Premier mundial de la Novena Sinfonía en re menor, “Coral”, de Beethoven
29 de marzo de 2013
Hacia 1820, Beethoven tenía cincuenta años de edad y se encontraba sordo, pobre, enfermo y acuciado por numeroso problemas familiares. Sin embargo, aún en medio de unas condiciones domésticas y profesionales tan angustiosas, el compositor alemán no abandonó la creación. Hacía ya ocho años que había estrenado su Octava Sinfonía y trabajaba en dos nuevos proyectos: una Sinfonía que le había solicitado la Sociedad Filarmónica de Londres; y otra más, de grandes proporciones, que incluiría un coro y a la que pensaba titular “Sinfonía alemana”.
La Sinfonía con destino a Londres, y que sería la novena, debía ser una partitura puramente instrumental. Sin embargo, en el proceso de maduración y realización de esta obra, Beethoven fue incorporando muchas de las intenciones que tenía reservadas para la Sinfonía alemana, la cual, de haberse escrito, habría sido la décima. De ese modo, ambos proyectos se fundieron en una partitura cuya duración, magnitud expresiva e intención humanista, la convirtieron en la obra sinfónica más expansiva y monumental que se había escrito hasta esos momentos.
En la Novena Sinfonía, Beethoven refleja una visión optimista y esperanzadora del mundo, a pesar de las terribles circunstancias materiales, físicas y morales que, como se sabe, marcaron los últimos años de su vida. La obra encarna ejemplarmente la divisa que el compositor había expresado años antes, como medio para sobreimponerse a los obstáculos de la existencia humana.
Esa divisa fue expuesta por Beethoven en la siguiente fórmula: “Por el dolor, a la alegría”.
A pesar de la solicitud londinense, la Novena Sinfonía fue dedicada al rey Federico Guillermo III de Prusia, y durante la premier de la obra, Beethoven se mantuvo sentado junto al director pero sin oír una sola nota, a causa de su sordera total. Fue necesario, incluso, indicarle que se volviera al público para recibir las dos ovaciones que se le tributaron: la primera, durante el Scherzo, y la segunda, mucho mayor, al final de la obra.
Como sabemos, la Novena Sinfonía y, sobre todo su movimiento final, se ha convertido, con el paso de los años, en uno de los más eficaces símbolos artísticos de la fraternidad y la comprensión humanas.
Y al evocar el aniversario 184 de la premier mundial de la Novena Sinfonía beethoveniana, les diré que eso ocurrió en Viena, bajo la dirección del kapellmeister de la corte, el vienés Michael Umlauff, en 1824, UN DIA COMO HOY.