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Chaikovsky terminó de escribir su Quinta Sinfonía en mi menor, Op. 64

29 de marzo de 2013

Un día como hoy, pero de 1888, el compositor ruso Piotr Ilich Chaikovsky terminó de escribir la obra que resultaría la más querida por el público y los intérpretes, de entre el total de 8 sinfonías creadas por él. Y esa afirmación tiene como fundamento la constante presencia de esta obra en conciertos y en las largas listas de grabaciones para los discos. Me refiero, por supuesto, a la Quinta Sinfonía en mi menor, que Chaikovsky escribió el mismo año en que realizó su exitosa gira por Europa, y durante la cual conoció a Brahms y Grieg en Leipzig; a Dvorak en Praga y a Gounod, Massenet y Paderewski, en París.
Si las primeras generaciones de compositores rusos, en las que se incluyen Glinka, Dargomisky y el grupo de Los Cinco, se propusieron crear un arte eminentemente nacional, con Chaikovsky la música rusa alcanzó un punto de equilibrio entre la actitud nacionalista y el interés en un lenguaje más acorde con el de los otros países de Europa. Y esto puede apreciarse, de manera ejemplar, en las sinfonías del compositor ruso, entre las que se destaca la Quinta en mi menor.
La obra, al igual que las restantes sinfonías de su autor, responde a la intención de traducir a la música ideas y conceptos de carácter sicológico o vivencial, aunque los mismos no aparezcan formulados en una redacción literaria.
Hay un tema que recorre toda la Sinfonía, pero cambiando su aspecto y su función. Al principio aparece en los clarinetes, como un presagio dramático y sombrío; en otro momento se convierte en una clamante llamada y, al final, se transforma en una heroica marcha. Y a ese tema, el compositor le llamaba “tema del destino”.
Pero, al margen de esas implicaciones extramusicales, la Quinta Sinfonía en mi menor es una excelente partitura orquestal. Hay en ella novedosos detalles, como la sustitución del Scherzo por un espléndido Vals, en lo que Chaikovsky siguió las huellas de la Sinfonía fantástica del francés Hector Berlioz.
El movimiento lento, por su parte, posee un antológico y hermoso discurso melódico para la trompa, y toda la sinfonía parece responder al expreso deseo del compositor cuando escribió: “Estoy ansioso por probar a mí mismo y a los demás, que no estoy agotado”.
En esta partitura, el temperamento ruso de Chaikovsky se expresa en la intensidad con que se manifiesta cada sentimiento de la obra. Un fuerte apasionamiento emotivo recorre toda esta Sinfonía, desde su sombrío principio hasta su heroísmo final.
La Quinta Sinfonía en mi menor, que ocupa el opus 64 en el catálogo de Chaikovsky, fue terminada por su autor en San Petersburgo, hace 119 años, UN DIA COMO HOY.