La Demajagua: símbolo de libertad, de cubanía (I)
9 de octubre de 2018
|Redacción Habana Radio / Fotos: Alexis Rodríguez
Conversar con César Martín García es ratificar, una vez más, que hay personas que están vinculados indisolublemente a lugares, que forman parte también de su historia, que se identifican totalmente con ellos.
Cerca de 28 años llevó este hombre como director del Museo La Demajagua, sitio que es símbolo de libertad, de cubanía.
“Yo estoy jubilado, pero no me retiro; porque cada vez que hay personas o grupos de personas que han pedido que yo los acompañe lo hago con tremendo gusto”, ha expresado en más de una ocasión.
Con pasión y amor, habla de “su” Demajagua porque para él es un asunto del corazón: “Han sido muchos años en este lugar, y entonces como que lo atrapa a uno. Inclusive, le puedo asegurar que me hicieron en ciertos momentos algunas otras propuestas, y todas las rechacé por seguir aquí”.
Y es que para César Martín “este es un lugar maravilloso. Y además, este es un lugar en el que uno todos los días se encuentra el corazón henchido de gozo, ¿verdad? Cada vez que yo vengo aquí, yo siento la satisfacción de estar cumpliendo con mi deber. Además, cuando uno siente que aquí se les dio la libertad a los esclavos, y que se llamó por primera vez en Cuba a luchar por la libertad y por la independencia, usted no se va, usted quiere estar pegado a este lugar”.
Todos sabemos que en La Demajagua fue donde el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, dio el grito de independencia para los cubanos. Pero, ¿qué relación tenía Céspedes con este lugar antes de 1868? Esta fue una de las primeras interrogantes que le hicimos a César Martín García. Él, con su sonrisa picaresca, nos dice: “Ahora yo se lo cuento. No se preocupe, que todo lo que usted desee yo se lo voy a contar, para que después no se lo cuente otro”.
“Bueno, antes de contestar la pregunta: hemos llegado a la zona donde antes estuvo la fábrica, el ingenio, que comenzó siéndolo el 28 de junio de 1843, momento en que se conoce, en la palestra de la historia, la existencia de este lugar. Entonces era una finca rústica que se llamaba La Demajagua, con 18 caballerías de tierra, tres de las cuales estaban cultivadas de caña; el resto era la parcela de cultivo de comida de los esclavos, y todo lo demás era para la crianza de animales.
”Con el paso del tiempo, Francisco Javier de Céspedes – por documento que aparece en el libro de antigua Anotaduría de Hipotecas del Registro de la Propiedad de Manzanillo, numerado 26, así aparece circulado en un sobre la propiedad –, a través de Nicolás Lazo, hizo acto de compra, en la sociedad mercantil Rodríguez Venecia de Manzanillo, de esta finca; estoy hablando del hermano segundo de Carlos Manuel de Céspedes. Esto está fechado el 9 de julio de 1857.
”Ese es el momento en que comienza la familia Céspedes a «tocar» este lugar. Reitero: aparece en el Registro de la Propiedad de Manzanillo Francisco Javier de Céspedes como comprador de esta finca, y el que se declara deudor de 10 800 pesos para hacer levantar esta propiedad. Él debe comenzar a pagarla – así reza en el documento – con el fruto de las zafras, a partir de 1862. Así comienza La Demajagua en la palestra de la historia”.
Ahora, según nos cuenta el historiador, Francisco Javier de Céspedes no fue el primer dueño de esta propiedad. El primer dueño fue José Joaquín Palma, que la adquirió justamente el 28 de junio de 1843, y luego hace dejación de ella porque este era un problema más bien de tipo económico. El segundo propietario fue José Plá, cataluñés que se asentó en estos lares y decidió comprar la finca rústica en el afán de hacerla producir, de levantar económicamente su capital.
“A Francisco Javier de Céspedes – continúa César Martín – se le debe el que en la finca, en la fábrica, haya habido una máquina de vapor, porque en la propiedad está escrito que con la mitad del dinero de 10 800 – estaría yo hablando de 5 400 pesos duros –Francisco Javier debía adquirir una máquina de vapor de 30 caballos ingleses – así reza en el documento –, y con el resto del dinero debía entonces mejorar la dotación de esclavos que, cuando la encuentra, halla solamente cinco de ellos. Y el 14 de marzo de 1866 Carlos Manuel de Céspedes decide hacer acto de compra de esta finca, toda vez que Francisco Javier está haciendo cancelación de la hipoteca que había establecido con la compañía comercial Rodríguez Venecia. José Rodríguez Pedrajas era el dueño de esa firma.
”Hay dos cosas importantes que forman parte de la obra de Céspedes ya sobre este lugar, y es que para la zafra de1867 –y eso aparece registrado en el periódico «El Comercio», de Manzanillo de 1867, y en el periódico «El Siglo», de La Habana – el ingenio de Carlos Manuel de Céspedes, denominado La Demajagua, se ha convertido, en esta zafra y venideras, en ingenio central, porque se ha hecho contrato para molinar las cañas de los vecinos a partir de la zafra de 1867. Es decir, Carlos Manuel de Céspedes ya lo ha convertido en ingenio central, porque ha logrado el proceso de centralización de la zafra azucarera en su lugar”.
Llegamos a la fecha histórica: el 10 de octubre de 1868. Para Martín, José Martí y Fidel Castro fueron los que calcularon realmente la dimensión de este suceso.
