Fernando Hechavarría y el reto permanente de la actuación
28 de julio de 2017
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Arte en La Rampa vuelve a tender puentes con la intelectualidad artística y literaria cubana a través de su espacio habitual “Encuentro con…”, auspiciado por la Asociación Hermanos Saíz y el Fondo Cubano de Bienes Culturales. Recientemente fue Fernando Hechavarría el invitado de lujo, una suerte de reencuentro con el hombre detrás del inmortal personaje de “Nacho Capitán” en la telenovela “Tierra Brava”, y “Petra von Kant” y “Calígula” sobre las tablas de Teatro El Público.
“Sin embargo, es conocido en Cuba por el gran actor que es y no solo por sus apariciones en televisión”, señaló durante su presentación la periodista Magda Resik, conductora del diálogo: “Ha podido incursionar en muy diversos ámbitos de la actuación en nuestro país, con buena suerte y excelente ejercicio profesional, en el teatro, en el cine, en la televisión; que lo ha hecho perder su nombre propio porque la gente se suele identificar con los personajes que interpreta”.
Tras la bienvenida, el Salón de Mayo arrancó en aplausos. Hechavarría inició la charla contando su inquietud hacia las artes desde muy temprano en su natal Holguín, especialmente hacia la plástica.
“Empecé en la Escuela Provincial de Arte en Holguín, y un día un buen amigo diseñador me incitó a hacer las pruebas de teatro; nunca me ha querido confesar si fue porque mis dibujos le parecían espantosos”, recordó Fernando entre risas. “A partir de allí el enano de la actuación no me abandonó nunca más: estudié en la Escuela Nacional de Arte desde 1972 y, al graduarme, felizmente opté por el Escambray”.
Sobre los años en que trabajó con el grupo de teatro comunitario en las montañas villaclareñas evocó: “El Escambray fue un momento extraordinario, una academia fabulosa (…) Yo había estudiado con Eguren y los profesores soviéticos, y fue el complemento perfecto para eso. Me sirvió para poner los pies bien en la tierra, saber lo que necesitaba realmente la escena cubana en ese momento”.
“Técnicamente nos obligó a poner en práctica herramientas que uno tiene y realmente no utiliza, porque se acostumbra al local y a las condiciones técnicas ideales para actuar. Me di cuenta allí que era indispensable explotar las potencialidades, por ejemplo, de la voz (…)”.
“Teatro Escambray nos permitió crecernos, no solo como actores sino como artistas”, añadió Hechavarría, al tiempo que recordaba a los fundadores del grupo, los insignes maestros Sergio Corrieri, actor y primer director del conjunto, y Gilda Hernández, actriz y directora en la Compañía Teatro Estudio.
“El Escambray a su vez fue un espacio íntimo, con el actor que eres. La actuación, que para cada intérprete tiene una significación distinta, ¿qué es para Fernando Hechavarría?”, preguntó Resik.
“Es un modo de vida, no un medio de vida”, respondió el histrión. “Es la oportunidad de realizarme y sentirme útil, es vivir a plenitud. He tenido a la vez la suerte de crear una familia que siempre ha entendido eso, y si tuviera que volver a escoger, volvería a ser actor”.
La carrera de Fernando Hechavarría es ampliamente conocida tanto nacional como internacionalmente por sus incursiones en telenovelas, filmes y series dramáticas.Sus participaciones en “Tierra brava” y “Las Huérfanas de la Obrapía” han grabado su rostro en el recuerdo de millones de cubanas y cubanos; sin embargo una de sus interpretaciones favoritas en la pantalla chica fue a las órdenes de Rudy Mora en “Diana”.
En cuanto al cine, se ha lucido en los filmes “Amor vertical”, “Ciudad en Rojo” y más recientemente “Regreso a Ítaca”. Eso sí, confiesa rotundamente que detesta ver lo que hace: “Disfruto el proceso pero ver el trabajo final me parece horroroso. Soy muy crítico. Si llego a pararme frente al televisor para ver mis actuaciones prefiero no seguir actuando”.
Sin embargo, el actor tiene una técnica para autoevaluarse, pues se escucha. “Si hay algo en el matiz de la voz que no me parece bien, pido repetir la escena. Por eso pienso que tengo una deuda gigantesca con la radio, la respeto extraordinariamente”, confesó.
