Mundito González: “El mismo público me bautizó” (Primera Parte)
11 de febrero de 2015
| |Fotos: Alexis Rodríguez / Cortesía del Entrevistado
Jamás ha renunciado a su ciudad de origen, esa que lo vio nacer. Pocos lo conocen como Edmundo Rodolfo González; él es Mundito González de Cuba, una voz inconfundible del bolero.
¿Por qué Mundito, y no Edmundo Rodolfo?
Tiene su historia bien bonita, de familia, ¿no? Mi padre en Bayamo era Edmundo, y todo el mundo le decía Mundo. Nací yo, y todo el mundo me empezó a chiquear: Mundito. Y la familia siguió creciendo: me casé con la bayamesa Enith Rosabal, y tuvimos primero una hembra y después un varón, que le pusimos Edmundo Rodolfo también. Entonces pues había que buscarle otro chiqueo, y le decimos Munditín. Pero ahí no ha parado la cosa: Munditín tuvo otro Edmundo, y le decimos Munditico. O sea, que la dinastía de los Edmundos siguió, y ya somos cuatro.
Pero en el mundo de la música funciona más Mundito González…
Yo pretendía hacerme llamar Edmundo, haciendo como un homenaje a mi padre, y que siempre me recordaran con el nombre de él; pero no, eso era imposible. El mismo público me bautizó, y nadie me llamó Edmundo jamás, todo el mundo Mundito.
¿Cómo llega la primera propuesta de Mundito para trabajar en CMKX, la emisora radial bayamesa?
Yo a veces comento que, muchacho uno al fin, porque era bien joven en el año 1963, cantaba en fiestas de 15 con los amigos y amigas, pero nunca en serio, y con la guitarra; estudié ese instrumento con el profesor Nelio González, de Bayamo, guitarra práctica, y eso me ayudaba a acompañarme con los boleros, las baladas y las canciones de la época, todas las canciones que se escuchaban por la radio.
Entonces tuve la propuesta del entonces Consejo Nacional de Cultura, la Dirección Municipal, porque estaban en busca de valores y de aficionados que quisieran participar en distintos programas de radio y en presentaciones en público. Y yo les dije: “Mira, no, yo soy estudiante, yo no soy cantante aficionado siquiera”.
¿Qué estudiaba en ese momento?
Estaba en el Preuniversitario, pero el embullo fue mucho. Y empezaron las serenatas y toda una serie de cosas, y me fueron involucrando; pero al final lo que más me gustó fue que me llamaran de CMKX, porque ya en la tarde había otro programa musical con valores bayameses, como Ángel Labrada; Robertón, que le decíamos a otro de los cantantes; El Gaucho; en fin, eran dos o tres intérpretes de la época que sí ya eran cantantes sobre todo de orquestas y profesionales en Bayamo. Y eso me embulló porque iba a hacer un programa en la noche que lo llamaron “El amor, la noche y tú”.
Un programa muy conocido en Bayamo.
Eso me dio a conocer en todo Granma, en Camagüey, y todo el mundo escribía. Era increíble eso.
Me embulló —como decimos nosotros allá— y seguí. Y con la bobería, duró casi tres años ese programa al aire, de lunes a sábado.
¿No hubo oposición dentro de la familia para que Mundito cantara?
Sí. A mí padre le gustaba mucho la música. De hecho, entonaba muy bien y cantaba muy bien, y le cantó a mi madre en serenatas y todo.
Pero de ahí a que su hijo cantara…
No quería de ninguna manera. Él decía: “Termina tus estudios y después canta todo lo que tú quieras, y ya veremos”.
¿Así lo hizo?
¡Qué va!
¿Qué pasó?
Yo seguí ahí. Entonces mi abuela materna me regaló una guitarra, y seguí estudiando escondido con el maestro Nelio. Y ya dos o tres años después, hubo una convocatoria para el Coro de Bayamo. René Capote era el maestro director de ese coro, muy bueno por cierto. Bayamo ha sido una ciudad muy cultural: los festivales de coro se celebraban en la ciudad de Santiago de Cuba y en Bayamo.
Mundito, sigue pasando el tiempo, la presentación en CMKX, y ya se va haciendo de un nombre en Bayamo y ya es conocido.
Y ya viene en camino el cabaret, que era lo que menos le gustaba a mi viejo.
El cabaret tiene sus características. Actuar en cabaret no es lo mismo que hacerlo en un estudio más íntimo. ¿Cómo se enfrenta el joven Mundito al mundo del cabaret, a la noche, a la bohemia?
No, yo me le fui de las manos a mi familia.
Mi mamá también se oponía un poco, pero mi abuela era muy alcahueta y me adoraba; nada, me apoyaba. En fin, que desde que comenzaron las noches aquellas en el Cuco Bar, en Donato Mármol, bien cerca de mi casa, y en el Magic Club, allá pegado a la iglesia, cerca del parque, y en todos esos sitios, empezamos a hacer como momentos musicales.
Pero ya había en proyecto eso que hoy llaman el cabaret Bayam y, de hecho, en 1964, se estrena el primer cabaret Bayam en un sitio que era simplemente una barra con aire acondicionado, ahí mismo, frente al hoy Hotel Sierra Maestra, en la Carretera Central, saliendo para Santiago de Cuba.
Eso era una barra, y tenía un patio cercado de bambú, y el piso era parte de tierra y parte de cemento, no sé. En ese rinconcito del Holiday Club empezamos a hacer el proyecto del Bayam. Se hizo un concurso para ver quién le ponía el nombre al cabaret, y no recuerdo quién fue el que ganó el concurso, que se le ocurrió ponerle el nombre aborigen de nuestro Bayamo.
