Algo más que represión
22 de febrero de 2023
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Las autoridades que violentan el poder legal en Perú prosiguen la represión a las manifestaciones populares que llaman a la renuncia de la presidenta interina, Dina Boluarte, el adelanto de elecciones generales, la libertad del mandatario Pedro Castillo y la celebración de un referendo constitucional.
Nada ha cambiado ante las protestas internas e internacionales por el aumento de la brutalidad policial contra los manifestantes, mayoritariamente de la oprimida y vilipendiada masa indígena, que ha sufrido más del 80% de las muertes a manos de la bien entrenada gendarmería, que tiene mano libre al efecto.
Boluarte ha recibido no sólo el respaldo de la ultraderecha nacional, que encabeza Keiko Fujimori, sino que las autoridades norteamericanas siguen mirando hacia otro lado y avalado las medidas del espurio gobernante para no ceder ni un ápice en las demandas populares.
Y es que Estados Unido tiene en Perú a un baluarte geoestratégico para asegurar la hegemonía continental y mantener bajo amenaza a gobiernos progresistas de la región.
O sea, por muy resonantes que puedan ser las manifestaciones populares, éstas serán reprimidas por esas “fuerzas del orden” que han sido configuradas en los institutos armados por “maestros” de la represión estadounidenses, que ya demostraron su “valía” durante la dictadura de Alberto Fujimori.
Pienso que las tácticas de las fuerzas progresistas deberían tener en cuenta lo anterior, y golpear más en los intereses económicos de la oligarquía y sus socios norteamericanos, como cuando llegaron a paralizar el trabajo en algunas minas, hasta que se desista de la presencia de Boluarte y se acceda a las otras demandas de los siempre oprimidos racial y económicamente.
Lo primordial para USA
Hasta ahora, para Estados Unidos es primordial la permanente presencia de sus militares en Perú bajo el pretexto de ejercicios conjuntos, entrenamiento, visitas y otros, dejando en claro que tienen el control de las bases militares que están aparentemente al mando de la cúpula castrense local.
Además, en Perú opera la US Naval Medical Resecar Unir, o la Unidad de Investigación Médica Naval de Estados Unidos, también conocida como NAMRU-6, la que cuenta con tres instalaciones, en Lima, Iquitos y Puerto Maldonado.
El objetivo de esta “Unidad” es teóricamente realizar vigilancia de “una amplia gama de enfermedades infecciosas de importancia para la salud pública o militar, incluido el dengue, la malaria, enfermedades diarreicas e infecciones de transmisión sexual”, pero existe la sospecha también que en sus instalaciones se pudieran producir armas biológicas.
Inaugurada en enero de 1983 en Perú, NAMRU-6 celebró sus 40 años este 19 de enero pasado en el campus de la Embajada de los Estados Unidos en la ciudad de Lima, en la que participaron, entre otros, la Embajadora de EE.UU., Lisa Henna; el Contralmirante Guido F. Valdés, comandante de las Fuerzas Médicas Navales del Pacífico; el Capitán William Denniston, comandante del Centro de Investigación Médica Naval; y James Ariquen, comandante del Comando Sur de las Fuerzas Navales de EE.UU. (la 4ta Flota).
En una entrevista, publicada en la revista El Derecho de Vivir en Paz, el ex congresista Richard Arce señaló, tiempo atrás, que solicitaron información a las autoridades peruanas sobre NAMRU-6 pero “[…] la información que nos otorgaron era demasiado genérica y se notaba que había mucho desconocimiento. Segundo, y es grave para nuestra soberanía, ves a una base militar, que bajo el paraguas de la labor científica y de estudio de enfermedades tropicales, se está desarrollando en el país sin la transparencia que corresponde”.
Como sea, llama la atención que exista NAMRU-6, estudiando y manipulando “enfermedades contagiosas”, en tres lugares distintos en Perú, y uno en la Amazonía misma, en Iquitos.
No es posible olvidar que Cuba sufrió, en los años setenta, un ataque con armas biológicas con la introducción, intencionalmente, del dengue hemorrágico y del virus de la fiebre porcina. En el mundo, Estados Unidos opera otros centros de investigación o laboratorios biológicos con fines militares, como se ha demostrado recientemente en Ucrania, sin que las autoridades de la Organización Mundial de la Salud actúen al respecto.
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