Jorgito Muñoz Rivera: “Ser impresor es también ser un artista”
24 de noviembre de 2017
| |Fotos: Alexis Rodríguez
Jorge Luis Muñoz Rivera (Jorgito) es uno de los impresores habaneros más competentes: ese hecho es reconocido por varios artistas que han trabajado en el Taller Experimental de Grafica de La Habana, aunque lo más relevante, quizás —además de su probado talento— es la fidelidad, valor no muy generalizado en estos tiempos, lamentablemente.
Jorgito desde inicios de los difíciles años noventa, trabaja con Choco (Eduardo Roca Salazar), quien obtuvo recientemente el Premio Nacional de Artes Plásticas 2017.
Gran parte de la impresionante producción de grabados de Choco ha pasado por sus manos y, aunque en los inicios “quiso ser pianista” —al igual que su padre—, la vida lo llevó a estudiar soldador de alturas. Un accidente, casi fatal, hizo que Jorgito a sus 23 años reorientara su vida y comenzara a visitar en Taller de Gráfica de La Habana: “llegue a través de un vecino —cuenta en entrevista exclusiva con el espacio Luces y sombras de Habana Radio— que en aquel entonces era el administrador de la institución y el director del taller, José Omar Torres, y me dio la posibilidad de entrar como ayudante”.
¿Qué hace un ayudante?
Atender a los impresores, entregarles los materiales, organizar las sillas y las mesas, barrer. Hacer de todo. Durante mucho tiempo limpié el taller y no me da ninguna vergüenza decirlo porque así aprendí: mirando a otros impresores y preguntando. Un día el maestro José (Pepe) Contino me dijo: “te voy a entrenar para que te hagas un impresor”.
Lo primero que hizo fue ponerme a granear. Granear es pulir las piedras litográficas, que es el soporte, para que el artista dibuje encima de la piedra. Son piedras traídas de las canteras de Alemania hace muchos años; esas piedras son sensibles a las grasas y se dibuja sobre ellas con lápiz graso.
Esa es la litografía, una de las técnicas del grabado que más realicé durante el tiempo que estuve en el Taller de Gráfica. La litografía es la más cercana al dibujo, porque se trabaja con lápiz graso y con una pasta que se disuelve con el agua.
Y cuando se dibuja con ese lápiz graso sobre esa piedra, ¿que vine después?
El impresor es el encargado de darle la preparación a la piedra con productos —como ácido nítrico, goma arábica o talco industrial, entre otros químicos— ese es un proceso lento. Por eso la litografía tarda porque se imprime un color hoy, se imprime otro al día siguiente, y así sucesivamente. Hay que hacer tantas impresiones como colores lleve la obra.
Es decir, que si la pieza tiene diez colores, son diez días…
Son diez días haciendo una pieza. La litografía es una de las técnicas más complicadas y que más valor tiene.
¿Y tú que le encontrabas de especial a ese trabajo?
Me gustaba mucho porque el grabado tiene un gran componente de experimentación y eso es mágico, pues no se sabe lo que va a suceder. Hasta que no ves la primera prueba —resultante del trabajo del artista— el impresor, que es el encargado de estamparla, no está seguro del resultado. Por otro lado, siempre es una sorpresa por eso se hacen pruebas de colores.
¿Y eso que, a veces, uno ve en los grabados que dice P/A?
Eso es prueba del artista y es muy importante porque a partir de ahí el artista decide si la obra va a quedar así. Ese es el momento en que nace una edición. También estás las pruebas de cancelación que indican el final de una serie, decisión que, por supuesto, le corresponde exclusivamente al artista.
¿Y la P/A tiene más o menos valor que otra pieza?
Por lo general es la que más valor tiene porque es la decisiva.
¿Y la xilografía?
Es una técnica fácil que se trabaja con la madera que se talla con gubias u otros instrumentos. El artista va trabajando sobre la pieza. La xilografía es parecida a la litografía lo que sucede es que la xilografía es quitando, devastando para cada color. Se imprime un color —que puede ser plano para la obra completa— y cuando se termine ese color y, digamos, son cinco o seis, el artista tiene que volver al taco e ir quitando lo que va a dejar del color anterior.
¿Y ahí el impresor qué papel juega?
Simplemente estamparla; darle el entintado con rodillo.
¿La colagrafía?
Es un procedimiento que se realiza a partir de un soporte de cartón o de madera; las texturas se van adhiriendo con pegamento cola, es decir, se van aglutinando diferentes tipos de materiales: puedes pegar una moneda, una pluma de ave, un esqueleto de pescado, todo lo que se le ocurra al artista. Como siempre dice el Choco, gracias a los materiales que uno se encuentra en la calle se puede crear una obra muy profunda. La cola para pegar es determínate y por eso se llama colagrafía.
