¿“Democracia representativa” o “degeneración democrática”?
16 de mayo de 2016
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Algunos acontecimientos que han tenido lugar dentro de un período relativamente reciente en países latinoamericanos como Honduras y Paraguay y otros que ocurren actualmente en Brasil, sirven para poner en evidencia y en la más bochornosa desnudez los límites del esquema llamado de “democracia representativa” que las clases dominantes y las oligarquías locales –inspiradas y apoyadas por el capitalismo imperial de Estados Unidos– diseñaron y establecieron para los países de Nuestra América.
Si nos remontamos a la siempre necesaria memoria histórica veremos que, sin embargo, no son nada nuevo. Un precursor y pensador latinoamericano con visión de largo alcance como José Martí, Apóstol y Héroe Nacional de la independencia de Cuba, lo denunció y advirtió a tiempo, tan temprano como en las últimas décadas del siglo XIX.
Hay quienes pretenden buscar explicaciones en que “se cierra el ciclo de los gobiernos progresistas” en América Latina, sin profundizar en lo que realmente sucede, en lo que ha permitido realmente los avances políticos y socioeconómicos, estrechar la integración y en general mejorar las condiciones precarias de vida de una parte de nuestra población más empobrecida económicamente y vulnerable socialmente.
No es posible ignorar que todo se ha hecho –y tendrá que seguir haciéndose– en medio de la más dura lucha, denodados esfuerzos y sacrificios de los pueblos por los gobiernos progresistas que, de una u otra manera, han tenido que enfrentar las continuas conjuras políticas, asfixias económicas y campañas desestabilizadoras mediáticas que forman parte del esquema de “democracia representativa” al que nos referíamos anteriormente.
En este caso, tampoco puede olvidarse que la creación de instituciones como CELAC, UNASUR, ALBA, PETROCARIBE; CARICOM; SICA y otras semejantes de distinto carácter, pueden y deben jugar un papel efectivo en la defensa de la independencia y la soberanía nacional de nuestros países, que han tenido su más importante logro en la proclamación de América Latina y el Caribe como Zona de Paz.
Obviamente: no hay recetas. Cada país y cada pueblo seguirá abriéndose paso en medio de la lucha y la resistencia, acorde con sus condiciones concretas y sus posibilidades y también acorde con su historia, tradiciones combativas y patrióticas y la inspiración eterna de sus héroes y mártires, numerosos y respetados en nuestra región.
Las vanguardias políticas y los movimientos sociales tienen la responsabilidad de seguir forjando la unidad en el pensamiento y en la acción; de seguir conduciendo a los pueblos respectivos con una acertada combinación de inteligencia y valor, habilidad táctica y lucidez estratégica, frente a un adversario inescrupuloso y tramposo.
Tampoco dejarán de tenerse en cuenta la correlación internacional de fuerzas y las alianzas internacionales en un mundo altamente globalizado.
De lo contrario, el esquema de la llamada “democracia representativa” impuesto por Estados Unidos terminará convertido en una extendida degeneración democrática.
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