Rubén Rodríguez Martínez: “Me gusta esculpir el movimiento”
26 de abril de 2019
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Empezó a bailar los nueve años y ya tiene 61. Fue primer bailarín de Danza Contemporánea de Cuba y después de 50 años de vida artística sigue tras los movimientos, ya con un “saco” de experiencias sobre sus hombros.
Coincidimos con la colega Mery Delgado al afirmar: “Decir Rubén Rodríguez es recordar las primeras imágenes de «El cruce sobre el Niágara» de Marianela Boán o su legendario «Michelangelo», concebido para él por Víctor Cuéllar. Discípulo de los grandes maestros de la danza y el ballet, Rubén demostró no solo la cultura general que lo viste y engrandece, sino como su inquietud, persistencia y búsqueda lo llevaron a formarse y convertirse en la figura que es hoy”.
Desde pequeño, Rubén sintió un gran interés por la danza, lo que lo lleva a estudiar en la Escuela Nacional de Arte de Cuba, donde obtiene el Graduado como Bailarín de Danza Contemporánea y Afro-Cubano y también los diplomas de Primer Bailarín y Profesor. Como reconocimiento a su trayectoria en 1988 le es otorgada la Medalla por la Cultura Nacional.
De sus propias conclusiones obtenidas a través de su trayectoria, el maestro transmite a sus alumnos además de sus conocimientos, una visión personal y un concepto propio sobre la danza actual, considerando a esta como un hecho espontáneo, una expresión del espíritu humano. Su trabajo se basa sobre las dinámicas con sus cualidades, relacionadas con el impulso y sus centros motores, y la plasticidad que es capaz de lograrse a través del movimiento. En todo este trabajo existen elementos de la cultura africana, que aporta al movimiento fuerza y sensualidad. Rubén desde su universo personal nos propone toda una experiencia física, mental y espiritual con un único fin: disfrutar de la danza que es, sin duda, una de las formas de expresión artística más sublimes.
¿Cuánto afecta la lejanía a un artista?
La lejanía tiene que ver con la nostalgia y la nostalgia es una herida interna que se hace en el alma y duele mucho. Nunca logré desarraigarme y mi formación folclórica me ayudó en eso.
¿Qué ha sucedido después de ese regreso en el que varias generaciones no conocen su obra?
Yo me encontraba viviendo en Europa y estuve 14 años sin venir a Cuba. Acumulé muchas experiencias, desde el punto de vista profesional, académico. Tuve cerca de 15 maestros europeos de distintas nacionalidades. Al llegar aquí he tenido que reorientarme, otra vez. Pasó toda una generación que no me conocía. Pero en el 2018, por ejemplo, he estado en varias ciudades del país: Cienfuegos, Villa Clara, Guantánamo, Holguín, Santiago de Cuba… por las mejores escuelas de danza en la Isla impartiendo conferencias magistrales… Amo la pedagogía y me apasiona ver el crecimiento de los jóvenes como artistas. Como ves, poco a poco me he ido dando a conocer. Regresé con un saco de semillas.
¿Fundar una compañía sigue siendo uno de sus propósitos?
Yo he hecho unos tres intentos de tener mi compañía y los tres han sido fallidos. No pierdo las esperanzas de tenerla y creo que muy pronto será, pero aquí. Lo que más feliz me hace es ser profeta en mi tierra. Es algo difícil pero estoy luchando por eso. En estos momentos trabajo con una persona que quiero y admiro por su obra, su persona: Lizt Alfonso. Soy maestro de su unidad docente y de la Compañía. Me gusta mi reino, no la fama. Mi microuniverso es de la puerta de un salón para adentro y en ese lugar puedo estar hasta ocho horas. Busco trabajar el cuerpo humano como un escultor con la arcilla. Me gusta esculpir el movimiento, moldear al bailarín, desde el entrenamiento hasta el trabajo coreográfico.
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