Y cuando se tiene hecha esa matriz, ¿qué sucede?
Todo eso se endurece a partir del uso del blanco España, de arena sílice o el carborundo para hacer el fondo. Hay que esperar unas veinticuatro horas para que endurezca. Cuando esta base está totalmente endurecida es cuando yo, como impresor, comienzo el proceso de entintado. Ese grabado se hace de una sola vez, es decir con todos los colores. Es más rápido.
¿Y la calcografía?
La calcografía incluye la punta seca; para hacer calcografía se usa una plancha de metal y se hacen mordidas. Esta es la técnica que menos he hecho; se trabaja con productos químicos muy fuertes como el ácido nítrico y se hacen aguafuertes y meso-tinta. Hay excelentes artistas que se ha especializado en esa técnica.
Te he visto trabajar y me doy cuenta que colocas los colores…
Los colores se preparan sobre un cristal y esos son los que se colocan encima de la plancha. Eso lo decide el artista, pero a veces —como llevo tantos años trabajando con Choco y conozco muy bien su manera de hacer— él me da la libertad de experimentar y de hacerlo según considere. A partir de la primera prueba él corrige y elige el color. Se trata de aplicar los colores, luego limpiar la superficie y encima de ella, al final, se prepara una tinta transparente para darle una riqueza de luz a la pieza.
¿Pero cómo es el proceso?
Nosotros utilizamos un papel que tiene entre 250 y 300 gramos de algodón y eso requiere mojarlo un poco para que se ablande para cuando se lleve a la plancha ella pueda bajar a buscar la tinta, porque son diferentes los niveles que posee la plancha. Por eso se quita la tinta para que no explote, y se quita la que no se va a usar.
Sé que has trabajado, desde el grabado, la obra de otros artistas como Arturo Montoto, Diana Balboa, Kcho, Carlos del Toro…
También con el maestro Roger Aguilar, ya fallecido, y con artistas más jóvenes que son excelentes como Andy Rivero, Eduardo Abela, Julio Gómez y Julio César Peña, que ya son mis amigos.
Si tuvieras que mencionar a tus maestros —a los que más les agradeces, los que más te enseñaron—, ¿quiénes serían?
Primero Pepe Contino que fue quien me introdujo en el mundo del grabado. En la litografía tengo que reconocer a dos personas: Diana Balboa y Carlos del Toro y, sin duda, el Choco ha sido quien me ha enseñado todos los secretos de la colagrafía, y me ha dado todas las posibilidades para crecer como impresor. Eso, creo, me ha hecho especializarme en esa técnica.
Sé que eres un impresor altamente cotizado y sé de algunos artistas que han tratado de seducirte, pero te has mantenido fiel a Choco, ¿Qué te ata?
Cuando uno lleva muchos años trabajando con un artista, es muy difícil cambiar porque uno desarrolla un sentimiento de pertenencia no solo con el artista, sino con la obra como tal. Me siento muy feliz y muy contento trabajando con Choco porque es una obra que te permite jugar y nunca te llegas a aburrir, por el contrario, te envicias. Choco ha invitado muchos artistas al taller a hacer una obra —como por ejemplo a Natalia Bolívar y a un grupo de jóvenes recién graduados de las academias cubanas— y esa experiencia es enriquecedora y también arriesgada. Eso me gusta, pero sin desprenderme de lo que llevo haciendo desde los años noventa.
¿Nunca has pensado en hacer una obra propia?
No. Me siento muy feliz de ser un impresor y siento que la mejor obra que hago es la de Choco: estoy orgulloso de ser su impresor y de que confíe en mí. Esa obra la siento como mía. Ser impresor es también ser un artista, lo que sucede es que, a veces, el artista no reconoce nuestro trabajo y lo ve a uno solo como un técnico. Eso no sucede con Choco. Cuando saco la primera prueba y veo que el maestro se pone contento, me digo: “¡di en el blanco!”
Quiero que sueñes: desde el grabado, ¿qué te gustaría hacer?
Cuando empecé en el Taller de Gráfica la mayoría de los artistas no tenían estudios propios y yo soñaba con imprimirle a ellos, al menos, una obra. Ahora que ha pasado el tiempo —y luego de trabajar con muchos de ellos— quisiera hacer una obra con cada uno de esos artistas, pero que fuera una sola. Es decir, que cada uno aportara su estética y se conformara un solo grabado.
Ese grabado lo imprimirá con todo mi corazón y, seguramente, lo colgaría en una de las paredes del taller de la calle Sol, el taller de Choco.
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