Aún sin frutos
28 de abril de 2016
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El Salvador mantiene el nada honroso título del país más violento de Latinoamérica, no obstante el ambicioso plan oficial para contrarrestarlo y llevar a sus protagonistas por cauces decorosos.
Las cifras no mienten y cada día son asesinadas más de 20 personas en el pequeño país, unas 700 al mes, lo cual, por supuesto, aumenta la zozobra de la ciudadanía y ofrece aspectos de ventaja a una oposición que nada bueno ofrece y si alentó el mal, cuando estuvo en el poder.
El Plan Nacional de Seguridad que el gobierno de Salvador Sánchez Cerén ha tratado de poner en práctica contiene 124 acciones y una inversión de más de 2 000 millones de dólares en cinco años, pero adolece de no contemplar un cambio consecuente de la estructura económica, dejando la iniciativa en parte a representantes de la empresa privada, con participación de autoridades municipales y el apoyo de Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea.
Esto último conlleva la entrega a manos privadas de recursos para poder enfrentar el problema de la seguridad, lo cual ofrece dudas, cuando esos entes nada hicieron durante el mandato del partido ARENA, conocido por su participación en alevosos crímenes, como el de los seis jesuitas y el del monseñor Carlos Arnulfo Romero, con la tácita complicidad de la inteligencia estadounidense.
Nadie duda de la honestidad y el buen ejemplo que ofrece el mandatario –un combatiente revolucionario–, que aspira a una nación “productiva, educada y segura”, e intenta crear 250 000 empleos para los jóvenes.
Algo loable en un país donde la mayoría de los crímenes son atribuidos a los más de 70.000 integrantes de las pandillas o maras. Un 49% de las víctimas son miembros de esas estructuras criminales.
Es importante señalar que para muchos adolescentes y jóvenes la pandilla aparece como único espacio en el cual pueden estar y ser aceptados, porque, por el momento, no conocen otras opciones. A eso se suma que los titulares de los medios de la derecha, además del conteo enfermizo de las víctimas mortales producto de la delincuencia, han ido en la lógica de invisibilizar las acciones del gobierno, o negar la existencia de las mismas.
No obstante, el esfuerzo oficial fue reconocido por la Embajada de Estados Unidos, que se vio obligada a cambiar su escéptico discurso, y arrastró a tal posición, por supuesto, a ARENA.
Empero, la lucha al efecto no es fácil, conlleva tiempo, y la reacción trata aún de aprovechar la difícil situación, con el fin de desestabilizar al país y derrotar electoralmente al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, sin excluir el intento de asesinato de sus integrantes.
Hay además problemas que enlazan a diversos factores municipales y miembros de las pandillas, con abierta participación policial. Ello agrava la situación y hace que el intento gubernamental no dé aún los frutos deseados, cuestión que es vital para alejar el fantasma de la vuelta de la reacción al poder y ponga de nuevo en peligro la supervivencia nacional.
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