Algo más que chiitas y suníes
13 de enero de 2020
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Me asombro al leer en alguna prensa occidental aspectos relacionados con los conflictos en la región del Oriente Medio, y hasta la simplificación de los mismos con atribuirle como única causa, las diferencias entre las poblaciones chiita y suníes.
Tampoco soy del criterio de que las riquezas petrolíferas y de gas en esa zona constituyen el único motivo de las actuales guerras.
De acuerdo con el sitio Wikipedia, los suníes constituyen el grupo musulmán mayoritario en la comunidad islámica mundial. Su nombre procede del hecho de que, además del Corán, son devotos de la Sunna, colección de dichos y hechos atribuidos al profeta Mahoma.
Su fundador fue Mahoma y actualmente el país con mayor cantidad de seguidores es Indonesia. Se considera que entre el 80 y el 90% de la población musulmana mundial está formada por seguidores suníes.
Un reporte de BBC Mundo señala que los suníes veneran a todos los profetas mencionados en el Corán, pero particularmente a Mahoma, quien es considerado el profeta definitivo.
En el caso de los chiitas, Wikipedia la describe como una de las principales ramas del islam y por su nombre tradicional se conoce a la escuela de jurisprudencia islámica Ya´farita. Es profesado por alrededor del 15% de los 1 600 millones de musulmanes existentes en el mundo.
Son la mayoría de la población en Irán, Irak, Bahréin, Azerbaiyán y, según algunos estimados, Yemen.
Pero también hay importantes comunidades chiitas en Afganistán, India, Kuwait, Líbano, Pakistán, Qatar, Siria, Turquía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
Los chiitas empezaron como una facción política: literalmente “Shiat Ali” o el partido de Ali.
Ali era el yerno del profeta Mahoma y los chiitas reclaman su derecho, y el de sus descendientes a liderar a los musulmanes.
Ali murió asesinado como resultado de las intrigas, violencia y guerras civiles que marcaron su califato, describe el artículo de BBC Mundo.
Llevado al escenario actual, se considera que la gran división del mundo musulmán: suníes y chiitas, hoy es exacerbada por Estados Unidos como elemento para mantener la tensión y la discrepancia que conduce a los conflictos.
Y es que, si bien ambas ramas han coexistido por siglos, compartiendo muchas creencias y prácticas, suníes y chiitas mantienen importantes diferencias en materia de doctrina, rituales, leyes, teologías y organización.
En los últimos siglos, aunque dichas diferencias han coincidido entre una y otra rama del islam, e, incluso generado conflictos insolubles hasta hoy, ha existido adaptación a los cánones de la coexistencia pacífica.
Pero la ambición por los recursos energéticos allí existentes han despertado la avaricia de potencias como Estados Unidos, que ha puesto todos sus medios militares al servicio de las guerras, la ocupación de territorios y la apropiación de su petróleo.
Con el 65% de las reservas probadas mundiales de petróleo y un 36% de las reservas de gas, es la región de Oriente Medio, la más rica en el contexto energético mundial.
Y, tras esos recursos se han lanzado las transnacionales occidentales lideradas por las de Estados Unidos. En este caso, Washington ha encontrado la fórmula de la guerra y la exacerbación de los conflictos étnicos-religiosos, lo que ha provocado la desestabilización de gobiernos y la sumisión de algunos a la política estadounidense.
No es solo llevar la guerra a la región, conquistar espacios y controlar el hidrocarburo, sino que, además, ha convertido a algunas de las ricas monarquías del Golfo en el mercadeo seguro de las armas salidas del Complejo Militar norteamericano, lo que influye decididamente en el auge económico de la potencia norteña, que tiene entre sus principales rubros la fabricación y venta de armas.
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