Eusebio Leal: Habana de mis amores
30 de abril de 2019
|Entrevista realizada por Lucía Iglesias Kuntz (UNESCO)
Decir Eusebio Leal Spengler es decir La Habana, ¿o acaso habrá alguna otra ciudad que tenga su historiador personal? En vísperas del 500 aniversario de la fundación de la capital cubana, el Historiador de la Ciudad de La Habana, a cargo de la restauración de su centro histórico desde hace unos treinta años, la recorre mostrándonos su fuerza, su belleza… y sus achaques.
Este año La Habana cumple cinco siglos. ¿Cómo está la salud de la ciudad?
Pensando en mí, y me imagino yo ciudad, creo que los achaques que tiene son los que puede sentir uno cuando ha vivido tan largo tiempo. Cinco siglos es poco en comparación con ciudades antiquísimas como Atenas, en Grecia, o Estambul, en Turquía. Pero es mucho para nosotros en nuestra América, exceptuando las grandes urbes prehispánicas –Cuzco, la villa inca del Perú, la Tenochtitlán azteca en México o las ciudades mayas de Centroamérica. La Habana forma parte de esa nueva ola que se inaugura con la conquista y la colonización española. Después de las villas dominicanas de Santo Domingo, la Vega Real, San Pedro de Macorís y Santiago de los Caballeros vienen inmediatamente las ciudades de Cuba.
Creo que tienen una noble antigüedad y también muestran los achaques propios de todos los momentos históricos que han vivido. En nuestro caso, fundamentalmente es este tiempo nuevo que comenzó hace 60 años con la victoria de la Revolución: la resistencia del pueblo cubano, de la cual La Habana ha sido emblema y símbolo.
El centro histórico está inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial desde 1982 por su “valor universal excepcional” que cualquier visitante puede constatar. Pero, desde su punto de vista personal, ¿cuál es el valor de La Habana?
La escala de valores es muy amplia. Hay un valor simbólico: es la capital de la nación, la cabeza; pero al mismo tiempo es también muy representativa de todos los valores culturales, intelectuales, políticos, históricos y sociales del pueblo cubano. También es un catálogo de la más hermosa y deslumbrante arquitectura que alcanzó la Isla, con rasgos que pueden hallarse también en Camagüey, Santiago de Cuba o Trinidad.
Por ejemplo, esa arquitectura morisca, de influencia hispana y musulmana, está muy caracterizada en el centro histórico. Después, ese tímido pero apasionante barroco de la Catedral de La Habana, contenido más en un estado de ánimo, en una especie de sentimiento o atmósfera que el escritor cubano Alejo Carpentier describió con brío en El siglo de las luces, su gran novela.
Está la ciudad neoclásica, con El Templete, el monumento dedicado a la fundación a La Habana, una especie de pequeña maqueta que se reproduce también con gran originalidad en otras ciudades de Cuba, como Matanzas o Cienfuegos.
Y luego, esa ciudad del eclecticismo que es tan impresionante, en Centro Habana, llena de gárgolas, atlantes, figuras extraordinarias, criaturas imaginarias. Allí se cuela casi subversivamente el art nouveau (edificio Cueto de la Plaza Vieja) y luego con mucho esplendor el art déco, como en el edificio Emilio Bacardí, para hacer aún más intenso el discurso de la arquitectura.
Y, por último, La Habana de la modernidad, que llega a su esplendor de la mano del arquitecto vienés Richard Neutra en la Casa de Schulthess, una de las más bellas del reparto a donde nos lleva la Quinta Avenida.
La Habana es una ciudad viva, de sabiduría y de memoria: en esta metrópolis animada hallamos la acrópolis de la sabiduría que es el bello campus de la Universidad y el gran cementerio monumental, la necrópolis, bella también.
¿Nos puede adelantar en qué van a consistir las celebraciones de noviembre de 2019?
El gobierno de la ciudad ha elaborado un amplio proyecto de conmemoración. En la Oficina del Historiador hemos diseñado uno concreto para la zona histórica, que se incorpora armónicamente al primero. Nuestra tarea es fomentar la idea de conservación de la memoria de la ciudad, no solo cuando se trata de conmemorar su quinto centenario, sino en la vida de todos los días. Le he dedicado más de tres décadas y confieso que a veces predicar esa causa era como hacerlo en el desierto.
