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Derechos y humanos ¿?

10 de diciembre de 2018

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Una mañana pasada por agua la de este lunes 10 de diciembre en La Habana. Busco noticias, como cada día, y entre muchas hay una que me hace recordar que precisamente hoy se cumplen 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Ambas palabras, por sí solas, causan estupor y por eso en el título de este comentario las pongo entre signos de interrogación.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos es un documento que marca un hito en la historia. Y me salta la primera duda: ¿será tan así?

Leo, y en el “preámbulo” se dice textualmente: la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. Exclamo entonces ¡Ojalá y fuera así!

Pero me desanima saber que 70 años después, todavía hoy es una cuenta pendiente lo de “… es la aspiración más elevada del hombre en un mundo donde los seres humanos, liberados de temor y de miseria, disfruten de la libertad de palabra y de creencia”.

Me vienen a la mente entonces los miles de ciudadanos que por tener o aparentar facciones árabes, fueron muertos o llevados a misteriosas cárceles creadas por Estados Unidos, y allí recibieron las más novedosas y crueles torturas.

Agregaría en este punto que la citada “Declaración” reafirma su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de las personas, en la igualdad de derechos, resueltos a promover el progreso social y elevar el nivel de vida dentro del concepto más amplio de la libertad.

Pienso entonces en los muchos ejemplos de cómo nada de esto se cumple en el mundo de nuestros días.

Reflexiono sobre el derecho humanos de los niños palestinos asesinados por el ejército israelí, con armas y apoyo total de los gobiernos de Estados Unidos.

Cómo no pensar en las madres y abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina, que todavía hoy reclaman a Dios conocer el paradero de sus familiares o descendientes, que la dictadura hizo desaparecer o asesinó. O los miles de muertos por la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, países donde muchos de esos criminales nunca han sido llevados a la justicia y se pasean por las calles con plena libertad.

Me saltan a la mente muchas interrogantes: ¿Cuáles son los derechos humanos de los millones de niños africanos que mueren por falta de alimentos o medicinas? ¿Por qué cientos de miles se lanzan al Mediterráneo en busca de una vida nueva, que para buena parte de ellos termina en una muerte segura en el fondo del mar o la confinación dentro de reducidos e inhóspitos espacios cercados con alambre de púas?

En esta visión del mundo contemporáneo me acerco a lo que sucede hoy y desde hace muchos años con los emigrantes centroamericanos que quieren llegar a Estados Unidos, huyendo del hambre y la violencia que los azota en sus países.

El Artículo número 1 de la citada Declaración de los Derechos Humanos, refiere textualmente: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Y el Artículo número 2 asegura: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición…”

Sigo la lectura y llego al Artículo 5: Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Me doy cuenta que aborda uno de los puntos donde la mentira se ha impuesto, donde se incumple por los mayores violadores, los gobiernos de Washington, los mismos que quieren imponer su patrón de derechos humanos para medir y sancionar a los demás.

Por último, llego a este fin de semana, allí, en la cuna imperial de Washington, un grupo de mercenarios, de los llamados cubanoamericanos, convocados por el despreciable personaje Luis Almagro, al frente de la desprestigiada OEA, se esfuerzan por difamar a Cuba, con “inventos bien pagados”, con boletos de avión, comidas y hasta otros motivitos con regalos de fin de año y todo. Es el precio que paga el imperio a quienes, como mercenarios, son capaces de pedir más bloqueo, más sanciones, más intervenciones estadounidenses en la Isla y en otros países que como el nuestro, que encaminan su trabajo a favor del bienestar social de las capas más marginadas por el sistema capitalista y neoliberal que ha imperado e impera en muchas de nuestras naciones.

Ojalá no haya que esperar 70 años más para que el mundo pueda hablar de derechos humanos, sin sentir la vergüenza de saber que estos no pasan de ser buenas intenciones pasmadas en un papel y manipuladas por sus mayores detractores y violadores.

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