Desinformación al servicio del Imperio
16 de agosto de 2013
|Rusia ha tenido que salir varias veces a desmentir noticias de la prensa occidental acerca de que grandes negocios con Arabia Saudita le harían abandonar su apoyo a Siria en la agresión que el imperialismo realiza contra el pueblo del país árabe, mediante una oposición armada, integrada en gran medida por mercenarios y fundamentalistas que protagonizan una lucha sectaria.
Tal desinformación habla sobre una generosa dádiva de Riad para comprar la voluntad rusa y propagandiza sobre la afirmación de Estados Unidos de que buscará una salida política al problema sirio, pero reduce al mínimo la información de que el Pentágono y sus aliados intensifican el envío de armas a mercenarios y miembros de grupos a los que Washington les ha endilgado el calificativo de terroristas.
Pero nada de extraño hay en todo esto. Cada día del año los monopolios de la comunicación construyen hojas mediáticas, matrices de opinión y megamentiras para embotar la mente de los pueblos y, en el caso de Latinoamérica, tergiversar la labor de líderes como Cristina Fernández de Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega, Raúl Castro y Nicolás Maduro, entre otros, como antes lo hicieron con Hugo Chávez y Fidel Castro.
No por reiterativo no es ocioso y sí importante recordar que el poeta chileno Pablo Neruda advirtió que “monopolizar cobre es malo. Monopolizar petróleo, café, barcos, trigo, peor. Monopolizar noticias es crimen”.
En el mundo de hoy, la desinformación está siendo controlada por intereses tan oscuros como los que movieron al magnate de la prensa neoyorquina William Randolph Hearst a llevar a cabo una campaña sensacionalista en The Journal para provocar la intervención norteamericana en Cuba y la guerra imperialista contra España en 1898.
Al llegar al poder el presidente George W. Bush, los monopolios de la información podían controlar por ley cada uno hasta el 35% de los medios de televisión en Estados Unido; poco después, con las medidas promovidas por la Comisión Federal de Comunicaciones, llegaron a tener el 39%.
Hoy con la administración de Barack Obama esos números no difieren mucho, además de que el comprobado espionaje sobre la ciudadanía estadounidense y gran parte del mundo facilita y hace más peligrosa hasta la verdad manipulada.
Muy pocas personas tienen demasiado, aseveró el intelectual norteamericano Ben Bagdikian, quien alertó que un pequeño número de corporaciones privadas ejercen un control sin precedentes de la información al público:
“De los 1 500 diarios en Estados Unidos, el 99% es el único de sus ciudades. No debemos ver las cuestiones estadísticas como simples asuntos financieros. Se está en posesión de un poder para cercar a cada hombre, mujer y niño con imágenes y palabras controladas para ‘socializar’ cada nueva generación de norteamericanos, para alterar la agenda política del país”.
Con censura, autocensura y omisiones, los estadounidenses no llegan a conocer hasta mucho después temas de interés nacional e internacional, porque algunas corporaciones temieron ver comprometidos sus intereses.
Y es que cada vez que una sociedad impulsada por líderes más justos, desea cambiar hacia doctrinas políticas más humanas, equitativas o equilibradas, orientadas a favorecer al desposeído económico de los sectores sociales excluidos, los portentosos del imperio financiero e industrial, utilizan todos los medios publicitarios para mentir y engañar a la ciudadanía, con el propósito de destruir al enemigo político ideológico.
De esta forma, logran invadir países a través de la humillación, la manipulación, el chantaje, el ultraje, el saqueo, el secuestro, la hostigación, el saboteo, la tortura y el asesinato al pueblo opositor y que utilizan como carne de cañón para que le hagan el “trabajo sucio- Es decir, toda una desinformación al servicio del Imperio.
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