Haydée Arteaga: raíz siempre viva
16 de febrero de 2019
| |Fotos: Alexis Rodríguez
Bajo este título vio la luz, este sábado 16 de febrero, el libro que recoge el testimonio no solo de su protagonista, figura cimera de la narración oral en Cuba y en Latinoamérica, sino también de familiares y amigos, testigos de su infatigable quehacer humanístico.
En la Calle de Madera, del Centro Histórico habanero, tuvo lugar la presentación del volumen a cargo del Dr. Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana, quien dijo que este era un día de fiesta para todos nosotros.
“Haydée es una institución en nuestras vidas”, aseveró Leal y destacó su presencia “como esa maestra ambulante que lleva tras de sí, y los atrae mágicamente, a los niños en cualquier parte”.
El Historiador destacó que la Señora de los Cuentos, como también se le conoce a esta gran mujer, aprendió el disfrute de lo que hace todos los días en cualquier escenario: “Con mucha alegría vi a muchachitos que dejé de ver, durante algún tiempo, convertirse en hombres, en médicos, en soldados, en profesionales, y que habían sido educados en el jardín de la Casa de la Obra Pía o en los distintos sitios donde Haydée tuvo posibilidad de actuar. Y digo actuar no refiriéndome a que esto que ella ha hecho sea una representación, pero sí es una obra de arte: la obra de arte de poder establecer un vínculo entre el que escucha y la maestra, fundamentalmente los niños y adolescentes. Ella tiene, sin jamás utilizar malas maneras, el don de apaciguar la inquietud natural de los niños y la avidez de conocimientos de los adolescentes y trasmitirles con el alma, más que con el corazón, lo que ella sabe; y hay que decir que Haydée sabe mucho, mucho”.
Asimismo, aseguró que cuando lee los apellidos de su madre, Rojas Recio, va inmediatamente a las raíces del árbol del Templete: “¿Por qué? Porque esos son apellidos fundacionales de La Habana y uno hereda del vientre materno una serie de invisibles raíces que, en el tiempo, se hacen evidentes y aquí se hicieron evidentes. Una raíz muy cubana, profundamente habanera, porque es aquí donde ha desarrollado la casi totalidad de su vocación y donde alcanzó fama su forma pedagógica”.
“Yo no sé porque hace tantos años – continuó – no puedo vivir sin Haydée (…) Cada rato, cuando en medio de la vorágine de los días hay un minuto de reposo, pregunto por Haydée, o de pronto recibo una nota de Xiomara – su hija –, o me avisan con ese vertiginoso paso de los días que es un nuevo cumpleaños, y entonces recuerdo los que hemos celebrado: 70, 75, 80, 90, 104. Y es que estamos en presencia de un misterio de eternidad que es muy importante, que es la eternidad de la memoria, porque todas las demás eternidades desaparecen”.
Para Leal, la familia viene con uno: “Lo más importante de todo es que a las amistades, a los amigos en el sentido grande de la palabra, uno los escoge y encontramos espacios en los cuales realizar una obra, una labor que le dio nombre a la Casa de la Obra Pía porque, supuestamente, este espacio había sido la voluntad de crear, como dice la palabra, una obra piadosa en beneficio de unas niñas en La Habana sin fortuna. Y qué ocurrió, que en esa misma casa estos nuevos niños que vinieron por generaciones le dieron sentido a aquellas piedras y a aquel nombre, y eso tuvo un nombre que se llamó y se llama Haydée Arteaga”.
Al decir del también Director de la Red de Oficinas del Historiador y del Conservador de las Ciudades Patrimoniales, la publicación “de estas memorias, de esta compilación, de estos retratos, de estos recuerdos, de estas confesiones, es un acontecimiento muy bonito (…) La cosa más bonita fue verla aparecer a ella, verla entrar, acompañada por sus deudos, por los niños, los cuales vienen saludándola, regándole flores”, afirmó Leal.
“Querida maestra, amiga, hermana, Haydée, gracias por todo lo que has hecho. Este homenaje es muy pequeño, pero cuando un libro entra a la imprenta, ciertos recuerdos ya no pueden morir; cuando los libros se van huyendo en las manos de quienes lo poseen y los esconden en su biblioteca, o los guardan o los regalan, el conocimiento de lo que el libro cuenta se transmite y eso es para toda la vida y para todos los tiempos. Cuando los libros no tengan ya nada que decir, tu palabra resonará todavía con fuerza en mis oídos; tu sonrisa, tu cariño, tu amor de madre y maestra, estará conmigo”, concluyó.
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