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Muere la pianista y pedagoga, Margot Rojas Mendoza

29 de marzo de 2013

Entre las efemérides musicales del primero de noviembre, hay una que nos señala un hecho de dolorosa significación para la música y los músicos cubanos. Y es que, Un día como hoy, pero de 1996, murió en esta ciudad la entrañable pedagoga y pianista cubano-mejicana Margot Rojas Mendoza.
Justísimamente considerada uno de los pilares del piano cubano, Margot Rojas había nacido en Veracruz, México, el 24 de marzo de 1903, de madre cubana y padre mejicano. A los cinco años de edad comenzó estudios musicales en su ciudad natal bajo la orientación de su tía Consuelo Mendoza. Ya en Cuba, Margot fue alumna distinguida del pianista, compositor y pedagogo holandés, radicado en La Habana, Hubert de Blanck, con quien se graduó de piano en 1916.
En 1919, Margot Rojas viajó a Nueva York y allí recibió clases de Alexander Lambert, quien fuera alumno de Franz Liszt en Weimar y pianista acompañante del notable violinista Joseph Joachim. En Nueva York, Margot fue presentada en la Steinway Hall y, de regreso a Cuba, hizo una escala en México para ofrecer recitales en la Sala Wagner de la capital azteca y en el Museo Nacional de Bellas Artes de esa ciudad.

En una entrevista publicada en la revista Clave de 1987, Margot dijo que su primera gran impresión en Cuba fue oír, en 1913, a Ernesto Lecuona y a Dulce María Serret, en los llamados “ejercicios públicos”, que eran el equivalente de los modernos recitales de graduación. Margot abunda en la citada entrevista y dice que las instituciones más representativas de ese momento en nuestro país eran los Conservatorios de Hubert de Blanck, el de Alfredo Peyrellade y el de Falcón.
Al iniciarse la década de los años veintes, Margot desarrolla una activa vida como concertista pues, como dijo en cierta ocasión, nunca pensó ser maestra. En esa etapa ofreció recitales en Santiago de Cuba y Camagüey; fue la primera solista de la Orquesta Filarmónica de La Habana con el Concierto No.1 de Chopin; y a su regreso de un segundo viaje a los Estados Unidos para recibir clases magistrales de prestigiosos pianistas, Margot Rojas estrenó en Cuba el Segundo Concierto para piano y orquesta, de Rajmaninov con la Orquesta Sinfónica de La Habana, dirigida por Gonzalo Roig. Era el 16 de marzo de 1930 y Margot tenía 27 años.
Perseguida por sus manifestaciones progresistas, Margot tuvo que volver a México durante el período del “machadato” y allí, en su país natal, ofreció recitales en las salas del Conservatorio y del Instituto de Bellas Artes. Derrocada la tiranía de Gerardo Machado, Margot Rojas regresó a Cuba e incursiona por primera vez en la pedagogía del piano, al ser llamada para formar parte del cuerpo de profesores del “Conservatorio Internacional”, recién fundado por María Jones de Castro. Poco después trabajaría también en el de Hubert de Blanck y en el Colegio Phillips, donde dirigía un coro pues, como ella misma explicó, “aquí no se podía vivir del concertismo: la enseñanza era la única fuente segura de ingresos económicos.”
En 1957, Margot Rojas realizó su última presentación como intérprete pero, al triunfo de la Revolución, comienza en grande su labor pedagógica, al ser nombrada Jefa de la Cátedra de piano del Conservatorio “Amadeo Roldán” e invitada a impartir clases en la recién creada Escuela Nacional de Arte.
Como fruto de su magisterio, comienzan a surgir muchos nombres que ya son orgullo de la música cubana: Frank Fernández, Jorge Luis Prats, Ileana Bautista, Roberto Urbay, Cesar López y Elvira Santiago, entre los que se han destacado como intérpretes del piano, sin dejar de mencionar a otros notables músicos que fueron sus alumnos y entre los que se encuentran Lucía Huergo, Carlos Malcolm, Carmen Collado, María Felicia Pérez y muchos más.
Margot recibió diplomas otorgados por las Orquestas Sinfónica y Filarmónica de La Habana, en reconocimiento a quien fue la primera solista que actuó con ellas. También mereció la Orden José Tey, concedida por su destacada labor en la docencia, y la Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Alejo Carpentier y, finalmente, la Orden Félix Varela de primer grado, otorgada por el Consejo de Estado de la República de Cuba.
Durante su larga y fructífera vida de 93 años, Margot Rojas se caracterizó siempre por su entusiasmo inclaudicable, su sabio optimismo y su aleccionadora fe en la vida. Y hoy la recuerdo especialmente por su serena sabiduría, su proverbial modestia y su extraordinaria generosidad.