Tengo infinidad de fotos del primer Bayam y del bambú aquel, del Holiday.
Es increíble. Yo lo guardo todo. A veces mi mujer dice que yo equivoqué la profesión y que yo debí haber sido periodista o no sé. A todo le hago una foto, y quedan los recuerdos ahí.
En Santiago también actúa en cabaret hasta que conoce a dos figuras que lo impulsan para que venga hasta La Habana a seguir desarrollando su música: Adolfo Guzmán y Alberto Vera. ¿Cómo fue el encuentro con estos dos maestros?
Eso fue muy emotivo, porque yo empiezo a cantar en los Festivales del Creador Musical, que ojalá volvieran algún día; eso estimula la creación de los intérpretes y de los autores, por supuesto: concursar y ganar y después venir a La Habana, representando a nuestra provincia, como veníamos.
Hubo oportunidades que me llamaban de Pinar del Río para que defendiera alguna obra en Pinar, y ganaba en Pinar y entonces iba al Festival Nacional del Creador, o venía, casi siempre era en La Habana. O miento: se hicieron en La Habana dos y dos en Matanzas, y en Palmar del Junco y otro por allá por Cienfuegos, que creo que fue el primero.
Y los maestros Guzmán y Alberto Vera me decían: “No tienes grabaciones; mira, esa voz no podemos dejar que se pierda. Debes venir a La Habana, hacemos un plan de grabaciones en el ICR”. Y así lo hice: grabé mis cuatro primeros disquitos 45 para las victrolas; en fin, alcancé la última etapa de las victrolas en Cuba.
Grabé para el ICR justamente para pasarme por radio con algunos de los temas, y Guzmán escogió que los seis primeros fueran de los que ganaron en los Festivales del Creador Musical. Recuerdo con mucho orgullo y con mucho amor además a un gran amigo, con el que gané cinco años consecutivos, que es Manuel de Jesús Leyva (Coco), Coco Leyva, de la Orquesta Hermanos Avilés y Juanito Márquez, allá en el querido Holguín.
Con Coco gané cinco años consecutivos, hasta que le dijeron: “Coco, no mandes más, son muchos los premios ya”. (RISAS) No, y después él siguió su cadena, con los Guzmanes; en fin, un gran músico, que ya falleció.
¿Viene a La Habana para trabajar con la idea de mantenerse, o ya viene definitivo a instalarse aquí en la capital?
No, la idea inicial era instalarme en Santiago de Cuba, porque yo estaba trabajando allí fijo, en las producciones musicales de San Pedro del Mar, de Rancho Club, y esos viajes a Bayamo todos los lunes… Se descansaba los lunes nada más y ya el martes de nuevo… Pero, por suerte, no encontré permuta de Bayamo a Santiago, y un buen día me encuentro frente al parque de Bayamo, el Carlos Manuel de Céspedes, a una muchacha que recién terminaba sus estudios en el ISA como Instructora de Arte, o en la ENA, y me dice: “¿Tú no te querías ir para La Habana?”. Y le dije: “No, me quería no; me quiero, tengo necesidad ya. Además, fui ahora, estuve grabando con Guzmán, hice un tema de Alberto Vera de estreno, y eso me tiene entusiasmado. Y ellos mismos me están diciendo: ‘mira, es aquí el asunto’”. En aquella época era así.
Tenías que venir acá y el desarrollo y todo era aquí. Había televisión acá nada más. En fin…
Y le digo: “¿Por qué me preguntas?”. Y me dice: “Yo tengo dos tíos ya viejitos, que ella es bayamesa y él es de acá, pero ella quiere venir para Bayamo, quiere terminar acá. Yo pienso que tu apartamento le podría convenir muy bien a ella, y el que ellos tienen a ti”. Y es donde mismo vivo actualmente, hace ya 40 años.
¿Cómo se enfrenta ese bayamés al mundo de la capital?
Pudiera decir siempre que entré por una verdadera puerta ancha: seguí grabando, hice discos con la EGREM, y trabajé en los mejores sitios, en las grandes producciones del Hotel Riviera, del Parisién. Y algo que me llamó siempre la atención fue el feeling.
Te darás cuenta de que hago mucho la canción de José Antonio Méndez, de César Portillo, de Ángel Díaz, de Marta Valdés. Esa canción un poco difícil, la misma canción de Guzmán, es lo que siempre me llamó. Y lo hacía allá en mi programa, en mi emisora CMKX.
¿Esto no ha impedido que haya interpretado otros géneros, como la balada, y se ha escapado por ahí una guaracha también…?
Y un son. Y las canciones latinoamericanas me gustan muchísimo.
Pero se mantiene el bolero…
Como base.
¿Quién fue el intérprete que Mundito miró como ídolo, como guía; es decir, esa imagen que lo acompañó siempre?
Mira, Luis García fue un intérprete, indudablemente un señor intérprete del bolero y del feeling, y fui el seguidor de Luis siempre. No me cansaba de repetir sus canciones y de cantarlas.
Había un programa que se llamaba A solas contigo, en Radio Progreso, que yo en mi Bayamo y en Santiago no me lo perdía. Allí escuché a Elena Burke, Meme Solís y Luis García. Me enseñó muchísimo eso. ¿Qué iba a imaginar yo que años más tarde iba a ingresar en el Pico Blanco, del Hotel Saint John, donde estaba el Rincón del Feeling, y me mantuve; fui por un mes, a hacer una suplencia a un “cantantazo” que ya falleció también, Aurelio Reynoso, que fue quien me presentó a César y a José Antonio, y me mantuve allí ocho años.
¿Sabes cómo aprendí allí cosas? Y canciones y más canciones y boleros y más boleros. Eso me ayudó muchísimo.
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