Cuba olímpica (II): retorno al podio en México
24 de junio de 2016
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En los Juegos de Ciudad México, en 1968, Cuba presentó una delegación conformada por 138 atletas, de ellos 16 mujeres, en 14 deportes y los resultados mejoraron notablemente.
El boxeo dio las dos primeras medallas en México. Por primera vez Cuba se presentó con un equipo completo, una tradición que se extendió a ocho citas estivales consecutivas y solo terminó en Beijing, en 2008. La primera presea la aportó, en los 63,5 kilogramos, Enrique Regüeiferos quien cayó en el combate final, por cerrada votación de tres a dos, ante el polaco Jerzy Kulej. Luego, Ramón Garbey, de los 71 kilos, alcanzó la otra plateada cuando cedió, sin problemas, frente al soviético Boris Lagutin.
Los relevos en el atletismo aportaron las otras dos medallas en México. La más brillante generación de corredores de velocidad en Cuba cumplió un excelente papel en suelo azteca. Los hombres del 4×100 metros, liderados por Enrique Figuerola, plata en Tokio cuatro años antes, junto a Pablo Montes, Hermes Ramírez y Juan Morales concluyeron en la segunda plaza. Las mujeres finalizaron en igual posición, encabezadas por Miguelina Cobián. Completaban al cuarteto plateado Marlene Elejalde, Violeta Quesada y Fulgencia Romay.
La cita en México, 1968 fue el ensayo. Múnich, la capital económica de la entonces República Federal de Alemania, marcó el real despegue del deporte cubano. En la ciudad alemana se conquistaron ocho medallas en total, las mismas alcanzadas entre 1900 y 1964. En los Juegos de 1972, el boxeo volvió a acaparar los titulares, con tres medallas de oro, una de plata y otra de bronce.
En el deporte de los puños, Orlandito Martínez dio la primera dorada desde Ramón Fonst, al vencer en el combate final de los 54 kilogramos al mexicano Alfonso Zamora. Después vinieron los triunfos de Emilio Correa, en los 67 kilos, frente al húngaro Janos Kajdi y, por último, el éxito más esperado: el de Teófilo Stevenson quien venció por abandono al rumano Ion Alexe, en más de 81 kilos. En ninguno de sus cuatro combates, Stevenson permitió que sus rivales llegaran a escuchar el campanazo final. Entre sus victorias, la más espectacular fue en los cuartos de finales, cuando enfrentó al estadounidense Duanne Bobick, considerado como “la esperanza blanca”.
En los Panamericanos de Cali, en 1971, Bobick venció a Teófilo por tres a dos; pero, en Múnich, Stevenson no le dio muchas oportunidades a la “esperanza blanca” y en el tercer asalto su mano derecha penetró limpiamente la defensa del norteamericano y lo lanzó a la lona, para un espectacular fuera de combate. Stevenson mereció la Copa Val Baker al mejor boxeador del torneo olímpico.
El boxeo conquistó otras dos medallas, una de plata de Gilberto Carrillo, en los 81 kilogramos, quien cayó en la final ante el extraordinario peleador yugoslavo Mate Pavlov y un bronce, a manos del voluntarioso Douglas Rodríguez, en los 51 kilos.
Además del boxeo, el atletismo también tuvo medallistas, esta vez todas mujeres. La velocista Silvia Chivás concluyó con el bronce en los 100 metros planos y su aporte fue imprescindible para que la cuarteta de 4×100, integrada por Marlene Elejalde, Fulgencia Romay y Carmen Valdés, marcara 43,36 segundos, suficientes para la tercera plaza. Entre los hombres, Alberto Juantorena no pudo pasar de las semifinales en los 400 metros; pero mostró algunas de las cualidades que lo convertirían en historia cuatro años más tarde.
El baloncesto cubano cumplió en Múnich la mejor actuación de todos los tiempos. Los catorce puntos de Pedro Chappé y Ruperto Herrera, además de los diez de Alejandro Urgellés, resultaron decisivos para el triunfo por 66-65 contra Italia, en el partido por el tercer lugar del torneo. Cuba, con sus ocho preseas, finalizó en la decimocuarta posición en la tabla general de medallas.
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