BRICS no es el totí
3 de febrero de 2016
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La persistencia de la crisis económica mundial, agravada por la caída de los precios del petróleo y de las materias primas y alza de los productos elaborados, es achacada por los medios comunicaciones controlados mayoritariamente por el imperialismo al grupo de países emergentes BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Suráfrica), al que aspiraba integrar Argentina, antes del triunfo electoral de la derecha.
Culpa que trata de desviarse a Brasil y China, principalmente, situándola indebidamente dentro del contexto perniciosos en que están las naciones más ricas Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia y Gran Bretaña, entre otras) realmente culpables de la mencionada baja de los precios de las materias primas exportadas por naciones tropicales frente a la subida de los productos elaborados por países industrializados.
Otro caso muy repetido lo constituyen los intereses de la deuda externa contraída por muchas naciones durante la década de los ‘70. Dichos intereses en ocasiones hacen imposible refinanciar la deuda.
Hecho que es a veces aprovechado por los especuladores de los bien llamados “fondos buitres”, que aprovecharon la situación creada por los préstamos solicitados por el presidente argentino, Carlos Menem, que después contribuirían a engordar la crisis conocida como el Corralito.
Incluso, es atorrante el hecho de que décadas después los países más ricos sigan prestando dinero, aún a sabiendas de que lo disfrutarán personas diferentes a los que después deben pagar el préstamo, debido a intereses agobiantes que hacen imposible hacerlo.
Un aspecto más sobre las trabas puestas por las naciones más ricas a las más pobres lo da él argentino Rodolfo Terragno en su libro El Nuevo Modelo, donde explica como la financiación de cultivos en países como España, Noruega o Francia lleva a producir excedentes de alimentos, regalados después como ayuda humanitaria o vendidos en el mercado internacional a muy bajo precio.
Ambas actuaciones llevan a la quiebra de otras explotaciones o a la incapacidad de competir en mercados los cuales, de otro modo, serían fácilmente dominados por esas agriculturas que producen cosechas de más calidad o más cantidad o ambas al tiempo.
Los frenos para que otros pueblos no se desarrollen los pueden poner también las empresas y de los propios habitantes de las naciones desarrolladas que son sus clientes. Un ejemplo puede verse en el cultivo del algodón. Países como Uzbequistán se han dotado de legislaciones muy laxas y toleran en la contratación de niños para cosechar dicha planta y venderlas a empresas multinacionales.
Estas multinacionales europeas y estadounidenses, pagan el kilogramo de esta fibra a más de dos euros, pero al trabajador solo se le abonan unos tres céntimos.
Así, muchos niños deben abandonar los estudios para recoger cosechas, perdiendo la capacidad de formarse, además de debilitar su salud al estar en contacto con distintos tipos de biocidas.
En esta misma línea se indica que el precio de la prenda de algodón no tiene porque ser garantía de un mejor comportamiento ético en la compra de la materia prima, de esta manera las marcas más caras, caso de Diésel o Lacoste, son las que menos o ninguna garantía ofrecen.
África, siempre África
Pese a todos los casos explicados anteriormente, quizá el más hiriente resulta el empleo de la fuerza directa o indirecta para imponer en un determinado país tal o cual régimen.
Unido al punto anterior, están implicadas todas las potencia colonialistas, aunque se acusa especialmente a Francia de haber descolonizado África dividiendo su anterior territorio en varios países pequeños, en lugar de dos o incluso uno mucho más grande, más poderoso y por tanto más independiente de su ex metrópoli-
Posteriormente, cuando alguno de los nuevos países ha deseado separarse, suelen aparecer guerrillas que ponen en jaque a dicho gobierno y le obligan a volver bajo la tutela francesa, como ha sucedidos en Costa de Marfil y Chad, entre otros. En ocasiones, es el propio dirigente quien termina derrocado y sustituido por personas más próximas a las tesis del país que desea controlarlo.
En todo ello lleva implicada la garra del imperialismo norteamericano, como cuando el aun reciente en Libia, donde hoy impera la anarquía.
Pero esta brutal injerencia no solo es de ahora, y tenemos casos connotados como cundo el secretario norteamericano de Estado, Henry Kissinger, autorizó el entrenamiento y envío de armas al FNLA y la UNITA en Angola, tras la derrota norteamericana Vietnam, aunque Estados Unidos, cuando no consigue o falla el apoyo interno, recurre al reclutamiento de mercenarios para tratar de concluir el derrocamiento.
Es decir, todo se imbrica para explicar las crisis económica de un Imperio que presiona a sus aliados para evitar un mundo multipolar, como es el papel en que trata de desenvolverse el grupo BRICS, nada culpable de la crisis económica mundial creada por quienes tratan de achacársela.
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