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Decadencia suicida

2 de julio de 2024

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Hace nueve años, el periodista norteamericano John Pilger dijo que si sus colegas hubieran resistido la guerra de propaganda, quizá se hubiera podido evitar la agresión a Iraq, “en la que ya murieron 1 455 590 iraquíes y  4 801 soldados estadounidenses. ¿Cuántos ucranianos morirán en la guerra que se está preparando? ¿Y cuántos no ucranianos?”.

Eso fue en aquel momento, en el que Estados Unidos parangonaba una democracia cuando el 67% de los norteamericanos estaban en contra de la entrega de armas a Ucrania y el 98% de sus representantes en el Congreso votaban a favor.

Y, ¿cómo se va a hablar de democracia cuando los países europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte son conducidos, a espaldas de sus ciudadanos, hacia una guerra contra Rusia en beneficio de Estados Unidos?

En aquel contexto, que se puede llevar al presente, Pilger se escandalizaba porque el Parlamento Europeo seguía con sus cómodas rutinas, mientras estaba preparando al continente para ser el próximo teatro de guerra y a Ucrania, la próxima Libia.

 

EL PORQUÉ

Para entender las razones de aquel como este momento -porque se mantienen-  es necesario tener en cuenta dos hechos: la declinación de Estados Unidos como país hegemónico y el negocio altamente rentable de la guerra.

La declinación del poder económico financiero es cada vez más evidente. Después del 11 de septiembre del 2001, la Agencia Central de Inteligencia financió el llamado Proyecto Profecía, diseñado para prever posibles nuevos ataques contra EE.UU. a partir de movimientos financieros extraños y de envergadura.

Con diferentes formas, ese proyecto ha continuado y uno de sus participantes prevé un posible crash del sistema financiero,  provocado supuestamente porque Rusia y China han estado vendiendo los títulos del Tesoro norteamericano y, en cambio, comprando grandes cantidades de oro y utilizando cada vez más sus monedas y no los petrodólares (Si no lo recuerdan, acotamos que Saddam Hussein y Muammar el Gadafi intentaron utilizar el euro, y sabemos que sus países fueron agredidos y ambos asesinados).

Para los creadores del Proyecto, Estados Unidos debe mantener los petrodólares a toda costa, asegurándose un acceso privilegiado al petróleo y el gas, mientras contiene a China y debilita a Rusia, provocando su desintegración, al estilo de Yugoslavia.

Curiosamente, estos “expertos” son los mismos que aconsejan a los inversores estadounidenses deshacerse de los títulos públicos, comprar oro e invertir en bienes sin los cuales los seres humanos no pueden vivir: tierra, agua, alimentos, recursos naturales y energía.

Transformar las obvias señales de declinación en previsiones de agresión busca justificar a la guerra como medio de defensa. Y la verdad es que EE.UU. ha estado constantemente apelando a ese cruel aspecto desde su fundación, siempre en territorio ajeno, salvo que se produzca una hecatombe nuclear.

Y es que un país en declive tiende a volverse caótico y errante en su política internacional, como un cañón descontrolado cuyas acciones son impredecibles, incontrolables y peligrosas para sí mismo y los demás.

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