Natalia Bolívar: fuente viva de la Historia de Cuba

21 de agosto de 2015

Cuba, Cultura, Magda Resik, Religión

Texto y fotos: Nadia Herrada Hidalgo

Natalia Bolívar es una mujer de carácter fuerte, con una historia de vida impresionante y comprometida con su patria. Desde muy joven se arriesgó por la independencia nacional. Asumió compromisos de los cuales no se arrepiente, más bien se enorgullece. Y además, cuenta con sobrado prestigio nacional e internacional por su obra antropológica sobre las religiones afrocubanas. Esta valiente cubana fue la invitada especial del más reciente “Encuentro con…”, espacio que conduce la periodista Magda Resik en el Pabellón Cuba, la sede nacional de la Asociación Hermanos Saíz.
El público colmó el espacio, para sorpresa de Natalia, y la conversación, a pesar de haber entablado otras similares en el mismo lugar, fluyó amena y diáfana, entre risas y reflexiones. “Yo siempre fui la oveja negra de la familia -reconoció Bolívar-; era muy rebelde, iba en contra de lo que me rodeaba, incluso de mi educación eclesiástica”.

La prestigiosa investigadora era una “niña de sociedad”, pertenecía a la aristocracia habanera antes del Triunfo de la Revolución, incluso su familia tenía pequeños negocios con el gobierno de Batista. Como era costumbre en la época estudió en un Colegio de Monjas, al cual agradece sus primeros conocimientos. Sin embargo, sentía que ese no era su mundo. Por ello, iba en contra de las férreas costumbres religiosas. A pesar de las fuertes presiones en el ámbito familiar y escolar se fue forjando una personalidad propia que distaba de lo que se esperaba de ella: su inserción en la vida de la alta sociedad y los bailes de salón con pretendientes acomodados.
La lectura y la pintura eran dos de sus grandes pasiones. Los cursos que tomó en Nueva York y los consejos de su prima, la afamada escultora Rita Longa, contribuyeron a que mejorara su técnica y, posteriormente, realizara dos exposiciones que fueron bien recibidas por la crítica.

Su afición por el arte la condujo a establecer vínculos laborales con el Museo Nacional de Bellas Artes; pero allí su rumbo cambió, dio un giro inesperado. “Este encuentro con Bellas Artes me aportó en muchos aspectos, pero sobre todo me unió al Directorio Revolucionario (DR), que para mí es un orgullo decir que soy de esta organización, a mucha honra, porque nunca he conocido gente más valiente, honesta, unida y solidaria que los del Directorio. El DR es una gran enseñanza para mí, y lo digo en presente porque cada día aprendo con mis compañeros”, afirmó emocionada y aplaudida por los presentes.
“El DR cambió mi vida para bien; comencé a mirar las cosas desde otra perspectiva, a estudiar profundamente la Historia de Cuba y a comprender aspectos de la política completamente desconocidos para mí. Yo tenía que llevar una doble vida: alquilaba apartamentos, traficaba armas, escondía periódicos clandestinos, pero mi familia no lo sabía. Engañaba a mi mamá. Mi vida, en esa época, se convirtió en una gran mentira”, narró.
Natalia compartió con la audiencia momentos duros de aquel tiempo. Relató su experiencia en la cárcel y cómo salió de ella gracias a sus conocimientos de la religión afrocubana. Explicó cómo era la vida de los jóvenes revolucionarios, la persecución, el maltrato, los asesinatos, su asilo en la Embajada de Brasil y mucho más.

También, se refirió a su vida religiosa y a ese binomio inexplicable, que convive en ella, de la religión católica y afrocubana: “En la iglesia católica yo estaba obligada por mi familia. Tenía muchas dudas sobre la Biblia, no estaba de acuerdo con algunas cosas, pero debía permanecer allí por imposición. Mientras que a la religión afrocubana llegué de otra forma”.
Su nana era una espiritista de origen congo, vestía impecablemente de blanco y tenía dotes de excelente cocinera. Para consentirla le hacía cuentos donde los animales y las plantas hablaban, de ahí el fervor de Natalia por la naturaleza. También en esas narraciones, estaban presentes enseñanzas religiosas. Con esa señora, que además practicaba el Palo, pasaba la mayoría de su tiempo desde la niñez; con ella aprendió a fumar tabaco a los diez años.
La otra persona importante en su camino a la religión afrocubana fue Lydia Cabrera, con quien compartió sus inquietudes y conocimientos, y abordó un tema del cual no se había escrito prácticamente nada. En ese sentido resaltó que la mayoría de sus libros han partido de investigaciones empíricas sobre el terreno. Confesó que se había “rayado” en casi todas las “casas” que existen en Cuba para poder conocer, de primera mano, las diferencias y similitudes entre ellas.

Después de conversar sobre su religiosidad de origen africano, Natalia admitió que también se siente cautivada por las culturas aborígenes. En estos momentos, espera los resultados de una prueba de ADN para descubrir el por ciento de legado indio que tiene en su sangre.
Esta mujer encantadora que siempre fue en contra de sus miedos para vencerlos -aunque hay uno del que no se ha podido desprender: los rayos-, también respondió las preguntas de un púbico que se mantuvo atento a cada palabra del diálogo. En respuesta a la curiosidad de los presentes, rememoró entonces la presentación de la primera edición de “Los Orishas en Cuba”, su admiración por la figura de Quintín Banderas y su delirio por los boleros y las canciones con buenas letras.
Casi dos horas duró el diálogo; sin embargo, quedó mucho por decir. Natalia Bolívar es una fuente viva de la Historia de Cuba, de la cual hay mucho que beber aún.