¿Quién es Fidel?
29 de noviembre de 2016
| |Fotos: Alexis Rodríguez
Al igual que muchos dentro y fuera de Cuba, aunque no tantos como hubiesen querido, María de los Ángeles Machado Martínez habla con orgullo sobre haber visto personalmente a Fidel. Orgullo, y tristeza, al tener que custodiar el libro de condolencias puesto a la entrada del Museo de la Ciudad, las mismas puertas que él atravesó varias veces en sus recorridos por la Habana Vieja durante los 23 años que ella ha trabajado en el edificio.
Antes del 25 de noviembre ya Fidel era un mito. “Lo recuerdo viril, fuerte, algo así, grande, no sé cómo explicarte. Algo muy grande y muy fuerte, que cuando tú lo ves te impresionaba mucho”, dice mientras le alcanza a los trabajadores de la Oficina del Historiador el bolígrafo para que firmen voluntariamente el compromiso de llevar a cabo el concepto de Revolución expresado por el líder.
Pero en el Centro Histórico habanero Fidel vivió, además, momentos decisivos para el futuro de Cuba y el resto de Latinoamérica, los cuales Lesbia Méndez, directora de Patrimonio de la Oficina, asevera que tuvo el privilegio de presenciar.
En numerosas ocasiones se vio al revolucionario caminar estas calles. Para la inauguración de la Basílica Menor del Convento San Francisco de Asís; para la del Convento de la Orden de San Salvador de Santa Brígida; para la inauguración de la Iglesia Ortodoxa griega; acompañando a Jefes de Estado y personalidades en visitas oficiales a la Isla, así como en otras actividades.
Sin embargo, fue el encuentro entre Fidel y Chávez en la Casa Simón Bolívar, acaso, el más grande recuerdo que Lesbia atesora de sus momentos junto a Fidel.
“Tuve la suerte y el grandísimo honor de vivir la primera vista del Comandante Hugo Chávez a La Habana, cuando acababa de salir de prisión, a quien Fidel recibió de esa manera tan inusual, que impactó al mundo, porque le dio prácticamente una atención de jefe de estado a un hombre que en Venezuela había representado todo lo contrario. Esa es una linda historia donde el primer sorprendido fue Chávez”, evoca.
“El pretexto de la visita de Chávez a La Habana – continúa – fue una invitación que le hizo Leal para que conociese la Casa Simón Bolívar, y allí el líder impartiría una conferencia. Pero Fidel sorprendió con aquella atención que desbordó esa supuesta visita mucho más discreta.
”Fue en aquel encuentro que se conocieron por primera vez Chávez y Daniel Ortega – que en ese momento no era presidente de Nicaragua –. En lo que se esperaba por Fidel, ellos se conocen, los presentan, y luego al poco rato llegó el Comandante”, cuenta la egresada de Historia del Arte que ha dedicado toda su vida profesional al sueño de rescatar la ciudad antigua.
Una década después, volvieron Fidel y Chávez al lugar del encuentro para rememorarlo. Lesbia todavía estaba allí, con los mismos nervios que la hicieron decir “buenas tardes”, en lugar de “buenos días”, aquella primera vez que habló con Fidel, durante una visita sorpresiva, junto al director de la CNN, a la Casa de la Obra Pía, en la década de los noventa.
“La impresión de ver a Fidel siempre era muy fuerte, en el sentido de que es un hombre tan grande, que tantas veces sobrepasó la muerte, que llegamos a creer que no fallecería nunca.
”Durante el paso de una década entre las dos veces que intercambié con él, no percibí que en el transcurso de los años le transformase su carácter, su forma de ser, siempre jovial, en el sentido de que era muy delicado con las personas que conocía y saludaba” comenta Méndez.
”Recuerdo que en la segunda visita, me preguntó: «¿Y tú estabas aquí hace diez años?». Y le respondí: «Sí, Comandante, yo tuve el privilegio de presenciar su primera visita, y ahora tengo el privilegio de volverlo a recibir».
”Es decir, que él siempre tenía ese detalle cuidadoso, delicado con la persona con la que estaba él conversando. Una siempre se quedaba con el temor de qué me va a preguntar, el miedo a no saber dar la respuesta inteligente, oportuna, veraz, que siempre buscaba en las personas con las que conversaba y uno se sentía sobrecogido, pero era con esa voz dulce – y sabemos que tuvo que tener momentos en los que quizás no fue así –; pero las que yo viví, fueron ocasiones en las que él siempre llegaba como el visitante, con esa cortesía, con esa amabilidad, con esa agudeza para saber qué hacía uno, a qué se dedicaba, cómo estaba trabajando”, describe.
Sea en el Museo de la Ciudad, o en el Memorial José Martí, o en la Casa de la Cultura del municipio más pequeño de Cuba, la gente ha esperado horas para ver una imagen custodiada por flores. Pero aunque simbólicamente signifique un tributo, ese no es Fidel. Fidel es el que guarda la memoria y el corazón de cada cubano, el que heredarán los que vengan, a través de sus padres y abuelos. El que sobrevivió a la muerte el día que decidió entregarlo todo a la lucha de siglos por la independencia de Cuba.
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