obligaron a dimitir y abandonar el país.
De ahí que Occidente –que nunca tuvo reproche alguno a Compaoré- empleara a representantes de Naciones Unidas, la Unión Africana y la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental para que evitara que el hambreado país se saliera del triste cauce que se le ha dado.
Así, fue empleado el ejército regular para desarmar a los golpistas del Régiment de Sécurité Présidentielle (RSP), quienes habían depuesto al gobierno de transición que siguió a la caída de Compaoré, además de ser utilizada la influencia de Mogho Naaba, el rey de los Mossi, el principal grupo étnico del país.
“El golpe ha fracasado porque nadie en Burkina ha aceptado este golpe de Estado, ni siquiera el resto del ejército”, afirmó monseñor Paul Ouédraogo, arzobispo de Bobo-Dioulasso y presidente de la Conferencia Episcopal de Burkina Faso y Níger, en una entrevista con el diario L’Observateur Paalga.
“El RSP se ha aislado”, agregó, recordando que después del levantamiento popular del 30/31 de octubre del pasado año, el Jefe del Estado Mayor siempre aseguró que el ejército “no interferirá en la vida política, sino que solo garantizara la seguridad de la población y la integridad del territorio nacional. El golpe ha fracasado de este modo por la reacción de la población y del resto del ejército que ha permanecido leal a las instituciones legítimas”.
El también Presidente de la Comisión para la Reconciliación Nacional señaló el papel positivo desempeñado en la resolución de la crisis por la “comunidad musulmana, protestante y católica, que tiene por costumbre consultarse entre sí, actuando como fuerza moral junto con los líderes tradicionales reunidos alrededor de Mogho Naaba”.
Votar con tanta miseria no es fácil, y más cuando sería una sorpresa algún cambio en esta abandonada nación.
Para conocer más
La República de Burkina Faso (Patria de Hombres Íntegros), antes conocida como Alto Volta, es un país de África Occidental que limita con Mali, Níger, Costa de Marfil, Ghana, Togo y Benín. Su capital es Uagadugú y fue colonia de Francia hasta el 5 de agosto de 1960.
Cerca de un 60% de los 17 millones de habitantes de Burkina Faso tiene menos de 25 años, lo que significa que no conoció a otro gobernante que Blaise Compaoré, en el poder a fines de los 80. Burkina Faso vive exclusivamente de la agricultura.
Compaoré modificó la Constitución dos veces (en 1997 y 2000) para permanecer en el poder. Asimismo, como apuntábamos antes, tenía previsto cambiar de nuevo la Carta Magna, a fin de quedarse más allá del 2015.
En respuesta, una masiva ola de protestas, bajo el lema “27 años son suficientes”, desató el caos en el país africano y en 24 horas, el ejército tomó las riendas del país para evitar la organización de los manifestantes, en su inmensa mayoría jóvenes, e impedir “males mayores”, como la supuesta división del país, todo un pretexto.
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