“Cada vez más los actores desconocemos los matices que tiene la voz, los colores que le puede otorgar al personaje que encarnemos. Cuando solo tienes la voz para comunicar empiezas a trabajar resortes que a veces, por desconocimiento, o porque no lo necesitas conscientemente, no se tienen en cuenta (…) Me encantaría tener un tiempo para vivir intensamente la actuación desde la radio”.
Pese a moverse en diferentes ámbitos de creación, explicó que sin contar los escenarios “el actor es uno, tanto para el teatro, la televisión, la radio o el cine. El mecanismo radica en saber gradar los resortes expresivos para cada medio. (…) Pienso que en el caso de la televisión y el cine, el hecho de tener una cámara te obliga a una visceralidad extraordinaria. Hay que sentir de verdad, hay que ser y transitar cada instante en el personaje porque la cámara no perdona”.
La televisión es un medio muy poderoso que coloca a aquellos que trabajan para ella en un escenario público. Fernando Hechavarría comenta que estando en el grupo de Teatro Escambray aprendió a predicar con el ejemplo y que aun siendo solo un actor de teatro “hay un público que te reconoce y confía en ti, y por tanto eres una especie de patrón de conducta para ellos. La televisión supera el alcance que sobre miles de personas puede tener una interpretación determinada en el teatro, porque lo multiplica por cien”.
“¿Dónde está la ayuda enorme del teatro aquí?”, se preguntó retóricamente Fernando Hechavarría. El transitar de un medio a otro ha enriquecido su forma de trabajar, su elaboración de los personajes. “La impronta, la velocidad con que se hace, sobre todo la televisión, es muy grande. Los actores de teatro sentimos que los personajes son casi un boceto comparado con el tiempo que tenemos para hacer televisión”.
“Cuando tienes toda la experiencia previa del estudio del teatro puedes coger los guiones de televisión meses antes, y en ese tiempo de estudio empiezas a sacarles la lasca [sic] a los personajes, a enmendar cosas y arreglar otras; y aunque te metes en el trabajo del escritor los haces para que el proyecto crezca y se convierta en algo valioso”.
“A finales de los años 80 y en los 90, prepotente al fin, decía que no iba a ser televisión porque no lo consideraba un arte. Mirta Gonzáles Perera me quitó la venda de los ojos cuando me invitó a participar en su novela «Cuando el agua regresa a la tierra». Hoy les aseguro que la televisión es arte, todo está en el respeto, en el amor, en la veracidad y en la entrega con que se haga”, afirmó el actor este jueves en el Salón de Mayo del Pabellón Cuba.
-¿Has rechazado algún personaje? ¿Qué sueles rechazar?
Sí. Lo que no me aporta y no me hace crecer. Los que no me obliga a cuestionarme todos los días, a romper cánones establecidos. Lo peor que nos puede pasar es la comodidad. Una vez que me sienta cómodo hay algo que no funciona. Todo trabajo tiene que provocarte un salto en el estómago. Una vez Consuelo Vidal me dijo que el día que no lo sintiera dejara de actuar, y pienso que es un consejo vital.
Según Fernando Hechavarría, los personajes deben provocarnos siempre ese malestar que se siente “ante la responsabilidad del público que nos espera, el estrés a que nos somete, porque estás entregando tu sistema psicofísico a un personaje que no eres tú, y que puede pasar cualquier cosa, sobre todo en el escenario. Una vez que cojo un guión y no me atrae, no tengo nada que decirle al espectador; definitivamente no vale la pena, el precio es demasiado alto”.
Tal vez esto explica su regreso al teatro de la mano de Carlos Días y su compañía El Público. Con él ha aceptado retos y personajes en los que el público no está acostumbrado a verle, como El Rey Lear, Petra von Kant y Calígula, un personaje que interpretó para Díaz, por primera vez, en 1996.
Ante la pregunta de qué le ofrecen las puestas teatrales de Carlos Díaz y Teatro El Público, Hechavarría reconoció que primero está el sentido del espectáculo de este director, su manera muy particular de ver la actuación y su manera trasgresora de enfrentarse a ciertos autores y textos, de darles otra lectura, revitalizarlos y contextualizarlos. “Pero el mayor reto es tratar de entenderlo y estar a la altura de lo que él quiere; eso, constantemente, me obliga a mirar desde otra perspectiva la actuación”.
“Nacho Capitán vive del reto permanente, que lo dinamiza y lo activa como actor”, sentenció Magda Resik al escuchar la respuesta de su interlocutor. Y como es habitual en este espacio de diálogo, la periodista preguntó cómo Cuba determina la carrera profesional de Fernando Hechavarría, y se relaciona con los personajes que interpreta.
