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Michel Mirabal está dispuesto a participar

6 de febrero de 2019

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Michel Mirabal (La Habana 20 junio 1974) es un artista visual cubano graduado del Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI) y cuya obra en los últimos tiempos, sin duda alguna, está teniendo impacto dentro del circuito de arte norteamericano: obras suyas integran colecciones de importantes instituciones como la fundación Rockefeller y los museos de Bellas Artes de Medellín y Bogotá en Colombia, así como las fundaciones Martin Luther King y Afroamericana, en Nueva York, pero también su lienzos son atesorados en colecciones privadas de personalidades del mundo de la cultura y el deporte como Gabriel García Márquez, Mohamed Alí, Danny Glover, Ángela Mizzoni, Quincy Jones y el guitarrista Carlos Santana, entre otros.

Se acerca la 13 Bienal de La Habana y Michel Mirabal ha decidido abrir su estudio taller —enclavado en la comunidad de Marbella, que pertenece a Guanabo, al este de La Habana— a ese importante evento con una muestra (de gran formato) de su más reciente quehacer: “el portón de mi casa estará abierto de par en par para recibir a todos aquellos que deseen acercarse a mi trabajo”, dijo, al tiempo que anunció que, en los días de la Bienal y debido a esa vocación que tiene “de ayudar al máximo” a la comunidad donde vive “para que a través de la cultura los residentes de Marbella disfruten de buena música cubana”, está organizando varios conciertos que involucran a destacados músicos como Decemer Bueno, Isacc Delgado, Francisco (Pancho) Céspedes y la emblemática orquesta Los Van Van.

En conversación con el espacio Luces y Sombras de Habana Radio (todos los jueves de 7:00 a 7:30 p.m. y en audio real por Internet) aseguró que desde muy pequeño supo que iba a ser artista, lo que “no tenía claro” si se iba a dedicar a la rumba, a la literatura o a la pintura.

“Fui un niño muy inquieto —cuenta a los lectores de estas páginas electrónicas— y creo que el vivir en Cayo Hueso, que es uno de los barrios más ‘calientes’ de La Habana contribuyó a ello.  Hubo períodos en mi niñez que la manera que tenía de comunicarme era a través del dibujo, incluso cuando tenía unos seis años estuve como tres meses negado a hablar y solo dibujaba, que era el vehículo para comunicarme. Me llevaron al sicólogo y luego al siquiatra y ese fue el momento en que descubrí que el dibujar me encantaba porque me daba la posibilidad de que la gente entendiera los trazos que hacía. Recuerdo que de pequeño sentía picazón en las manos y, mientras esperaba mi turno para batear —también soy un amante del béisbol— sacaba mi agendita y me dedicaba a garabatear”.

 

¿Tienes en la familia alguna influencia cercana del mundo de las artes plásticas?

Mi abuelo, Víctor Mirabal (cubano) era periodista y mi abuela, Martha Jan Claude (haitiana) y quien echó raíces en Cuba fue una excelente cantante, actriz y también incursionó en la pintura. Mis abuelos me apoyaron muchísimo en mis inicios porque ellos, tempranamente, detectaron que tenía algún potencial.

 

Matriculaste en la Academia de Artes de san Alejandro…

Pero no terminé la Academia porque fui papá muy joven y tuve que empezar a trabajar, pero, como mi casa quedaba muy cerca del ISDI, logre matricular y concluir los estudios en el curso para trabajadores. Fue una gran dicha.

 

¿Cuánto te ha servido la formación como diseñador para, posteriormente, hacer la obra?

¡Muchísimo! Porque tuve la gran suerte de ser alumno de Omar Corrales, que fue uno de los escenógrafos más importantes del entonces Gran Teatro de La Habana y de su sala García Lorca. Los tres últimos años de la carrera los pasé trabajando allí junto a él. Esa experiencia me levantó y fue el momento en que realmente comencé a diseñar y a pintar y empecé a entender el mundo del claro-oscuro y el gran formato. Es que este es un mundo paralelo en el que tuve la suerte de poder crear y realizar la obra.

 

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Trabajaste con el Ballet Nacional de Cuba y también en el ICAIC hiciste trabajos de escenografía.

En el ICAIC estuve casi un año. Allí hacía falta un dibujante rápido que es el que va al lado del director de la película. Mi trabajo consistía en hacer todos los croquis de lo que el director solicitaba. Esa fue una experiencia muy provechosa que hacía a la par con el trabajo en el Ballet, pero también hacía teatro y zarzuela.

