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Bélgica: ni tan pacífica, ni tan próspera

27 de mayo de 2020

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La reciente celebración del Día de África trae recuerdos encontrados por la conmemoración de la independencia de estados africanos que han sido lastrados por la expoliación, maltratos y divisiones impuestos por los ex colonialistas europeo, al que se sumó posteriormente el imperialismo norteamericano.

Específicamente, uno de los países ex coloniales, Bélgica, se caracterizó por la crueldad monárquica hacia la población nativa en el que denominó Congo Belga, cuya independencia fue vilipendiada con el asesinato de muchos de sus mejores y valientes hijos, entre ellos el legendario Patricio Lumumba.

Bélgica ha sido sobredimensionada como una nación democrática, próspera, que vive de los servicios, algo que contribuye a presentar una buena imagen para ser escogida sede de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), mediante la cual sus tropas, al igual que en El Congo, participaron en la masacre de los pueblos iraquí, afgano y libio, entre otros.

Es decir, Bélgica ha estado liada a las malas causas, en un espíritu que hace recordar a Alemania, la nación que la ocupó dos veces durante casi todo el tiempo que duraron ambas Guerras Mundiales.

Otros muchos lunares que presenta este estado europeo es la continuación de la gran división existente entre su población, de diferentes procedencias, así como el abandono en los primeros momentos de sus habitantes ante la actual pandemia del nuevo coronavirus, que ha golpeado principalmente a los de menos recursos.

Una nación con tantos atributos e inversiones altas, que hace gala de prosperidad, realmente no lo es, por el alto índice de pobreza en general, con una minoría que ha aprovechado las riquezas extraídas al continente africano y los jugosos estipendios que logra como sede de la OTAN.

El actual gobierno de centroderecha se ha preocupado, no obstante, por la eficacia de las políticas en relación con la lucha contra la pobreza.

Así, ha sido renovado el Plan Federal de Lucha contra la Pobreza, herramienta que fue elaborada en base a quince indicadores que miden el estado de indigencia de las personas en distintos conceptos (ingresos, deudas trabajo, salud, enseñanza, vivienda, participación o privación de actividades en el marco de la vida social, dificultades de acceso a derechos fundamentales, etc.

Este barómetro, bien utilizado, podría ser muy útil respecto a cómo se encuentran las diferentes comunidades y regiones.

La Unión Europea lanzó en el año 2000 el Proceso de Inclusión Social para coordinar las estrategias nacionales en temas relacionados con la pobreza y la exclusión social, con la esperanza de dar un paso decisivo para erradicar este fenómeno, pero 20 años después, ello no ha tenido gran transcendencia por la creciente desigualdad y brecha entre ricos y pobres, agravadas por el nato e intrínseco egoísmo de los primeros.

Según estadísticas no oficiales, la pobreza afecta más a los habitantes de la Región de Bruselas Capital (25,9%), que a los residentes en Flandes (11,4%) o en Valonia (17,1%).

La Federación de Sindicatos Socialistas afirma que las mujeres tienen más riesgo de caer en la pobreza (15,6%), que los hombres (13,7%).

La situación de los beneficiarios de prestaciones sociales (desempleo, incapacidad absoluta para todo tipo de trabajo e incapacidad temporal) es particularmente preocupante. El jubilado que vive solo en su hogar y el trabajador que cobra el salario mínimo y vive solo, son las personas más vulnerables.

El 20% solamente, de las personas de 18 a 65 años en situación de riesgo de pobreza, ejerce una actividad profesional. Este colectivo de trabajadores representa un 4,1% de la población global a nivel nacional. Los trabajadores con pocos estudios que residen solos, son los más vulnerables. El régimen de trabajo (tiempo completo o tiempo parcial) tiene únicamente un ligero impacto sobre la inestabilidad financiera. En cambio, el trabajo discontinuo influye desfavorablemente rn el factor de riesgo de pobreza.

El aplazamiento de los cuidados sanitarios por motivos financieros afecta a un 2,3% de la población belga, pero esta tasa alcanza el 6,6% cuando se refiere al 20% de las familias con ingresos precarios. Ello incide en el impedimento de acceder a cuidados que se requieren para evitar que se propáguela la COVID-19 en una nación que la propaganda neoliberal trató de presentar como buen ejemplo del sistema.

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