Emilio Roig de Leuchsenring: Una vida por la cubanidad, la historia y la ciudad (II)
13 de julio de 2021
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Continuamos la conversación con la historiadora Raida Mara Suárez Portal, exdirectora de Patrimonio Cultural de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, y recientemente reconocida con el Premio Provincial de Historia que lleva el nombre de quien fuera su cercana colaboradora, Eusebio Leal Spengler.
Una línea definida a lo largo de la vida de Emilito, como lo llamaban sus conocidos, fue la defensa de la cubanía y su marcado antiimperialismo. Se identificó con las causas justas del continente. Pero Roig fue también precursor en la defensa de la historia nacional y en la promoción de su conocimiento.
Emilio Roig fue precursor en muchas cosas. Hay que pensar que la república que surgió en 1902 estaba lastrada por una fuerte influencia norteamericana y Cuba comenzó a ser una neocolonia o colonia de nuevo tipo. ¿Qué pasó entonces con la educación cubana? Mandaron a pedagogos norteamericanos a definirla y orientarla. Algunos maestros cubanos eran llevados a Estados Unidos a conocer el nuevo método, que era avanzado pedagógicamente respecto al atrasado método español, pero iba más allá de lo conceptual y alcanzaba al contenido. La historia de Cuba desaparecía.
Roig se sentía como depositario de la idea martiana, de las guerras que por 30 años buscaron la independencia de Cuba. Sentía ese compromiso histórico y en ese camino llegó a las acciones, no quedó solo en palabras. Por eso digo que es el padre de la historiografía cubana. ¿Por qué? Emilio promovió las primeras ediciones del Congreso Nacional de Historia y ahí tuvieron voz todos; habló, por ejemplo, el comunista Sergio Aguirre, pero también Chacón y Calvo, de derecha.
A la sombra de Emilio se formaron Hortensia Pichardo y su esposo, el pedagogo e historiador Fernando Portuondo, Julio Le Riverend, Carlos Rafael Rodríguez; o sea, quienes se vinculan con Emilio Roig son los que después van a hacer los libros de texto de historia de Cuba, van a tener escuelas y a enseñar la historia cubana. Y a este movimiento se sumó toda Cuba, porque el Congreso Nacional de Historia abarcaría a toda la nación. Algunos congresos se celebraron en La Habana, pero otros en provincias. Así se fue influyendo en la historia de Cuba que se estaba haciendo y en la formación y en la explicación de esa historia a las nuevas generaciones. Por ejemplo, la versión oficial establecía que la guerra contra España la ganó Estados Unidos y que gracias a eso los cubanos tenían una república. Trataron de desaparecer al Ejército Libertador de la historia cubana. Máximo Gómez jugó una carta muy interesante cuando no desmovilizó al ejército a pesar de que ya estaba pactada la paz, y obligó al representante de Estados Unidos a ir y negociar con él. Máximo Gómez entró con su caballería en cada pueblo hasta llegar a La Habana. Emilio tenía esa visión del Ejército Libertador cuando entró a La Habana con su caballería mambisa y fue recibido por el pueblo. Eso es lo que Emilio defendería frente a la versión oficial y manipulada de que los cubanos no existieron en esa contienda, que fueron norteamericanos contra españoles.
Un libro importantísimo de Roig es Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos, que trasciende la época y será usado luego por Ernesto Guevara para formar a sus soldados. Por eso es que tenemos un retrato tan interesante de Emilio Roig con Fidel y el Che en 1959. Emilio les está entregando, precisamente, una edición de ese libro. El Che, un marxista formado e ideológicamente convencido, vio la importancia de ese libro para adoctrinar a su tropa en 1958. En la primera mitad del siglo XX, el pensamiento martiano se sostuvo con una labor titánica para contrarrestar la fuerte influencia ideológica foránea, para mantener la realidad y los valores de la historia de Cuba, aprender a valorar y amar lo nuestro y ver el patrimonio como signo de identidad. No hay una nación si las personas que viven en ella no sienten que pertenecen a ella. Roig no desecha nada, no desecha a España por estar en guerra con el Ejército Libertador ni a los Estados Unidos. El patrimonio es de esta nación mixta, con esta mezcla de culturas, pero que existe como nación.
