Farándula en tono gris
16 de marzo de 2018
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Pocas veces la duda traiciona. Con la sospecha se impone cierto temor de vivir hoy un mundo donde todo, de forma exagerada y trepidante, se vende: pastillas para adelgazar, cremas antiarrugas o jabones que rejuvenecen de diez a quince años. Para el mercado lo frívolo ocupa el primer puesto y a muy pocos negociantes les interesa avivar el intelecto de sus clientes. Comercio y conciencia no se dan la mano. Es por eso que aparecen canciones que gustan hoy a millones de personas y mañana nadie las recuerda. Aparecen artistas convocando a hacer concesiones y cambian de la noche a la mañana su estilo, sin importarles la calidad o la originalidad de su obra.
Para el historiador e intelectual marxista norteamericano, Michael Parenti, la cultura se convierte en un artículo de consumo, algo para ser comercializado y obtener beneficios. “El resultado es una sociedad organizada alrededor del valor de cambio más que del valor de uso, del control social centralizado en vez de creatividad común”.
Envuelto en ese mismo papel de regalo, aparece el teatro: la manifestación madre, el serio arte de las tablas que desde los griegos llama a la reflexión, juega con las emociones y convierte lo efímero en eterno.
Hace muchos años el poeta y dramaturgo francés Antonin Artaud ya advertía que “se ha perdido una idea del teatro. Y mientras este se limite a mostrarnos escenas íntimas de las vidas de unos pocos fantoches, transformando al público en voyeur, no será raro que las mayorías se aparten del teatro, y que el público común busque en el cine, en el music-hall o en el circo satisfacciones violentas, de claras intenciones”.
Siguiendo esta idea y por alguna razón, en ocasiones inexplicable, hemos aprendido que casi siempre lo más promocionado no es lo que tiene más valor. Por lo general, carece de importancia aquello que se ofrece con “bombos y platillos”.
Un buen ejemplo es Farándula¸ la obra más reciente del joven Jazz Vilá, que se presenta en la Sala Adolfo Llauradó en la capital cubana. Según la nota de prensa, Vilá da continuidad a su empeño de conquistar a los jóvenes espectadores y hacer del teatro un sitio de reflexión desde el entretenimiento.
Sin embargo, nos gustaría descifrar qué cosa es Farándula: ¿una obra de teatro o un espectáculo humorístico lleno de sketchs mil veces repetidos?
Nos duele creer que la creación de Jazz Vilá retrocede en la comedia, se vale de las más elementales herramientas para arrancar una sonrisa al espectador y atraparlo: frases callejeras [incluso nos preguntamos si vamos al teatro realmente a ver lo mismo que sucede en el barrio, solo con un poco de luces y en la compañía de algunos desconocidos]; los trillados temas de los complejos sobre la homosexualidad; la emigración interna y los “pobres” orientales donde siempre cargan con la cruz de ser solo los únicos que practican la prostitución masculina; desnudos ligeros y el cruce de dos historias cuyo final se advierte cinco minutos después de comenzar la obra.
Si uno de los propósitos del equipo de Farándula era lograr que las personas abrieran la boca, como máquinas repetidoras de carcajadas, lo lograron. No es interés de quien escribe menospreciar el género de la comedia en el teatro. De hecho, los estudiosos, dramaturgos y actores de primer nivel coinciden que es muy difícil hacer reír. Pero el teatro, todos los sabemos, exige otro lenguaje, otras complejidades escénicas… Es un ejercicio de creación tan serio que no se da el lujo de caer en el ridículo.
Lo estimulante del momento dura poco. Formar parte de la farándula más superficial tiene sus riesgos y caminar sobre una alfombra roja, mucho más.
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Comentarios
No coincido con usted, considero que la obra muestra la típica historia de la juventud cubana, no está para nada alejada de nuestra realidad. En mi caso aprecié la obra y la encontré muy simpática. Agradezco a los jóvenes que desean impulsar el teatro cubano, felicidades a Jazz Vilá y a su elenco, disfruté mucho la obra.