 

¿Quizás esa mirada y formación de diseñador sea la responsable de que tu obra se realice en grandes formatos?

A todos los artistas les gusta trabajar el gran formato. He tenido la suerte de que mi obra, realizada en gran formato, ha tenido curso y ha sido del interés de coleccionistas y galeristas a pesar de que comercializar el gran formato es difícil para cualquier artista porque los precios son altos. Debo de reconocer que el gran formato me viene por las escenografías del ballet; aun hoy, después de tantos años, la escenografía que se utiliza para las distintas puestas de la versión cubana del Lago de Cisnes, que tiene más de quince metros, fue la creada por mí.

 

Vamos a la paleta, ¿Cuáles son los colores con los que habitualmente trabajas teniendo en cuenta que cada serie tiene diferentes tonalidades?

Soy daltónico. En una ocasión un periodista de un medio de prensa del estado norteamericano de Colorado me hizo una entrevista y me preguntó, ¿cómo era posible? y, sencillamente, le contesté que yo solo veo los colores de la bandera cubana. Soy capaz de ver los colores primarios, pero las mezclas no las puedo identificar. En estos momentos trabajo con los primarios y con algunos pasteles y grises, pero en los inicios mi obra tenía muchísimo color.

 

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¿Cómo venciste esa limitación, que es real?

Como mismo vencí mi timidez: lanzarme al ruedo y tratar imaginar el resultado de la obra. Por otro lado no digo nada nuevo al afirmar que los colores dicen cosas y ningún color se coloca en una obra por gusto. He tenido que estudiar mucho y también me he esforzado. Una manera de vencer el daltonismo es estudiándolo e investigando cómo se hacen las mezclas y las proporciones de colores. Es decir racionalizando el color y aunque no lo vea se cuáles son las proporciones a utilizar para que adquiera la tonalidad que deseo en cada momento y no permito que nadie lo haga por mí, sino que me obligo a superar esa limitación.

 

Trabajas a partir de series

A inicios de mi carrera me decían ‘el pintor de las manos’, porque partía de un personaje que me cree: era una mano que tenía pies, cabeza e iba por el mundo haciendo y deshaciendo al igual que los humanos: desbaratando, descomponiendo, matando, etc. Estuve con en serie durante mucho tiempo y, sinceramente, me trae muy lindos recuerdos y se la dediqué a la madre de mi primera hija. Después vivieron las calles de la Habana, los interiores de los solares que combinaba con la fotografía, que me encanta, a la vez que hice varias instalaciones y esculturas. Después llegaron las banderas y ahora resulta que me dicen ‘el pintor de las banderas’ y nadie se acuerda de todo lo anterior.

 

¿Por qué la bandera?

La primera bandera que hice fue una puertorriqueña cuando los sucesos de la Isla de Vieques. Estaba en casa de un amigo boricua y comienza a hablarme de esa situación y ahí surgió la primera bandera que incluyó alambres de púa. Se la regalé. Tiempo después, empecé a emplear la bandera cubana que, además de tener algún que otro alambre, tenía muchas flores.

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De hecho, hay más flores que alambres en tus banderas…

Eso lo aprecias tú y me encanta que lo digas porque hay gente que aunque aparezcan más flores, tiene en su mente otra percepción. Y es que alambres y flores hay en todos los países; de hecho en mi obra, muchas veces las flores están tapando los alambres.  Si hay quien ve más alambres que flores es que el problema lo tiene esa persona.

Sin duda, mi obra es muy polémica, pero trato de ser lo más honesto posible. Vengo del barrio, de la calle y de saber cómo se pasa trabajo y, como estoy consciente de las escaseces porque las viví al igual que todos los cubanos, me siento con la potestad de decirlo y hacer una obra con madurez y que sea reflexiva y no en la posición del niño malo. Es decir, vamos a hacer cosas para llamar a atención: esa no es la idea.

 

Tus banderas son duras, pero respetuosas

¡Por supuesto! Es que no pueden ser de otra manera porque amo profundamente a mi bandera y a mi país, y amo y respeto mucho a toda la gente que, día a día, se levanta para ‘luchar’ un transporte y llegar a trabajo. Pero, lamentablemente hay personas que no tienen en su cabeza esa discernimiento y están rodeaos de fantasmas.

 

Eres un artista que alcanzó gran visibilidad a partir del restablecieron las relaciones Cuba- Estados Unidos, ¿crees que ese fenómeno mediático te aportó más de lo que te quitó o viceversa?

