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¿Botín de guerra?

23 de julio de 2015

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Una advertencia del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) debía ser suficiente a la hora de que el mundo enfrente el lacerante tema de la participación de niños en acciones militares entre fuerzas en conflicto, secuestro de menores, desplazamiento obligatorio y otras acciones.
Los números hablan por sí solos: más de 300 000 niños y niñas soldados sufren explotación en conflictos armados y 6 millones padecieron heridas graves o quedaron discapacitados de forma permanente, señala dicha organización de la ONU, citada por la agencia IPS.
Por estos días y meses, cuando el mundo conoce de acciones vandálicas contra niñas y niños por parte de grupos terroristas como el Estado Islámico, en países del Oriente Medio y Boko Haram, en África, se hace más evidente la necesidad de una acción más radical para poner freno a prácticas que mutilan a las nuevas generaciones.
Asimismo, se estima que 20 millones de niñas y niños están refugiados en países vecinos o fueron desplazados en sus propias naciones a raíz de conflictos y violaciones de derechos humanos, señala la agencia italiana de prensa, que ejemplifica con los más recientes secuestros de menores en países como Nigeria, Irak, Siria y Sudán del Sur, entre otros.
Otro ejemplo se refiere a los raptos de miles de niñas y niños que fueron asesinados durante 2014. Por ejemplo, solo en Irak la cifra de menores ultimados superó los 700 y 1 300 los secuestrados por los grupos terroristas que operan en ese país árabe.
Recientemente, Palestina denunció al mundo que 557 niños fueron asesinados por las fuerzas militares israelíes que tienen ocupado ilegalmente a gran parte de ese territorio.
La ONU dio un paso importante para tratar de frenar este tipo de acciones contra los niños, cuando en junio pasado el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó por unanimidad la resolución 2225, que fortalece la movilización de la comunidad internacional en apoyo a los menores en conflictos armados y condena su secuestro.
Por su parte, la directora adjunta de la UNICEF, Yoka Brandt, advirtió que el secuestro de menores es la primera de una serie de violaciones, seguida de la violencia sexual, el reclutamiento de infantes como soldados y los asesinatos.
“Cada atentado deteriora al niño o niña. Le roba su infancia y amenaza su capacidad de llevar una vida plena y productiva”, remarcó Brandt en un debate sobre Infancia y Conflictos Armados, realizado en el Consejo de Seguridad, según IPS.
El fenómeno en sí mismo es alarmante y hasta el propio secretario general de la ONU, Ban Ki Mon ha señalado que va en aumento.
Razones más que suficientes hay como para que la comunidad internacional, los gobiernos e instituciones como la ONU pasen de los llamamientos y las advertencias a las acciones.
Cada niña o niño secuestrado, asesinado o violado, es la acción más repudiable que pueda existir. Cada familia despojada de sus menores, es una mutilación que va desmembrando y extinguiendo a esos núcleos y a la especie humana en su conjunto. No puede ser botín de guerra una niña o un niño cuya vida debe ser garantizada por todos pues constituyen el futuro de la humanidad.

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