Actualmente hemos desarrollado un sistema de actos, programas radiales y televisivos y de publicaciones de diferentes obras. No obstante, seguimos empleándonos a la vez en la restauración de símbolos monumentales de la ciudad cuyo principal exponente será la conclusión de la gran obra del Capitolio, del Castillo de Atarés y de otras muy emblemáticas en el corazón de La Habana. Haremos memoria y celebraremos la historia no solo del acto fundador, sino también de su historia y su cultura.
Deseo afirmar que la cultura ha sido casi un lema de nuestro Plan Maestro para la rehabilitación y restauración del centro histórico. Todo proyecto de desarrollo que prescinda de la cultura solo genera decadencia.
Por otra parte, el factor humano es muy importante. Me gustaría lograr que estas conmemoraciones se conviertan en una pasión popular. Si no trascienden al pueblo se reducirán solamente a un discurso oficial, mover algunas piedras e imprimir algunos papeles.
¿Diría que el patrimonio cultural tiene más que ver con la vida cotidiana que con los museos?
Por supuesto, considero que los museos son esenciales para la historia, la memoria y la cultura. El Museo de la Ciudad tiene una importancia capital para toda la nación, no solo para los habaneros. Pero he luchado también contra la “museización” y he defendido la causa de una ciudad viva.
Uno de los desafíos a los que se enfrentan las ciudades declaradas Patrimonio Mundial es la dificultad de conciliar el turismo –en ocasiones masivo– y la conservación de los valores patrimoniales. ¿La Habana ha tenido que hacer frente a contradicciones como esta?
Hay que velar por que La Habana no desaparezca bajo una marea de turistas. Pero, a la vez, creo que no se debe demonizar al turismo, una actividad necesaria, un factor económico importante, y en el caso de Cuba –dado su aislamiento–, una oportunidad también para iniciar un diálogo directo con visitantes provenientes de todas las regiones del mundo. Algo que me parece maravilloso.
Una vez terminada la rehabilitación son muchos edificios de La Habana Vieja que siguen habitados.
En muchos casos, los edificios que estaban en ruinas y que hemos restaurado estaban habitados por familias en condiciones precarias. Es todavía el caso de muchos de estos. La respuesta ha sido dar techo seguro y digno a miles de personas, proporcionar educación a los jóvenes y crear puestos de trabajo seguros para los adultos. Hemos tratado de transitar por lo que la UNESCO definió, en su momento, como “un proyecto singular”, diferente. Singular no quiere decir mejor. No pretendemos haberlo hecho mejor que en otras partes del mundo. Se hizo más bien de acuerdo a nuestra propia experiencia. Es decir, a pesar de los traspiés y equivocaciones que padecimos en la búsqueda de un modelo de rehabilitación que finalmente encontramos.
También ha puesto mucho empeño en la restauración del Malecón, la avenida emblemática de La Habana que se extiende a lo largo del litoral. Usted la ha definido como “la sonrisa de La Habana”.
Debo confesar que casi he perdido la batalla contra el mar, una batalla que solamente podría librarla Neptuno con su tridente. No puedo olvidar las imágenes de las olas demoledoras rompiendo contra el Castillo del Morro, erguido desde hace siglos frente al mar y este último penetrando en la ciudad, cubriendo de sal los jardines del Prado, desgastando los cimientos de palacios antiguos y edificios modernos. Son visiones dantescas que se repiten a cada paso de un ciclón.
El tornado que nos golpeó recientemente, durante la noche entre el 27 y 28 de enero pasado, provocando la muerte de varias personas y unos 200 heridos, nos recuerda que ha llegado la hora de entender que el cambio climático es una amenaza latente contra la elegante silueta del Malecón, que será siempre esa hermosa sonrisa que La Habana le dirige al mar y que tenemos el deber de proteger.
Hemos perdido la batalla contra el mar, pero debemos ganar nuestro combate contra el cambio climático. Grandes desafíos y nuevas aventuras nos esperan.
¿Nunca se cansó de trabajar por La Habana?
Es cierto que todo me ha llevado siempre a La Habana. Han sido realmente muchos años de trabajo y de empeño. No me arrepiento. Si hubiera otra vida que esta que conocemos aquí abajo, mi alma vagará eternamente por La Habana. Ha sido el mejor de mis amores, la mejor de mis pasiones, el mayor de mis desafíos. Realmente no sé por qué siempre vuelvo misteriosamente a ella, en la luz y en el silencio, en la vida y en el sueño.
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