Ayuda y… “ayuda
29 de julio de 2015
|La ayuda no siempre es sinónimo de solidaridad, si no se brinda para hacer el bien.
Hay ayudas y…”ayudas”. Y las que deben corresponder a la primera categoría es la que se facilita a pueblos, personas, países, víctimas de un desastre natural, de una enfermedad o de las guerras modernas que matan, mutilan y desplazan de sus lugares de residencia a millones de seres humanos.
Esa es la llamada “ayuda humanitaria” y para lograrla hay instituciones internacionales como la ONU, que convoca a los países miembros de la comunidad mundial —principalmente a los que más riquezas tienen— para que, en la categoría de donantes, sumen dinero, alimentos, medicinas y recursos humanos para salvar vidas.
Hay otras “ayudas” como la de los 6 000 millones de dólares anuales que concede Estados Unidos en armas para muchos estados implicados en guerras. La mitad, es decir, 3 000 millones de dólares se le facilitan a Israel, cifra superior a la suma de lo entregado a otros 74 países a los que Estados Unidos le facilita armamentos.
Datos de la propia administración norteamericana reflejan que han entregado a Israel más de 121 000 millones de dólares en asistencia militar, lo que lo convierte en el principal receptor de la misma, salida, por supuesto, del bolsillo de los contribuyentes estadounidenses. Ese dinero se emplea en la adquisición de tecnología militar norteamericana a través del Complejo Militar Industrial.
Según The Independent, el programa de Financiamiento Militar al Extranjero de EE.UU. (FMF, por sus siglas en inglés) es proporcionado a aliados del estado norteamericano para la adquisición de “artículos y servicios de defensa”, así como para ayudar a “socios globales” del país a llevar a cabo operaciones contra el terrorismo y participar en “operaciones de estabilidad”.
Según un informe sobre el tema del Servicio de Investigaciones del Congreso (CRS, por sus siglas en inglés), la asistencia militar estadounidense ha ayudado a convertir a las fuerzas armadas de Israel en una de las “más sofisticadas a nivel tecnológico del mundo”.
Respecto a la llamada “ayuda” para reconstruir países bombardeados, es muy frecuente —como ocurre con Irak— que las millonarias sumas de dinero no sean empleadas para los propósitos que se solicitaron, y una buena cantidad va a parar a los bolsillos de empresas contratistas —también norteamericanas— o de funcionarios locales corruptos.
Estoy por ver el primer reportaje gráfico sobre la llamada “reconstrucción de Irak” o de otros pueblos devastados por la metralla de la fuerza militar invasora o de los grupos terroristas que allí operan.
En cuanto a la ayuda humanitaria, la verdadera y de propósitos nobles, no siempre se cumple en toda su dimensión, muchas veces llega tardíamente y otras tantas fraccionada, es decir que no alcanza para todos los perjudicados.
Al respecto, la ONU ha advertido que esa situación afecta más que nada a las víctimas, en su mayoría civiles, en zonas de conflicto, como sucede en Gaza, Líbano, Siria o Yemen; y en países devastados por terremotos como Haití y Nepal y al menos a tres naciones de África Occidental afectadas por el ébola, según resalta un despacho de la agencia IPS.
En un tema tan urgente como el de mitigar los efectos del cambio climático, el propio secretario general de la ONU, Ban Ki Moon hizo un pedido especial de los donantes para que aportaran 10 000 millones de dólares como fondo inicial del llamado Fondo Verde para el que se necesitan no menos de 100 000 millones de dólares anuales.
En ese contexto se hace más difícil cada día estar seguros —en primer lugar la ONU— de que los recursos para la ayuda, la verdadera, sea siempre utilizada en ese propósito. Y lo que si queda claro es que la otra “ayuda”, la militar, siempre se destina a fines que para nada resuelven los problemas de la humanidad.
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