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Brasil, inquietante

8 de septiembre de 2014

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Dilma Rousseff enfrenta hoy una fuerte oposición en la lucha electoral por la Presidencia de Brasil, cuando una reelección que parecía inminente en la primera vuelta del 5 de octubre es amenazada por una candidata del Partido Socialista que solo defiende políticas neoliberales, Marina Silva, y el pastor evangélico Everaldo Pereira, quien se preocupa más por las buenas relaciones de la mandataria con Cuba que por el criminal bloqueo de Estados Unidos contra la Isla.
“… son mucho más positivas las relaciones con Cuba, financiando a empresas brasileñas para construir un puerto en Cuba, que beneficiará a las empresas brasileñas”, destacó la Presidenta, quien justificó que si Brasil no participa en este tipo de proyectos de infraestructura, otros países europeos, “como Holanda”, lo harían.
Lo cierto es que la exageración de supuestas pifias del gobierno brasileño han sido aprovechadas y exageradas por una campaña mediática bien orquestada, con el fin de hacer descender la popularidad de Dilma, quien encabeza las preferencias para la primera vuelta, aunque no parece llegar a más del 50% necesario e impedir una segunda en la que las fuerzas de la derecha neoliberal y la extrema izquierda pretenden unirse para derrotarla.
Tal campaña ya ha llegado a tener la virulencia de las antigubernamentales en Venezuela, Argentina y Ecuador, con el aprovechamiento de los problemas que crea la crisis económica mundial y el mal desempeño de algunos titulares del gabinete para hacer desistir a la Presidenta de sus propósitos de corregir e impulsar la reforma agraria, entre otras cuestiones.
Grandes estancieros y empresas transnacionales poseen la mayor parte de las tierras cultivadas de Brasil, y tienen en los grandes medios de comunicación y en representantes de partidos políticos de la oposición a los principales defensores de sus intereses.
Según el más reciente censo agrario realizado en Brasil por el Instituto Brasilero de Geografía y Estadística, se evidencia que en ese país el 45% de las tierras cultivadas corresponden al 1% de los grandes propietarios. Por otra parte, casi la mitad de los productores del país posee el 2% de la tierra.
En relación a esto, la socióloga chilena Marta Harnecker sostiene, en su libro “Sin Tierra. Construyendo Movimiento Social”, que no basta con que el campesino conquiste la tierra, sino que tiene que contar, además, con las condiciones que le permitan trabajarla. Sin semillas, sin créditos, sin conocimientos técnicos que hagan posible aprovechar los adelantos de la revolución tecnológica, sin canales de comercialización para sus productos, la tierra se vuelve una pesadilla y acaba por ser vendida a precios bajísimos o, simplemente, abandonada.
Dilma reconoció lo poco que se ha hecho en relación a la reforma agraria, y prometió que tratará de evitar que sea absorbida por el llamado ‘agronegocio’, que se basa en los monocultivos de soja, algodón y otros productos destinados principalmente a la exportación

SOLO BUENO EN LAS TELENOVELAS

El multimedio O’ Globo ha estado encabezando toda la campaña difamatoria contra la actual mandataria en una nación que no construye el socialismo, ni deja de tener la problemática de la distribución desigual de las riquezas, pero, como país emergente, marca el paso en llevar la educación hasta los más recónditos lugares de su gran extensión, con el 10% del Producto Interno Bruto dedicado a ese rubro, y la notabilidad de que el actual gobierno ha duplicado la oferta de 50 000 a 100 000 las becas para que estudiantes nacionales cursen estudios en universidades extranjeras.
Con procedimientos similares a China, que sí construye un socialismo propio y tiene una base más fuerte, Brasil está otorgando un papel destacado a la ciencia y la técnica en los procesos de producción, y de ahí la necesidad de elevar los conocimientos al efecto.
En un evento sobre educación, Rousseff había dicho que “la educación es estratégica para garantizar que millones de brasileños que salieron de la pobreza no regresen a la situación de antes (…) necesitamos infraestructuras de educación y una política que valorice a los profesores”.
Fue una digna respuesta y una prueba de que no se desatiende el clamor popular expuesto en masivas protestas que los brasileños protagonizaron el año pasado, al denunciar duramente el dinero público invertido en la Copa del Mundo de Fútbol, y reclamarlo para salud, educación y transporte, sectores con grandes deficiencias.
Para que se comprenda lo importante del quehacer de la mandataria brasileña, recordemos que Dilma calorizó e hizo aprobar una ley hace un año, la cual establecía que las regalías generadas de la explotación petrolera se destinaran a la educación y la salud, subrayando posteriormente: “Siempre defendí que las riquezas del petróleo, que son finitas, fueran invertidas en educación. Para mí y mi gobierno la educación es el principal pilar para transformar a Brasil en una gran nación, para asegurar la emancipación de nuestro pueblo de la pobreza”,
Pero la oposición a Dilma también está enraizada en quienes se oponen a la lucha contra la poderosa mafia local y su aprovechamiento de la miseria en las favelas de las principales ciudades del país. Lo que parece más grave es que se prepara para presentar candidatos al Congreso y a las alcaldías.
Es un extraordinario reto a una mandataria, en medio de sus esfuerzos para estabilizar la economía del país, evitar que la inflación golpee a la población, aunque para ello tenga que sacrificar el crecimiento; y enfrentar dialécticamente protestas calorizadas por la extrema izquierda y aprovechadas por la ultraderecha para evitar su reelección.

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