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Muere el compositor cubano Manuel Saumell

29 de marzo de 2013

Hoy se cumplen 137 años de la muerte del compositor cubano Manuel Saumell, considerado con toda justicia el iniciador del nacionalismo musical en nuestro país.
Y ninguna bibliografía consultada explica mejor que la magistral pluma de Alejo Carpentier, esa existencia dispersa y colmada de sinsabores que le imponía a un hombre pobre, como Manuel Saumell, la colonial y esclavista sociedad habanera de su época.

Pianista aceptable, dice Carpentier, aunque no brillante, Saumell conoció la agitación propia de quien pretende “vivir del arte” en un ambiente exiguo, y se arrogó el don de ubicuidad para suplir la delgadez de sus ganancias. Estaba en todos los lugares en donde pudiera sonar un instrumento. Sudando, resoplando, corría de la Filarmónica al Liceo; daba lecciones; tocaba indistintamente en bailes y conciertos; andaba entre los bastidores de la compañía lírica italiana. Ejecutaba tríos de Beethoven; tocaba el violoncello cuando había que cubrir un atril desierto; instrumentaba, “arreglaba”; salía del palacio del Conde de Peñalver, donde se habían cantado fragmentos de El pirata, para llevar papeles de una contradanza al director de la orquesta de baile del Tívoli.
Cuando se enfermaba el organista de alguna iglesia, allá iba Saumell para pasear sus suelas desgastadas sobre el juego de pedales.
Organizaba reuniones musicales en las que se aplaudía al fenomenal contrabajista Bottessini, entonces huésped de La Habana. Y aún le quedaban energías para trabajar el piano con Juan Federico Edelmann, aunque sin poder ejercitarse seriamente, y estudiar armonía, contrapunto, fuga e instrumentación con Mauricio Pyke, el concertador de la Opera italiana.
No obstante, Saumell era un hombre de buen humor, dicharachero, muy criollo, y desinteresado a pesar de su pobreza.
Cuando se le invitaba a alguna función benéfica, Saumell, que no estaba seguro de poder pagar el alquiler de su casa, ofrecía sus servicios gratuitamente. Y por no darse una exagerada importancia, Espadero y Desvernine lo trataban con alguna superioridad, concediendo escasa importancia a su producción. Y, sin embargo, Saumell no tenía el carácter de un bohemio. Era, por el contrario, un encarnizado trabajador, sensible, generoso para los demás, exigente consigo mismo; estaba ansioso de hacer cosas grandes, alentaba grandes proyectos, pero era la perenne víctima de una falta de tiempo propia de todo el que pretende acoplar la dignidad y la decencia con la falta de un oficio lucrativo.
Y fue, sin duda alguna, esa condición de músico completo, de artista polifacético, que tomaba como cosa natural tanto la práctica de la música de concierto como de aquella otra destinada a ser bailada o escuchada en los ambientes populares, lo que le permitió a Manuel Saumell relacionar creadoramente su condición profesional con la influencia de las sonoridades recibidas en el curso de su vida, dentro de una nación que entonces se gestaba. De ahí que Saumell no sólo sea justamente considerado “el padre del nacionalismo musical cubano”, sino también una de las figuras representativas de un peculiar Romanticismo que adecuó los rasgos más significativos de ese estilo artístico, a la idiosincrasia de nuestra Isla.
Poseedor de un catálogo de obras no tan extenso como variado, Saumell llegó a ser un artista descollante no sólo en Cuba, sino que por su obra y su labor fundacional en la música, trascendió también para Hispanoamérica.

Sus más de cincuenta contradanzas para piano constituyen, sin dudas, lo más logrado de toda su creación por ser síntesis de muchos elementos musicales y extrartísticos que han participado de la música cubana más auténtica, y porque de manera convincente expresan la personalidad del compositor. Esas realizaciones de Saumell lo convierten en el gestor de ciertas formas de comportamientos rítmicos, melódico-armónicos y tímbricos que evolucionaron y se fijaron en géneros de la música cubana. De ahí que Saumell no sea solamente “el padre de la contradanza”, como se le ha llamado: es el padre de la habanera, del danzón, de la guajira, de la clave, de la criolla y de ciertas modalidades de la canción cubana. Todo lo que se hizo después de él, afirma Alejo Carpentier, fue ampliar y particularizar elementos que ya estaban plenamente expuestos en su obra.
Manuel Saumell murió en La Habana, hace 137 años, UN DIA COMO HOY.