Olor Camerata

14 de octubre de 2013

Basílica de San Francisco de Asís, Camerata Romeu, Música, Oficina del Historiador

Por Jaime Masó Torres
Fue este sábado 12 de octubre de 2013 en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, en el Centro Histórico de La Habana, donde la magia musical volvió a ser cómplice, protagonista del día a día. Sólo el espectador sabe. Diez minutos después de las seis de la tarde toda la sala estaba llena.

Más de veinte mujeres van entrando de manera apresurada, afinan las cuerdas -sus cuerdas, nuestras cuerdas-, y todas llevan consigo el aroma que las identifica. Ellas son negras, blancas, mulatas o rubias. Ellas son altas y bajas. Saben leer el pentagrama, pero no remediar los nervios.
Zenaida Romeu ya está lista. Siempre lo está. Nada más ha puesto sus pies en el escenario y comienza a transformarse. Dirige unas palabras de agradecimiento a propósito del Festival “Ellas crean”.
Zenaida está en posición: un pie delante y otro detrás. Zapatos rojos en perfecta combinación con el negro de su traje. Ya no es la misma. Su cara se tensa, se tensan sus chicas, se tensan las cuerdas y la Romeu acelera sus gestos -a veces suaves, a veces violentos- y de sus manos sale música.
“Vista al mar” de Eduardo Toldrá es la primera obra que interpretan, basado en un poema de Joan Maragal. Y entre ellas se miran, se hacen señas y nadie llega a descifrar esos códigos. Son los signos de mujeres.
Ahora el aplauso rompe el silencio y ya no hay dudas en la sala. Zenaida y sus muchachas se retroalimentan de esos elogios, de esas miradas. Escogen de George Bizet una versión orquestal de la ópera “Carmen”. La combinación de castañuelas, tamboras, violines… parecen romper el espacio. Zenaida vuelve a su “metamorfosis” y sus manos giran, y sus manos danzan, y sus manos tiemblan, y sus manos cantan.
Terminan entre la sacudida y el sobrecogimiento. Empieza el aplauso, las aprobaciones… y el milagro se hace. Sabemos que ellas –todas cubanas– son del mundo, la mejor creación. El olor Camerata queda en la sala mientras las muchachas se despiden. Dejan ese aroma de música, de virtuosismo, de cubanía.