Aidemari, Sanders y las elecciones en EE.UU
16 de mayo de 2016
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No hace mucho mi nieta Aidemari, a quien se llevaron a los dos años de edad a Estados Unidos, decía que le iba a pedir a Obama que la dejara estudiar Medicina en Cuba, desconociendo que no le sería revalidada asignatura alguna y que la política imperial preconiza el pirateo de los médicos internacionalistas cubanos.
Este ejemplo recurrente demuestra que no importa que el Presidente norteamericano y otras figuras reconozcan y elogien los méritos de los médicos de la Mayor de las Antillas, porque nada de ello funciona en la práctica y sigue un bloqueo que debía desaparecer o haber empezado a esfumarse desde el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.
En cuanto a los estudios de estudiantes independientemente de sus recursos, el candidato presidencial demócrata Bernie Sanders es el único que avala un programa de educación superior gratuita y, algo de igual importancia: el fin de la esclavitud de las deudas post-graduación.
Es muy difícil que Sanders pueda derrotar a Hillary Clinton como la primera opción presidencial por el Partido Demócrata, ya que el establishment de esta entidad la respalda plenamente, así como la dirigencia sindical y un gran número de líderes afronorteamericanos.
Esto, más establecido, tiene muchas más probabilidades que la todavía desperdigada aprobación a Sanders, quien ha avanzado mucho más de lo que se preveía y habrá que contar con él hasta el final.
Su debilidad reside en que su movimiento no se enfrenta directamente a los beneficios capitalistas ni a las asignaciones de presupuesto público, y sus millones de seguidores no se concentran en una región determinada, además de que sus militantes sindicales evitan una confrontación, debido al temor a perder su trabajo (todo unchantaje, porque no habría reclamo) y a la represión policial, generalmente impune.
En este contexto, el politólogo James Petras asegura que la clase media joven favorece a Sanders, además de sectores significativos de la población afroamericana.
Estos son aquellos que no han conseguido progresar con el gobierno del primer presidente negro, a lo que se agregan millones de latinoamericanos, desencantados con el Partido Demócrata y con Obama por no evitar las deportaciones masivas.
A diferencia de Hillary Clinton, siempre ha estado en contra de los cambios de régimen forzados por Washington, luego de opinar que “no creo que sea la función del gobierno de EE.UU., ir derrocando pequeños gobiernos por todo el mundo”.
Nada que decir al respecto con Donald Trump y los fracasados candidatos por el Partido Republicano, aunque todos se inclinan por mantener la política racista, el levantamiento de muros aun mayores para que los inmigrantes no penetren en Estados Unidos y, en lo que respecta a los estudios de nivel superior, nada bueno pueden esperar quienes no tengan grandes recursos y méritos académicos, culturales y deportivos. El resto deben inclinar sus cabezas ante las deudas que generan esclavitud.
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