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Premier mundial del Quinto Concierto para piano y orquesta de Beethoven, conocido como “Concierto Emperador”

29 de marzo de 2013

Este Concierto, el último de la serie beethoveniana para piano y orquesta, fue escrito por el compositor alemán en 1809, en los momentos en que su vida se encontraba rodeada de difíciles circunstancias exteriores.
Precisamente en ese año, las tropas napoleónicas invadieron la ciudad de Viena y el propio Beethoven, quien permaneció en la ciudad durante el cañoneo, describió esas horas como las de una gran conmoción y bestialidad, sin otra cosa que tambores, cañones, hombres y miserias de todo tipo.
Por otra parte, la admiración que Beethoven había sentido años antes por el Cónsul Bonaparte y que casi le llevó a dedicarle su Sinfonía Eroica, había sido sustituido por un sentimiento de repudio hacia el Emperador Napoleón, a quien veía ahora como un invasor despótico y rapaz.
Sería absurdo, por lo tanto, imaginar que fuera el propio Beethoven quien diera a este Quinto Concierto el subtítulo de “Emperador”, como si se tratara de un homenaje a Napoleón.
Dicho subtítulo, en realidad, parece originado por ciertas expresiones, seguramente emitidas por franceses, en las que se comparaba la fuerza de la obra con la personalidad del emperador francés. Y es que, sin dudas, ningún Concierto y muy pocas de las restantes obras de Beethoven poseen tanto sentido de heroísmo y monumentalidad como este Quinto Concierto para piano y orquesta, que fue dedicado por el compositor al Archiduque Rodolfo de Austria.
El carácter majestuoso que domina el primer movimiento se evidencia ya en la Introducción, a base de fuertes acordes orquestales y rapsódicos pasajes del piano. El tutti orquestal que sigue, presenta todo el material temático del Allegro.
El segundo movimiento, marcado como Adagio, es una página excelsa cuya fuerza introspectiva nos conduce a la meditación piadosa o mística. El primer tema de este movimiento lo enuncian los violines con sordina, y el segundo está a cargo del piano solista. A continuación, el piano toma la primera idea sometiéndola a un proceso de variación. Una última presencia del primer tema en la flauta, es subrayada por un ondulante diseño del solista junto a acordes de los instrumentos de cuerdas. Entonces, directamente, el piano anticipa muy tenue el tema del Rondó, que estalla luego con violencia en el propio solista, para dar paso a un final dominado por el espíritu chispeante y el duro ritmo del ritornello que lo inicia. Así, el carácter triunfal con que abrió el Concierto en su Introducción, se cierra, de manera cíclica, con este Rondó final.
Y en la premier mundial de este Quinto Concierto, para piano y orquesta, de Beethoven, actuó como solista Carl Czerny, quien era en esos momentos uno de los jóvenes y talentosos discípulos del compositor alemán. Eso ocurrió en Viena, hace 196 años, UN DIA COMO HOY.