“El personaje es uno cada vez, según el actor que lo interpreta”, aseguró Hechavarría. Para ello citó su oportunidad en “Las amargas lágrimas de Petra von Kant”, firmada en 1971 por el dramaturgo y cineasta alemán Fassbinder. El Público, bajo la dirección de Carlos Díaz, trajo a la escena nacional para la Tercera Semana de Teatro Alemán en 2008, y la puesta sobrevivió hasta 2010, sin perder el poder de convocatoria, y lo que afirmaron algunos críticos, la elegancia.
“Saltar de Nacho Capitán a una diva del mundo de la moda” fue el mayor reto que esta obra impuso a Fernando Hechavarría. ¿Qué podía aportarle al personaje? Según explicó, primero, no convertir la puesta en un acto de travestismo, y segundo, “indagar apropiadamente en el mundo de estos grandes divos y divas, y ver cómo reaccionan ante la vida, el poder y el amor; pero partiendo de mis raíces y de lo que soy como ser humano.
“Si yo desvinculo mi nacionalidad de eso, lo que estoy haciendo es un remedo malo. Cada vez que hacemos un Hamlet, un Lorca, siempre pasa por el tamiz de nuestra personalidad. Prestamos nuestro cuerpo y nuestra psiquis para hacer los personajes, pero no dejamos de ser”.
“Hay cosas que nos señalan como cubanos que no son comunes, como la honestidad, la entrega, la pasión, la enorme alegría de vivir a pesar de lo que nos falta. La vida es un regalo y el cubano ha entendido eso, y es una característica que no se puede perder. Esa personalidad bondadosa, tierna, hay que abonarla para que no se pierda por el afán de bienes de otro sentido, que no son el centro de la vida; porque puedes tener todo pero si no vales como ser humano algo se arruinó por el camino”.
El intercambio con el público este jueves fue tan enriquecedor, como pocas veces ha sido anteriormente. La sede de la Asociación Hermanos Saíz estaba repleta de actores, estudiantes, amigos y colegas, familiares de Fernando Hechavarría, y el público que lo admira, lo sigue y lo reconoce.
Fueron muy interesantes las intervenciones de aquellos que le incitaron a retomar la pedagogía, pese a que el actor reconociera: “no soy un docente, no soy un maestro; soy un improvisado”. Se excusó explicando que “la docencia necesita, por el respeto que merece, una preparación extraordinaria, de toda la vida, y que nunca termina”, y que por desgracia en Cuba, como también ha afirmado en entrevistas anteriores, no existen academias para formar docentes en las artes del teatro. “Tener un nombre y una obra a veces es suficiente para pararnos a dar clases, pero en mi opinión eso difiere mucho de lo que creo que es un docente”.
Casi al finalizar el “Encuentro con…”, Hechavarría reconoció que se siente incitado a ejercer la dirección de actores y de casting, pero que el teatro sigue siendo su gran pasión; que “Las amargas lágrimas de Petra von Kant” volverá a las tablas de Cuba pronto, y también en los Estados Unidos.
El contacto con el público fue diverso, conmovedor. El diálogo de preguntas, invitaciones y deudas reconocidas enriqueció la hora de conversación entre Magda Resik y su invitado, el actor Fernando Hechavarría. “El teatro tiene el gran encanto de sentir a todo el mundo rendido a tus pies y aplaudiéndote. Yo creo que no hay nada que valga más que el aplauso de un espectador”. Y así terminó la cita, con el retumbar de los aplausos que merece.
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Gracias Fernando por vivir en Cuba, por regalarnos una noche memorable, la obra la he visto varias veces, no solo es un éxito nacional e internacional, es una muestra de la calidad de nuestros artistas. Felicitaciones a todo el elenco del Teatro El Público, a Carlos Díaz, su director. Las actuaciones magistrales hacen que el público disfrute de tantas emociones que es difícil en palabras describirlas. Yo me sentí en el paraíso, inmensamente feliz, disfruté a plenitud cada diálogo de Fernando uno de mis actores favoritos, es brillante, espectacular, el público enardecido aplaudía hasta el cansancio, los gritos de Bravo te hacían casi hasta perder la voz. Fue una noche inolvidable, gracias muchas gracias a todos, el público los admiran y se los agradece.