Parafraseando un refrán: ‘más visibilidad, más problemas’.  En la 12 Bienal de La Habana, hice una exposición en La Cabaña como parte del proyecto Zona Franca que tocaba el tema Cuba-Estados Unidos. Eso ocurrió mucho antes de que se reunieran los entonces presidentes Barack Obama y Raúl Castro y que se anunciara, públicamente, la normalización de las relaciones entre ambos países. Por supuesto que yo, como parte del pueblo cubano, no sabía que eso iba a ocurrir. Para esa Bienal utilicé las dos banderas: la de Cuba y la Norteamericana, y sinceramente sentí una gran alegría cuando sucedieron esos hechos.

 

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A partir de ese momento comencé a tener diariamente visitas en mi estudio y se me encargó una obra que estaría colocada detrás del presidente Obama cuando éste se dirigiera al pueblo de Cuba. Lastimosamente, un  grupo de personas con los que no simpatizo, se tomó una foto delante de esa pieza… y eso trae sutilezas porque hay gente que no entiende o que no quiere entender —o tienen una percepción diferente de la realidad— y comienzan a encasillarte y a catalogarte como esto o lo otro.

 

Eres un artista que, en poco tiempo, ha logrado insertarse en importantes circuitos de arte de Estados Unidos que es, como sabemos, el mercado natural del arte cubano.

Tengo la suerte de desde hace unos cuatro años trabajar con una de las más importantes y prestigiosas galerías de Estados Unidos en Aspen, Nueva York, y en Miami estoy trabajando con Art Galery, que también tiene gran visibilidad en el mundo de las artes plásticas.

Siento que estoy irradiando mi arte desde afuera, pero viviendo dentro, aquí, en Cuba. Debo confesarte que me he puesto triste y se me ha escapado alguna lágrima cuando me preguntan por qué no expongo más en la Isla. No hago muestras porque no me llaman y porque no se han interesado porque participe en una colectiva… Quizás se deba a que no les guste mi obra o, tal vez, que la percepción que tienen de mi obra no es la adecuada o piensen que no tengo el mérito para estar junto a otros artistas. Pero estoy dispuesto, abierto, a participar en todo lo que se me convoque: amo a mi país y todo lo que tenga que ver con Cuba. No admito que nadie venga a hablar mal de Cuba con o sin razón. Estoy en la mejor disposición de hacer miles de cosas: he hecho murales en el Sauce y en varios salones de nuestro ministerio de cultura hay obra mía.

Si critico algo es porque quiero que mi país mejore, porque quiero lo mejor para nuestros hijos y nietos, pero a la manera de los de adentro, no que venga nadie de  a decirnos cómo tenemos que hacer las cosas. Eso sí que no.

 

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Has apoyado proyectos que tienen que ver con mejorar a tu comunidad…

Desde muy niño sé lo que es pasar trabajo, quizás no tanto por mí porque mi abuelita iba a la tienda y me compraba un par de tenis para la escuela, pero los niños que estaban a mi alrededor si se la pasaban dura. Ayudo en todo lo que pueda: a niños sin  amparo filial a través de tres hogares que son del estado que, hay que reconocer, realiza un trabajo encomiable con estos niños. Me reuní con las autoridades pertinentes del Poder Popular, de ministerio de educación y los responsables de la atención especial y, de manera muy natural comencé a trabajar con ellos: lo mismo voy y les cocino espaguetis que les imparto clases de pintura; también organizo visitas al Museo Nacional de Bellas Artes y al balneario de Varadero. Ellos en mi casa se sienten en familia, que es lo que no tienen, y yo los trato como si fueran mis hijos y los escucho. No tenga la solución a todos sus problemas, pero en mi encuentran un oído. También ayudo a los niños de la comunidad y a los ancianos, que son muy vulnerables. En mi casa les celebro los 15 a las muchachas, organizamos encuentros con artistas famosos… yo quisiera que vieras la sonrisa de esos niños. Explotan de alegría.

 

¿Cuál es la obra soñada?

La que nuca haré porque cuando un artista se siente complacido deja de ser artista. La permanente insatisfacción es la que hace a los artistas crecer porque uno trata de reinventarse todos los días. Tenemos el caso de Roberto Fabelo: él se podía quedar tranquilo haciendo sus caracolas, que son fantásticas, y él se sigue reinventando. Un tipo así quisiera ser yo.

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