Hollywood vuelve a degustar “Fresa y chocolate”
24 de noviembre de 2017
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El teatro Samuel Goldwyn en la sede de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Los Ángeles presentó el lunes 13 de noviembre, en función especial, Fresa y chocolate (1994), codirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío para la que fue invitada especialmente la actriz Mirtha Ibarra con el fin de sostener un encuentro con el público. La exhibición integra el ciclo “From Latin America to Hollywood: Latino Film Culture in Los Ángeles 1967-2017)”, un recorrido iniciado el 16 de septiembre y que culminará el 11 de diciembre por la presencia del cine latino en esa ciudad.
Cuando en 1994, al anunciar las nominaciones para el premio Oscar al mejor film extranjero en la edición número 67 de la entrega del galardón —la de Forrest Gump y Pulp Fiction—, habían transcurrido 39 años desde aquella de 1956 en que se creó esa categoría y La Strada del maravilloso Federico Fellini obtuvo la estatuilla. Para esa fecha de 1994 todos habíamos degustado ya el sabor de la tolerancia a través de Fresa y chocolate, gracias a la conjunción de talentos de Titón y Juan Carlos Tabío y del escritor Senel Paz, autor del relato “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”. Sobre ese texto se estructuró fundamentalmente el guion de la película, junto a personajes y situaciones de otros cuentos suyos: “No le digas que la quieres” y “Alicia Alonso baila en mi cabeza” además de insertarse el vigoroso personaje de Nancy, la vecina, procedente del filme Adorables mentiras, dirigido por Gerardo Chijona, y caracterizado brillantemente por la actriz Mirtha Ibarra.
Los miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas también sucumbieron al impacto de esta historia sobre el vínculo amistoso establecido entre un homosexual culto y marginado que ama a su país y sus tradiciones —personificado por el entonces novel Jorge Perugorría, otro de los invitados a esta presentación— y un joven estudiante universitario, militante de la Juventud Comunista intransigente en un inicio. Incomprensiones, prejuicios e intolerancias no tardarán en desaparecer.
Aunque en anteriores entregas de los Oscar la presencia cubana había resonado, fuera en 1942 con la nominación de la canción “Always in My Heart”, compuesta por Ernesto Lecuona, o la del actor Andy García en 1990 por su actuación en la tercera parte de El Padrino, Fresa y chocolate se convertía en la primera —y hasta la fecha única— película cubana, aunque coproducida con España y México, en ser nominada. De los 195 filmes de habla no inglesa que aspiraron al codiciado premio en esos 39 años, nueve fueron latinoamericanos, de ellos solo recibió el Oscar La historia oficial, de Luis Puenzo, en 1985, el año de El beso de la mujer araña, realizada por el brasileño Héctor Babenco.
Quienes tuvimos el privilegio de ver en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, la transmisión en vivo de la ceremonia de entrega de los Oscar en 1994, nos sentimos defraudados cuando Fresa y chocolate no lo recibió. Sin embargo, al tener la posibilidad de admirar los otros cuatro filmes nominados comprendimos la justeza de la selección. Cualquiera de ellos tenía méritos más que suficientes para obtenerlo: Antes de la lluvia, de Macedonia, Comer, beber, amar, de Taiwán, Farinelli, de Bélgica, y la ganadora: Quemados por el sol, demoledor filme del gran cineasta ruso Nikita Mijalkov.
En la nueva presentación de Fresa y chocolate más de una década después de su irrupción en Los Ángeles, Mirtha Ibarra expresó públicamente a nombre su inmensa gratitud personal, que comparten la Cinemateca de Cuba y del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, al archivo de la Academia de Hollywood por haber restaurado dos clásicos en la filmografía de Tomás Gutiérrez Alea, un nombre mayor en la historia del cine iberoamericano: Una pelea cubana contra los demonios y Los sobrevivientes, y su disposición a colaborar en este empeño. La viuda del director de Memorias del subdesarrollo aprovechó la ocasión para anunciar la aprobación por la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana de la propuesta presentada por ella, de crear el Centro Tomás Gutiérrez Alea (Titón) para la promoción e investigación del audiovisual en un inmueble situado en el centro histórico de la capital cubana. Como base fundamental de su creación, la protagonista de Hasta cierto punto, ofrece en calidad de depósito su biblioteca personal y la abundante documentación inédita, que conserva cuidadosamente. El Centro, cuya inauguración se prevé para diciembre del año 2018 en que se conmemora el 90 aniversario del natalicio del cineasta, tendrá el noble propósito de dar a conocer a los investigadores y especialistas, su valiosa obra, humanista y crítica, valiéndose del humor inteligente para ejercerla, la cual trascendió significativamente nuestras fronteras. Con posterioridad, la actriz se convirtió en la tercera personalidad del cine cubano en ser entrevistada para el Visual History Program de la Academia, antecedida en febrero por el editor Nelson Rodríguez y la actriz Daysi Granados.
Desde su estremecedor estreno, Fresa y chocolate se convirtió en una película parteaguas, oportuna, arriesgada, coyuntural, demoledora de barreras, desafiante, de incuestionable impacto sociológico en la población de nuestra isla, capaz de suscitar criterios diametralmente opuestos tanto en Cuba como en el exilio a donde marchó el personaje de Diego. Tomás Gutiérrez Alea admitió reconocerse “pero sin dejar de ver en ella la mano de los que en ella participaron y, de manera especial, la mano del azar”, sobre todo a través de la intervención decisiva de Juan Carlos Tabío, quien por motivos de salud no nos acompaña hoy y envía un cálido saludo a los asistentes. A dos décadas de su primer contacto con el público, la intensidad de los dos sabores no ha disminuido.
Cuánto le habría gustado a Titón que el catalán Néstor Almendros pudiera haber visto su película. Para entonces, el ya célebre director de fotografía de Truffaut y Rohmer, laureado con el Oscar por Days of Heaven, de Terence Malick, había muerto en Nueva York, víctima del SIDA. En una polémica provocada por el documental Conducta impropia, que sostuvo con Almendros, su viejo amigo de correrías en los años cincuenta por los cines de barrio y las funciones de los cineclubes en La Habana, Gutiérrez Alea formuló estas dos preguntas: “¿Es que la llamada «homofobia» es un invento de la Revolución? ¿No existe aún en mayor o menor grado en el resto del mundo, y especialmente entre los latinoamericanos?”.
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