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Cuando la muerte acecha

22 de mayo de 2019

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Ya suman cinco los niños guatemaltecos que han muerto, bajo custodia de las autoridades estadounidenses, cuando han cruzado la frontera desde México con el objetivo de emigrar en busca de un futuro mejor.

Pero, sin dudas, para que haya un futuro mejor tiene que antes existir un presente y es ese precisamente el tiempo más precario en países centroamericanos donde el hambre, la falta de trabajo, la alta peligrosidad por la presencia de bandas armadas, son, entre otras, las condiciones a que se exponen familias completas.

Identificado como Carlos Gregorio Hernández, el último el menor fallecido, de 16 años de edad, estaba detenido por los guardias fronterizos de Weslaco, Texas, desde donde lo trasladarían a un refugio para menores de edad de la Oficina de Reasentamiento de Refugiados.

Desde diciembre pasado cuando murió la primera menor guatemalteca, Jakelin Caal, se dispararon las alarmas en cuanto al trato, las condiciones de vida y de salud, de los migrantes que son retenidos cuando intentan llegar a territorio estadounidense.

La agencia BBC Mundo relaciona cada uno de los nombres de los cinco menores fallecidos, pero poco aporta sobre las verdaderas circunstancias que determinan las grandes oleadas de migrantes, y mucho menos las condiciones en que viven, ya en territorio norteamericano, en espera de tramitaciones para que se les deje entrar, o simplemente retenidos para luego ser repatriados.

En este último caso, el gobierno de Guatemala informó que el niño provenía del departamento de Baja Verapaz, en el centro del país, y que viajó a Estados Unidos para reunirse con familiares.

Organizaciones de derechos humanos han expresado que el joven estuvo detenido el doble del tiempo reglamentario para procesar a menores de edad, que no debería exceder las 72 horas.

Una semana antes, otro niño guatemalteco de 2 años y medio murió muy cerca del paso internacional de Paso del Norte, que atraviesa el Río Grande y conecta a Texas con el estado mexicano de Chihuahua, de acuerdo con reportes de la misma agencia.

El niño, cuyo nombre no ha sido informado, «tenía una fiebre alta y dificultad para respirar», declaró el cónsul guatemalteco Tekandi Panigua a la Radio Pública Nacional de EE.UU. Su salud empeoró por los días y aún se espera el informe con las causas del deceso.

El 30 de abril pasado Juan de León Gutiérrez, de 16 años, murió en un hospital de Texas, bajo custodia federal, después que su salud empeorara debido a una infección cerebral.

La causa oficial de su muerte, sin embargo, no ha sido dada a conocer. De León no había mostrado señales de enfermedad cuando fue transferido de la estación de la Patrulla Fronteriza a un refugio el pasado 20 de abril, según declaraciones de la Administración para Niños y Familias (ACF, por sus siglas en inglés).

El refugio quedaba en Brownsville, a más de 1 000 kilómetros de El Paso, donde fue detenido sin acompañantes, según declaró a los medios el gobierno de Guatemala.

El pasado 24 de diciembre, otro niño de esa misma nacionalidad, Felipe Gómez Alonzo, de 8 años de edad, bajo custodia de la autoridad fronteriza, se reportó como muerto tras haber sido diagnosticado con un resfriado común con fiebre. Todavía se desconoce la causa oficial de su muerte.

El primero de estos reportes sobre fallecimientos de niños guatemaltecos bajo protección estadounidense en la frontera, fue el de Jakelín Caal, de siete años, que había cruzado la frontera cerca de Antelope Wells, Nuevo México. Solo tres meses después de su muerte, un análisis de la autopsia concluyó que la menor de edad sufrió un «choque séptico», una infección que llevó a una «disfunción múltiple de sus órganos».

Este es, desgraciadamente, el panorama sombrío en el que se debaten miles de migrantes centroamericanos, muchos de ellos niños, que se proponen llegar a territorio de Estados Unidos en busca de trabajo y mejores condiciones de vida. Pero muchos, como estos cinco menores, solo encuentran la muerte.

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