DemokraCIA USA
20 de septiembre de 2022
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El personaje que interpreta el buen artista Antonio Fagundes en la telenovela brasileña que mantiene regularmente Cubavisión, Suerte de Vivir, expresa categóricamente que lo más imperdonable es que se quemen libros, toda una puñalada a la cultura, tal como hacían los nazis cuando tomaron el poder en Alemania, y que ahora está ocurriendo en la llamada democracia norteamericana, donde, de la mantenida censura a los medios de comunicación, se ha pasado a la incineración de manuales para evitar que en las escuelas se lea sobre racismo, sexualidad y diversidad, “porque, dicen, dividen a la sociedad”.
Ya no imperan aquellos días de periodistas que se enfrentaban a la campaña de miedo implantada por la Agencia Central de Inteligencia y el senador Joseph McCarthy para perseguir a lo que oliera a comunismo, que tronchaba trabajo, carrera y hasta la vida.
Ahora, amigos, tras malinterpretar intencionadamente una Segunda Enmienda de la Constitución en aras del negocio de las armas, pisotean alevosamente una Primera que dice asegurar la libertad de expresión para, por ejemplo, evitar que se conozca toda la verdad acerca de los atentados del 11 de septiembre del 2001 a las Torres Gemelas neoyorquinas y el Pentágono, o sobre la agresión y virtual destrucción de Iraq, basada en la falsa información de la posesión por Bagdad del arma atómica.
Todo contó con la complicidad de los medios de prensa norteamericanos en su totalidad, comenzando por los “objetivos” The New York Times y The Washngton Post, que hacían el papel de antagónicos del presidente en ese entonces, George W. Bush.
Relata la investigadora y periodista mexicana Cecilia González que Greg Locke, un pastor de Tennessee, quemó los libros de Harry Potter y Crepúsculo, porque “son influencias demoníacas”, para publicitar su campaña contra “la brujería y las cosas malditas”.
Asimismo, el Consejo Escolar del condado de McMinn, también en Tennessee, prohibió Maus, relato de un superviviente, una novela gráfica ganadora del Premio Pulitzer en la que el historietista Art Spiegelman cuenta con singulares y potentes imágenes la historia de su padre, quien fue víctima del Holocausto.
PICA Y SE EXTIENDE
Podrían resultar anécdotas aisladas de uno de los tantos estados conservadores que hay en EE.UU., pero no, las campañas para retirar obras literarias de escuelas se propagaron por todo el país, y en algunos casos la censura ya llegó al Poder Legislativo, porque es promovida por congresistas locales y, por supuesto, republicanos, y no dudo que en ello esté involucrado el sujeto lamentablemente de origen cubano Ted Cruz.
PEN América, una centenaria organización no gubernamental que defiende la libertad de expresión con eje en la literatura y los derechos humanos, advierte que, desde enero del 2021 se presentaron 156 proyectos de ley en 39 estados para limitar en escuelas de educación básica, media y superior públicas y privadas la actuación de los docentes en los ya citados temas de raza, racismo, género y sexualidad. Si abordan el comunismo, marxismo o socialismo, tienen que advertir que son “un peligro”. ¿Enseñar sobre la esclavitud, cuestionar las políticas supremacistas todavía vigentes? ¿Para qué?
Las reformas censoras ya fueron aprobadas en diez estados, pero siguen avanzando en el resto del país. La situación se agrava porque, en varios casos, las legislaciones propuestas o aprobadas contemplan sanciones para los maestros y los centros educativos.
Y no sólo eso. También exigen que las escuelas publiquen los títulos y autores de todos los materiales curriculares en un sitio web de acceso libre, ya que eso les permitirá a los padres y a las madres excluir a sus hijos de lecturas, tareas y clases que consideren inadecuadas. La meta es, directamente, sacar esa bibliografía de las instituciones educativas.
Los caminos de la censura son variados. En noviembre del año pasado, el gobernador de Texas, Greg Abbott, ordenó la imposición de “estándares estatales contra la pornografía” y “contenido obsceno” en las escuelas públicas. Como ejemplo, citó (defenestró) los libros Genero queer: una memoria, de Maia Kobabe, y En la casa de los sueños, una obra de Carmen María Machado que aborda relaciones abusivas entre personas del mismo sexo.
Ambos libros han sido multipremiados, de la misma forma que muchos otros títulos que están acosados por la prohibición. Y por las llamas, porque los objetores ansían mandarlos a la hoguera, al igual que a sus autores.
Mucho hay que decir sobre este y otros temas, pero no debe extrañar si se conoce la historia de un país que sigue alardeando que es el mejor del mundo, y que trata de esconder la pobreza, el clasismo, la desigualdad, el racismo, la xenofobia y la discriminación, que son estructurales en su sociedad.
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