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Austeridad que daña

12 de diciembre de 2014

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Si el derroche salvaje lleva a la marginación y abre más el camino de la diferencia social, su antónimo, la austeridad, cuando van acompañadas de los siempre injustos rescates bancarios, provoca malestar y descontento del ciudadano de las clases media y baja, quien solo piensa en revueltas e intentos de cambiar gobiernos, como está pasando desde hace cuatro años en algunas partes de Europa
Pero estos disturbios se vieron ensombrecidos por los levantamientos mucho más violentos y generalizados en el Medio Oriente y el norte de África de finales del 2010 y principios del 2011, cuado aun la mayoría de los europeos creían en el poder de su voto, y los árabes, quienes no tenían las urnas para ser engañados, se enfrentaban a autócratas, dictadores y monarcas controlados tras bambalinas por un ente imperial a la postre triunfante en el intento de que solo se cambiaran nombres, pero no el sistema.
No obstante, sólo sería cuestión de tiempo antes que muchos  europeos se despertaran ante la misma conclusión: el sistema tenía que cambiar, aunque la falta de una dirección consecuente hizo caer en un limbo la situación en algunos lugares, como en España, a pesar de una mayor conciencia de que, sin importar cuántos votos fueran arrojados a las urnas, el resultado sería esencialmente el mismo.
O sea, todos los gritos, demandas, marchas y huelgas no lograrían nada sin un gobierno responsable para resolverlos, y eso no se puede conseguir a través del actual sistema en el que, a pesar de la retórica, hay poca diferencia entre los grandes partidos.
Pero, de una manera u otra, porque al grupo gobernante nada le importa, la austeridad ha marcado el fracaso en Europa, como demostraron los rescates masivos en Grecia e Irlanda. Aunque en Portugal se iba por el mismo camino, se impidieron a tiempo medidas de austeridad draconianas, con lo cual se evitó en parte una mayor deuda, el desempleo creciente y la venta generalizada de los valiosos recursos públicos.
Si en algo se ha mitigado temporalmente el asunto, es por los miles de millones de euros bombeados por los bancos centrales para mantener el sistema financiero a flote, lo cual ha hecho que los partidos políticos gobernantes se atrincheren y estén poco dispuestos a hacer concesiones adecuadas o dejar el poder.
Si tenemos un ejemplo recurrente sintomático, este se encuentra en España, donde las manifestaciones inspiradas por jóvenes, con ocupaciones y acampadas, sirven de modelo para quienes están igualmente privados de sus derechos en otros países.
Pero este problema es mucho mayor si se apunta que las principales economías del mal llamado viejo continente, incluida la alemana, sufren  por culpa de la austeridad que aplican quienes no tienen que vivir en esa condición.
Y es que las políticas de austeridad hacen disminuir el crecimiento y hace aumentar el déficit público. Según el economista John Weeks, esta situación se debe a la reducción del ingreso del Estado y el enorme gasto público empleado en restaurar a los bancos y el sector financiero.
Ello es el resultado del fiel seguimiento de las políticas de austeridad promovidas por el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Consejo Europeo, liderado por el gobierno alemán.
Estos entes neoliberales no quieren ver la actual parálisis que causa la aplicación de políticas de austeridad que, como subrayara el portal de la publicación Other News, son culpables del descenso del crecimiento económico que genera menos recursos al Estado y aumentan el déficit y la deuda públicos.

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