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Jotuomba, el cementerio, la panadera…una foto

14 de diciembre de 2011

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Cuentan que algunas tribus aborígenes no permitían ser fotografiadas por temor a perder su alma: las cámaras robaban su esencia. Quizás esta leyenda -como casi todas- provenga de un hecho real; pero es cierto que las imágenes nos atrapan, nos inmortalizan.

 

Con ese objetivo llegó Júlia Murat. Vino a La Habana a desempolvar un álbum de fotos y vidas, porque hay “Historias que solo existen cuando son recodadas”. A sus 32 años, la joven debuta en el cine de ficción con esta película.

 

La idea nació hace 12 años cuando filmaba en el interior de Brasil un documental junto a su madre, la gran cineasta Lucía Murat. Allí había un pequeño pueblo cuyo cementerio fue clausurado por decisión de los militares. La imagen del lugar cerrado marcó a Júlia e inspirada en la idea de que las personas de la villa no podrían morirse porque tendrían que ser enterradas en un sitio muy lejos, hizo su filme.

 

La historia se desarrolla en un pueblo ficticio, Jotuomba, ubicado en el Valle de Paraíba, una región que fue muy rica en la producción del café, pero cuando terminó, en 1890, quedó abandonada. En 1966 el tren de pasajeros dejó de transitar y la ciudad pasó a ser un fantasma. En este sitio también nació el padre de Júlia, por eso quiso poner la historia ahí.

 

Durante tres meses permaneció en Paraíba, estado del nordeste de Brasil, investigando y filmando la vida diaria en ese territorio, y al final realizó el documental”. El día de los padres” Ese trabajo le sirvió para su película, pues de ahí extrajo la cotidianidad y los parlamentos. Para ello trabajó con varios habitantes de la región, de 15 personajes, 9 no son actores y el resto son del mundo del teatro, pues su premisa era que no fuesen rostros conocidos.

 

La trama de la película comienza cuando Rita, una joven fotógrafa, arriba a Jotuomba, y ahí conoce a Madalena, la panadera del pueblo, una mujer que vive con el recuerdo de su esposo muerto y le escribe cartas todos los días. Rita va conociendo las historias fantásticas de este lugar, relatos de amor, odio, vida y muerte que la cautivan y la hacen olvidar los trenes viejos que quería fotografiar.

 

El filme aborda una temática universal, habla del encuentro entre dos generaciones, cómo se complementan y se enseñan mutuamente. Murat se siente cautivada por la generación de los abuelos y eso se nota en su filme. Hay en él un deleite con la proximidad de la muerte, en esa etapa cuando ya no se piensa más en el futuro, sino en el pasado. Pero claro, cómo puede Madalena pensar el día que viene si su principal historia está en el ayer, cómo mantenerse viva si de alguna manera ya no tiene más mañana. En ese sentido, quizás la muerte puede ser una libertad, no es solo una sombra.

 

Sin dudas, la intención de la directora radicó en trabajar la muerte como liberación. “Historias que solo existen…” , tiene muchos guiños y símbolos. Madalena, nombre bíblico, hace el pan de cada día; el cementerio y la llave que abre las puertas de esa ciudad del futuro; la iglesia. Aunque Murat se declara agnóstica y detesta la religión por todas las cuestiones políticas, le emociona el ritual.

 

Esta es también una obra colmada de referentes a la literatura latinoamericana. No es casual que Jotuomba tenga aires de Macondo o de Colamba, ese pueblo donde solo habitan almas en pena. Gabriel García Márquez y Juan Rulfo han influido mucho en la vida de la joven cineasta y confiesa que quizás ha abordado lo real maravilloso en esta cinta porque García Márquez existe. A ambos escritores los leyó mucho cuando adolescente; y fue una buena lectura la que hizo de sus obras, porque esos guiños de magia y poesía se aprecian en la ópera prima de la brasileña. En la que vemos cómo pone la imagen en función de la palabra y combina los elementos necesarios para deleitar a través de los sentidos.

 

El mundo real-maravilloso que nos enseña Murat tiene también mucho de documental. Ardua tarea a la que se enfrentó la novel directora, pues siempre resulta complejo encontrar los límites entre el documental y la ficción, y sin embargo, ella lo logra con el acertado manejo de la fotografía.

 

Aunque aún “Historias que solo existen…” no ha sido exhibida en Brasil, Júlia supone que en las salas de su país la acogida no va a ser muy buena. “Hay mucho dinero para el cine en mi país y además, la política cinematográfica está muy organizada para hacer películas comerciales que no tienen basamento investigativo ni aportan nada en el sentido social, ni del lenguaje. Muchas veces son réplica del contenido de la televisión. Lo más importante de todo es que se eduque al público para que vaya a ver las películas que realmente son importantes, para que sea capaz de disfrutar de productos diferentes”.

 

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