El telón de boca del Martí
12 de diciembre de 2016
| |Fotos: Alexis Rodríguez
Nuevamente las manos de Juan Carlos Pérez Botello dan vida al diseño y concepción de una obra de autor que ha devuelto el telón de boca al emblemático Teatro Martí, con el apoyo de los estudiantes de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos –que él dirige– y dos asistentes, los maestros del centro, Rodin Landa y Osmaro Medina.
El telón de boca es típico de la instalación o de otros del siglo XIX como el Sauto de Matanzas. «En el que nos ocupa – cuenta Botello – no existía información directa de cómo era, por lo que se tomó la decisión de hacer un proyecto totalmente nuevo donde la gama cromática estuviera lo más armónicamente posible con el entorno».
«El cortinón está dividido en dos paños realizado por el especialista en tramoya y arte escénico, uno superior al que llaman arlequín y el telón bajo o principal. Fue necesario hacerlo porque la boca del teatro tiene solo 13 metros hasta la parte superior y se debían ocultar ambos. Se trabajó temáticamente con el diseño tradicional en el siglo XIX», aseguró Juan Carlos.
«Una de las cosas que se utilizaba en este teatro – que ya el proyecto actual no lo hace, el Sauto sí lo tiene –, es que en determinado momento se elevaba la platea y se ponía a nivel con el escenario, lo que permitía utilizarlo para fiestas u otro tipo de actividades como un gran salón y entonces en el fondo donde estaba el escenario se colocaban cortinas –continúa Botello–. Eso reforzaba la perspectiva y daba la sensación que era una sola sala y en esa decoración aparecía el tema de la fuente, además de que este detalle significa que debemos ir siempre a la raíz.
»También teniendo como referencia la imagen de un telón de boca que existió en el Martí que utilizaba la temática de las musas, quisimos simbolizar la inteligencia nacional en Palas Atenea que está representada de la forma más o menos clásica pero llevando el escudo de la Oficina del Historiador, institución que llevó a feliz término la restauración del inmueble. Las musas están representadas por figuras notables de la cultura. No podía ponerlas todas porque en primer lugar no soy retratista y nos inspiramos en Rita Montaner, Candita Quintana y María de los Ángeles Santana – todas jóvenes –. Eso es parado frente al telón al lado derecho.
»En el ala izquierda quisimos representar como elementos de una obra la locura creadora encarnada en el Caballero de París, y junto a este personaje emblemático están Enrique Núñez Rodríguez y Eduardo Robreño que personifican la figura masculina y el lazo que unía a esa generación del teatro vernáculo a finales del siglo XIX, principios del XX, con esta actual restauración del teatro, porque hasta el último momento estuvieron muy vinculados a su rehabilitación; incluso, en un bello artículo que escribió Núñez Rodríguez que se llama El Martí reabre habla mucho de eso.
»Vas a ver que tiene a Enrique con el badajo y la campana porque Eusebio Leal había dicho en determinado momento que él era la persona designada para reinaugurarlo. Y Robreño sale al lado de Enrique porque este había expresado que él estaba seguro que Robreño si reabriría el teatro. Decía: Robreño no es inmortal pero es inmorible, y está con una canasta también porque cuenta Núñez Rodríguez que Robreño había nacido en las canastas que las actrices llevaban a los ensayos y, por el contrario, él había nacido en el campo y después en un gran salto vino aquí a estar rodeado de todas esas figuras importantes de las tablas. Y sale la inocencia representada por una niña que tiene una manzana, por la anécdota que leí, muy bonita del vínculo que hay entre la inocencia y la locura, cuando Leal cuenta que a él de niño el Caballero de Paris le regaló una manzana muy roja en la mano. Entonces como él no quiso que lo retratara, esa es la verdad, él como gente inteligente que es, sabía que lo iba a caricaturizar y todo el mundo lo identificaría y no quiso que hubiera ninguna figura viva.
»Todo esto se hizo siempre cuidando que los colores fueran tenues y que armonizaran con el escenario y el propio Martí; para ello utilicé tres tonos fundamentales, la ropa la recreé con el color de las butacas que es como un color tierra, los verdes claros y oscuros y el ocre, que son más o menos los fondos del teatro. No utilicé el blanco por el tema del envejecimiento, al tiempo que se uso una capa mínima de pintura y una técnica de acrílico mezclando con una resina para darle flexibilidad. Esperemos que dure».
Refiere Botello que la obra le llevó hacerla casi dos años. «Hay que terminarle algunos detalles pero ya se puede subir y bajar. Eusebio siempre pidió: pónganlo y después se retoca.
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