Vizcaíno: revisitado
7 de agosto de 2017
| |Fotos: Cortesía del artista
Hace unas horas, por correo electrónico, recibí una grata sorpresa: me escribió un amigo, el pintor y grabador Zenén Vizcaíno, quien en los últimos años comparte su vida entre el D.F. y La Habana: en adjunto —y como regalo— me envió una obra recién nacida y titulada “La Cofradía” (óleo sobre tela, 80 x 60 cm) y que pertenece a la serie BACKTAGE.
Vizcaíno (La Habana, marzo 1962) es un artista que se enmarca en la Generación de los 80 y su obra tiene un fuerte contenido instalativo con códigos que, a primera vista, pueden ser chocantes por la aspereza con que están abordados: no hay dudas que este creador —además de oficio y mano entrenada— apuesta por la idea, por el concepto, por la reflexión y eso hace que su obra, quiéralo o no, te atrapa, deslumbra o asusta, pero jamás deja al espectador indiferente.
La exposición de litografías intervenidas, “Parábolas y acertijos” —exhibida hace un tiempo en el Centro Cultural Casa Purcell (Coahuila), en México— definió muy bien la estética de Vizcaíno porque fueron, según me comento en aquella ocasión, “narraciones alegóricas, sugeridas de un creador que ha sacado de la vida sus propias enseñanzas y acertijos. A la vez que muestro, también oculto algo al espectador; es como un rompecabezas incompleto que solo el público puede terminar luego de mucho mirar y descodificar cada obra”.
La permanencia de Vizcaíno en México es provechosa y no ha dejado de crear y de exhibir. Excelente ejemplo fue “Los sueños de la razón”, muestra que se vio en la galería del Recinto del Patrimonio Cultural Universitario, de la capital mexicana. Ese título fue “tomado” de un aguafuerte de la serie de “Los Caprichos”, de Francisco de Goya (1746-1828), uno de los grandes maestros de la pintura de todos los tiempos.
“Los sueños de la razón” incluye trece acuarelas, en las que desde la figuración se mezclaron objetos como posibles instalaciones: “esta vez asumo la figura humana interviniendo y manipulando la obra de cualquier clásico como Jacopo Robusti, Il Tintoretto (1518-1594, pintor manierista veneciano, uno de los artistas más destacados del último tercio del siglo XVI) o Diego de Silva Velázquez (1599-1660, pintor español, máximo representante de la pintura barroca en su país). Es decir, que intento integrar el universo objetual de Tintoretto o Velázquez —por sólo poner dos ejemplos— y reinvento otro discurso: un discurso propio”.
Hace unos años, en una entrevista para el programa “Luces y sombras” de Habana Radio, Vizcaíno aseguró: “al evitar la figura humana soslayo la anécdota y abro ventanas”. Pero, ¿acaso con el paso del tiempo ese criterio se mantiene?: “aún mi discurso evita la anécdota, pero la intervención de personajes —sean clásicos o no— alimenta y enriquece el oficio, y cambia la apreciación de quien consume la obra. Igual, sigo dejando otras ventanas abiertas a la interpretación de la obra evitando el discurso lineal”.
“Oficio de Gourmet” fue otra exitosa muestra de Vizcaíno exhibida en la Galería de Los Oficios —enclavada en la calle de igual nombre que se enlaza con la céntrica Plaza de San Francisco de Asís en el mismísimo corazón de La Habana colonial— y, posteriormente, en el Museo de la Ciudad de Guadalupe, en la urbe mexicana de Monterrey.
En “Oficio de gourmet”, Vizcaíno incluyó diez pinturas de mediano formato, algunas piezas realizadas en forma de circunferencia y seis dibujos que se complementaban con objetos esculturados. En su momento —y para las palabras del catálogo— escribí:
“A primera vista, «Oficio de gourmet» pudiera parecer un divertimento, pero nada más ajeno a un coqueteo epidérmico: si algo tiene de visceral el quehacer de Vizcaíno es su intento —sostenido y reiterado— de mantener un discurso, muchas veces crudo y a la vez lleno de señales que convocan al espectador a consumir lo que más necesita: su espíritu. Con estas bandejas magnificadas —que son en sí mismas instalaciones pictóricas de lata y no de plata—, el artista nos ofrece todo un menú que convida a degustar desde lo más cubano hasta lo universal: fichas de dominó próximas a la cúpula del Kremlin; «La rueda de bicicleta» de Marcel Duchamp cercana una lasca de pepino; un fragmento de «Las Hilanderas» de Velásquez contigua a un chicharrón de cerdo; «El grito» de Edvard Munch y limítrofe con un naipe: ¡sírvase usted lo que apetezca! Por otra parte, «Oficio de gourmet» es, sin dudas, un muy serio trabajo/estudio sobre los sentidos que —cual trampa visual nos atrapa— porque más que una representación totalmente verista de cada elemento, es una incitación primaria a la pupila para que decida, de manera absolutamente volitiva, hacia qué se inclina. Este efecto se apoya en la utilización de una paleta de color mucho más amplia que en anteriores trabajos, pero igualmente sobria y contundente”.
Acercarse al quehacer de Vizcaíno es topar con la diferencia, con aquello que no hace concesiones al mercado, con una obra inteligente y bien pensada, auténtica en el más amplio sentido del concepto: emplazarse frente a sus creaciones es emprender un sinuoso, escabroso y hasta peligroso viaje del que, seguramente, no saldremos ilesos: ante su obra, la indiferencia está prohibida.
Sus piezas tienen principio, clímax y final. Ese sentido del supuesto retablo —que a veces aparece apoyado con texturas y amalgamientos—, es el que estampa volumetría e imprime un intenso espíritu instalativo. Y ahí, en la instalación, es donde hallamos su mayor guiño creativo porque la contemporaneidad de su arte está dada en no hacer instalaciones (en el sentido físico de la acción) sino que las pinta.
Crear o más bien recrear una instalación desde el lienzo, la cartulina o la piedra es el reto que se ha planteado y asumido con éxito gracias a la riqueza visual de que es poseedor; súmele a eso la raíz profundamente habanera, cubana y también universal.
Ahora, que Zenén Vizcaíno atraviesa un “período mexicano” tendremos que ver hasta qué punto el potente imaginario azteca ha influido o no en la obra: la venidera Bienal de La Habana —a realizarse el año próximo— sería el sitio por excelencia para determinar por qué caminos creativos desanda.
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