Mara, junto con esa obra incansable por la historia y la identidad cubanas, Roig fue un habanero esencial, amó a esta ciudad, fue un defensor del patrimonio cubano y creó la Junta Nacional de Arqueología y Etnología, la Comisión Nacional de Monumentos y otras instituciones que perduran hasta hoy.
Sí, los signos de identidad que Roig veía en el patrimonio y el trabajo para enseñar a amar esa identidad, eran como el complemento de su pensamiento. Emilio Roig fue un hombre muy progresista y tan amplio de pensamiento que es asombroso. Es igualmente asombroso su acierto en cada gesto. Por ejemplo, cuando crea la Oficina del Historiador, crea una biblioteca que se nutría de los libros que tenían sus amigos. No era una biblioteca con los libros a la mano, sino una colección de fichas de libros disponibles en las bibliotecas de esos amigos. Cuando alguien acudía a pedir algún libro se buscaba la ficha correspondiente, se veía quién lo tenía y el emisario, Alfredo Zayas –bibliotecario que llegó hasta nuestros días–, iba a buscarlo y se lo prestaba a aquella persona. Eran libros de las bibliotecas de Emilio, los González del Valle, Le Riverend, Carlos Rafael, Chacón y Calvo, de todos los que estuvieron con él. Se le prestaban los libros a cualquiera. Cuando murió Francisco González del Valle, dejó su biblioteca con miles de títulos como legado a la Oficina del Historiador y ahí se inició la Biblioteca Francisco González del Valle, que llega hasta nuestros días.
De los Congresos de Historia surgió la Unión de Historiadores de Cuba. La Oficina del Historiador se mantenía con publicaciones. Porque Roig publicaba, él entendía que la publicación era esencial. Por ejemplo, en 1953 publicó sobre la independencia de Puerto Rico, como apoyo a Pedro Albizu Campos y a los patriotas puertorriqueños, aunque finalmente tuvo que recoger aquel libro porque se tornó subversivo y no le permitieron distribuirlo. También publicó obras de Martí y textos de una campaña educacional que desarrolló Juan Marinello, Por una escuela cubana en Cuba Libre, donde se incluía la historia. Era una batalla por llevar a la escuela cubana un pensamiento y un contenido como no estaba previsto, y la desarrolló Marinello con el apoyo de Roig y de los Congresos de Historia.
Roig tenía su editorial y publicaba libros sencillos, rústicos, pero con contenidos muy profundos. Editó, llevándolas al castellano moderno, las Actas Capitulares. También participó en el movimiento de ayuda y de apoyo a emigrantes de la guerra civil española, a raíz de lo cual instituyó el acto que mantenemos el 27 de noviembre en la Acera del Louvre, para recordar la actitud del capitán español Nicolás Estévanez, que rompió su espada y decidió no pertenecer más al Ejército español tras el fusilamiento de los estudiantes de medicina. También fue amigo del escritor Henri Barbusse, del movimiento antifascista francés. Estaba con los puertorriqueños, estaba con todos los movimientos progresistas de su época. No hubo uno en el que no figurara el nombre de Emilio Roig de Leuchsenring. Y hay cartas que lo atestiguan.
Emilio promovió, además, la Junta Nacional de Arqueología y Etnología para la salvación de los monumentos. La primera acción comenzó con arquitectos como Bay Sevilla y Govantes y Cabarrocas, que trabajaron en sitios icónicos de La Habana como la Plaza de la Catedral y la Plaza de Armas, con base en el concepto de llevar las edificaciones a la piedra para que recuperaran la imagen colonial. Ahí es cuando se les quitan los enlucidos (revestimientos de cal, yeso, estuco) a varias edificaciones. Nosotros las recordamos hoy en la piedra, pero en ese entonces estaban enlucidas.
En los inicios de los cuarenta Roig es nombrado Conservador de la Plaza de la Catedral. Una batalla muy linda que ellos libraron fue la de la Alameda de Paula. La Iglesia de Paula iba a desaparecer porque se buscaba una vía más directa de acceso de los ferrocarriles –pertenecientes a una empresa norteamericana– a los almacenes del puerto, y para trazar nuevas líneas había que derribar toda esa zona. Efectivamente, lograron derrumbar el Hospital de Paula, pero la Iglesia de Paula, donde estuvo el primer hospital y escuela de parto de la ciudad, se salvó porque Roig creó la Comisión de Monumentos dentro de la Junta Nacional de Arqueología y Etnología.
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