2016: ¿cómo llegamos?
28 de diciembre de 2015
|Se me ocurre pensar en varios de los puntos negros del mundo que arriba a un nuevo año, el 2016.
Una gran deuda tiene la humanidad con la historia más reciente. Las guerras continúan; el hambre no se mitiga; las enfermedades matan a millones de seres humanos; los efectos del cambio climático no solo amenazan sino que se han convertido en una letal realidad.
Así llegamos a este nuevo año. Y para nada se puede pensar en que han faltado reuniones, cumbres, seminarios, etc, etc, etc. Todo lo contrario; cuando más ilusionado está el planeta por el diálogo para buscar una unión de factores que puedan acabar con las guerras y el terrorismo, una puñalada trapera se produce y mientras hay quien dice formar parte de esta lucha, a espaldas de eso, financia y suministra armas a los terroristas que a selección cataloga de moderados.
Algo similar se advierte con el hambre y las enfermedades. Todos saben que ambos flagelos tienen como única solución aportar recursos y ayudar al desarrollo de las naciones más pobres, fundamentalmente de África. Mientras eso no suceda, las guerras intestinas entre grupos, exacerbadas por fuerzas foráneas, será la solución que encuentren quienes se disputan el derecho a la vida.
En cuanto al enfrentamiento al cambio climático pasa otro tanto. Cumbres como la más reciente en París vislumbran un ambiente de cierto optimismo, que rápidamente se va mitigando cuando los países ricos no se ponen de acuerdo para cumplir con sus contribuciones para la eliminación de fuentes contaminantes y tampoco en relación con la ayuda financiera imprescindible para que las naciones más pobres puedan hacer otro tanto, sin renunciar al desarrollo y la vida hasta ahora mutilados, primero por las metrópolis y luego por las transnacionales occidentales que saquean sus recursos.
Digamos que casi una década y media después de las invasiones y ocupaciones de Irak y Afganistán por fuerzas militares de Estados Unidos y la OTAN, ambos países son hoy más inestables, tienen mayores conflictos y el deterioro de sus niveles de alimentación, salud y otros beneficios sociales, marcan su llegada a este 2016.
Otro tanto sucede en una Libia dividida y saqueada; que hoy es foco mediático no por sus conflictos exacerbados, sino por haberse convertido sus mares cercanos en puntos donde predomina el tráfico de seres humanos que, huyendo al hambre y a las guerras, tratan de buscar refugio en la Europa desarrollada pero hostil a la presencia de emigrantes.
En la zona, Siria vive una de las peores guerras que recuerde la historia de nuestros tiempos. Casi 300 000 muertos; millones de desplazados; un país destruido y saqueado; y una solución que no llega.
Arribamos al 2016 y todavía los palestinos viven sin hogar y son víctimas de las peores muestras del odio israelí, de la xenofobia, del exterminio sionista que se empeña en eliminarlos de la faz de la tierra.
Un año más y la geopolítica occidental sigue empeñada en mantener levantada su bandera de las armas y donde la economía, lejos de inclinarse por la satisfacción de las imperiosas necesidades humanas, se concentra en sectores como el Complejo Militar, las transnacionales petroleras, los grandes monopolios bancarios y, de manera muy especial, en el control total de los grandes medios de comunicación del mundo para que sirvan a sus intereses.
La crisis europea ha sido el mejor ejemplo donde se muestra cómo Occidente —sea con nombre de troika o de Comisión, o de Banco Mundial o Fondo Monetario Internacional— solo se pone de acuerdo en brindar “ayudas” a países como Grecia, España, Portugal y otros, a cambio de “ajustes”, que son, en todos los casos, más desempleo, cierre de beneficios sociales sean hospitalarios o escolares, recortes en salarios y otras medidas de corte neoliberal.
En América Latina, el plan persigue similares objetivos y por eso se elaboran los llamados “golpes suaves” encaminados a acabar con gobiernos progresistas y con la obra social que se está levantando en muchos de nuestros países.
Los ejemplos en este sentido ya se empiezan a mostrar en naciones de Sudamérica.
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