Así nos narra algo que no por conocido deja de ser impactante por la fuerza y el tono que le da a sus palabras: “Lo primero que hizo Céspedes, en acto grande, inmenso, fue darles la libertad a los esclavos el 10 de octubre de 1868. Amaneció muy temprano, todo estaba oscuro; la hacienda, en silencio. Cuenta Ramiro Guerra en su libro «Historia de Cuba», que Carlos Manuel de Céspedes se movía como un león enjaulado en una de las habitaciones (estaría pensando en la primera de tres que tenía la casa, porque la primera generalmente es para el dueño; ahí estaba, como un león enjaulado). Pero me lo imagino la noche antes, escribiendo apresuradamente, vaciando todo lo que tenía en su corazón, más que en su mente, sobre el acto que iba a suceder. Y todo lo escribió; todos los sufrimientos que padecía Cuba los estaba volcando en aquellos tres papeles, y ya los terminó. Yo casi me atrevo a pensar que no se acostó en ningún momento.
”Todos los hombres que van llegando, incluyendo los esclavos en su barracón, arriban en partidas de hombres que habían hecho disposición de entregar su vida por la Revolución. Los 16 líderes del Manzanillo ya habían proclamado esa necesidad, al llamado de Céspedes, porque el 6 de octubre de 1868, reunidos en el ingenio de Jaime Santiesteban, El Rosario, ahí Céspedes les llamó al levantamiento para el 14 de octubre, les señaló el camino de las decisiones finales, les indicó que el primer acto de guerra, una vez que se saliera al campo redentor, sería tomar la ciudad de Manzanillo; que él contaba, decía él, con dos forasteros. Realmente, hoy sabemos que no eran tales forasteros, que eran dos españoles, pero que no se podían descubrir: Pedro Nuño Gonzalo Hernández, que era teniente, jefe de guarnición y caballería en la guarnición española de Manzanillo; el otro era Germán González de las Peñas, que era el comisario político. Esas dos personas le habían confirmado a Céspedes – como miembros de la logia masónica Buena Fe, que había sido fundada por el propio Céspedes en Manzanillo – de que ellos cambiarían santo y seña a los guardias en Manzanillo, toda vez que fuera a ser el momento decisorio para salir al campo de la lucha.
”Céspedes conoce todo esto, también lo da a conocer. Al propio Céspedes, que ya tenía 49 años de edad en ese minuto, se le elige como al hombre que va a llevar a cabo aquel contingente, aquel momento especial; es decir, todos los acuerdos se toman. Inclusive, hay un elemento que es importante, y es que Céspedes había escrito el 4 de octubre, en su casa de Manzanillo y en la calle de Santa Ana número 41, una marcha, la Marcha de Manzanillo, un himno de guerra; porque él tenía la pretensión de que, una vez que se tomara la plaza del centro de la ciudad – la plaza entonces llamada del Recreo –, ahí se llamaría al pueblo a apoyar la guerra.
”Lamentablemente el levantamiento no pudo hacerse el 14 porque las autoridades llegaron a conocer lo que se estaba tramando aquí en La Demajagua, y automáticamente enviaron – y eso lo cuenta Hortensia Pichardo en su libro «Carlos Manuel de Céspedes, escritos» – al telégrafo en Bayamo un documento en el que dice así: «Señor coronel Julián Udaeta, teniente-gobernador, Bayamo: Cuba es de España y para España hay que conservarla, gobernase quien gobernase. Reduzca usted a prisión a don Carlos Manuel de Céspedes, a Francisco Vicente Aguilera, Francisco Maceo Osorio, Pedro Figueredo, Francisco Javier de Céspedes, Bartolomé Masó Márquez y demás nombres conocidos de conspiradores. Lersundy, Capitán General, 7 de octubre de 1868, 8 de la noche».
”Ese telegrama ha llegado a Bayamo. El telegrafista que lo recibe es sobrino de Carlos Manuel, Ismael. Pone al conocimiento de este documento, de inmediato, a Perucho Figueredo, que es miembro del Comité Revolucionario de Bayamo. Aguilera lo conoce, y automáticamente toma el acuerdo de que Perucho sea quien haga llegar ese documento aquí a La Demajagua, porque Aguilera y Céspedes, el día 2 de octubre, se habían encontrado a 4 kilómetros de La Demajagua, en la finca que era de Aguilera, llamada Santa Gertrudis, y ya Aguilera sabía la disposición de Carlos Manuel de Céspedes con el núcleo de los manzanilleros, y entonces decide que Perucho mande el documento a La Demajagua.
”Perucho utiliza a su calesero, llamado Gervasio; se monta sobre el corcel y viene a La Demajagua y trae el documento. Está en La Demajagua, pegado a la orilla del mar, en el camino que antes se llamaba de La Caimanera, Tomás Barrero, un manzanillero; es el primer centinela de nuestras guerras por la independencia. Tomás recibe a Gervasio, le trae al campamento donde está Céspedes, y es Céspedes en ese minuto – cuando lee el documento –, que se ve obligado a movilizar las fuerzas. Envía recaderos a distintas partes, para que todo el mundo sepa que la disposición está dada, incluyendo a su hermano, a Media Luna; a Pancho Estrada lo manda hasta allí también para que se tomen todas las decisiones de inmediato, y se están preparando las condiciones”.
(Continuará)
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