Fidel de las ideas y las acciones
11 de agosto de 2021
| |Fotos: Liborio Noval
Siempre ha estado presente con su ejemplo, sus ideas y sus acciones, en cada latido de vida del país. En las adversidades y en los triunfos.
Ahora, cuando cumple 95 años, en un 2021 lleno de retos, pandemia y bloqueo criminal, el Comandante está aquí, «al pie del cañón», en la gran batalla por la vida, lo mismo guiando a la generación de la continuidad, que corrigiendo defectos que hay que rectificar en el proceso de cimentación de la obra.
Desde su sagrado templo en la roca de la Sierra Maestra plantada en Santiago de Cuba, observa a sus compañeros de batalla —de la Sierra y el llano y a sus continuadores de generaciones más jóvenes— que aplican su enseñanza y en primer lugar su ejemplo de estar junto al pueblo, oyéndolo, convocándolo y siempre diciéndole la verdad y estimulando la confianza en la victoria.
Ese es el Fidel que conocemos los cubanos y también el reconocido y respetado en todo el mundo. El Comandante de las ideas y de las acciones.
Ha querido el destino —ese que no tiene un desenlace predefinido— que los 95 del Comandante coincidan con la más terrible de las pandemias de los últimos siglos.
Pero Fidel ha estado todos los días, horas y minutos en el recuerdo del pueblo cubano y también en otros confines.
Cuando la Covid-19 comenzó, Fidel se había adelantado y concebido el desarrollo científico que ya es una realidad. Cuba, sin la más mínima retorica triunfalista, es el único país del llamado Tercer Mundo, que ha sido capaz de concebir y desarrollar cinco candidatos vacunales —dos de ellos ya son vacunas— para inmunizar a todo nuestro pueblo este mismo año y compartir con los pueblos necesitados del mundo.
Tal hazaña nos hace recurrir a Fidel, lo mismo cuando escribimos sobre ella, que cuando los que desarrollaron el fármaco aparecen en la televisión o en otros medios, y siempre acuden al Líder como referencia obligada.
Sucede, cuando aquel campesino de Pilón, en plena Sierra Maestra, en el vacunatorio de su zona, brindó su hombro a Abdala, y exclamó ¡gracias a Fidel! O, en el agradecimiento de los padres de una niña camagüeyana, de las primeras en recibir la dosis solo hace unos días, en medio de un ensayo extendido a las edades pediátricas, algo aún pendiente de hacer en casi todos los países donde se han producido vacunas.
Fidel conoció como pocos, la intríngulis de cómo un país pobre, bloqueado y con escaso desarrollo industrial, heredado primero como colonia de España y luego como neocolonia de Estados Unidos, sería capaz de emprender una de sus más colosales batallas: hacer a Cuba un país de hombres de ciencias.
No solo interiorizó e hizo comprender a la dirección de la Revolución, que lo primero era formar a los hombres y mujeres que, quizás analfabetos en 1959, podían ser la semilla, tras la Campaña de Alfabetización, para que sus hijos y nietos, con nuevas escuelas y fabulosos maestros, aprendieran que solo con educación la nación cubana llegaría a ser la concebida en el programa del Moncada.
Cuando aseguró que «lo primero que tenemos que salvar es la cultura» sintetizaba en esa expresión, cuanto de cultura tiene la educación, la ciencia, el humanismo, la solidaridad.
Una vez salidos de las aulas los primeros científicos, el Comandante fue por más: construir polos para desarrollar las ciencias, con instalaciones modernas y tecnología de punta, de cuyos laboratorios y eslabones productivos pudiera salir lo ideado en forma de fármacos, vacunas y hasta equipos, solo fabricados en el llamado Primer Mundo y a los que a Cuba se le niega su adquisición, como parte de las medidas del bloqueo criminal al que nos ha sometido el imperio yanqui.
Los continuadores de esta obra, los cientos y miles de egresados de nuestras universidades, los preparados con la colaboración de prestigiosos científicos de muchos países del mundo, todos, encabezados por un gobierno y un presidente de continuidad, se dieron a la tarea, cuando aún la pandemia no era tal en nuestro país, a la elaboración de planes y protocolos para enfrentarla y vencerla, sin abandonar ni un momento las demás batallas propias de una nación que se empeña —por mandato del propio Fidel— a «cambiar todo lo que tenga que ser cambiado», para hacernos mejores.
También por estos días hemos vivido momentos de felicidad cuando un deportista, allá en la lejana Tokio, obtiene una medalla y la dedica en primer lugar a Fidel, quien lo hizo todo para tener el desarrollo deportivo de hoy. Y cuando nuestro presidente actual, Miguel Díaz Canel, aún de madrugada por la diferencia de horarios, se comunica telefónicamente con nuestros aguerridos campeones, y los felicita en nombre del pueblo cubano y también los abraza, ahora en la distancia, como hizo el Comandante cada vez que uno de nuestros deportistas daba un triunfo —moral o con medallas—, para llenar el corazón grande de ese cubano que hoy cumple 95 años.
Para ese Fidel de siempre, nuestro compromiso de cimentar la obra que construimos, hacerla cada vez mejor, y llevar como bandera de combate, su Concepto de Revolución.
Podemos asegurar que 2021, es también un año con Fidel, y que su ejemplo y su capacidad de enfrentarse y vencer las mayores dificultades, seguirá siendo referencia obligada en las presentes y futuras batallas por la vida.
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