Defender la Revolución es defender la cultura

30 de junio de 2016

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Cuba, Cultura, Fidel Castro Ruz

“Una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un verdadero patrimonio del pueblo”.
Fidel Castro Ruz

 

 

 

La sala ya no es la misma y los que en ella están, tampoco son los mismos. Han pasado 55 años desde que se reunieran en el teatro de la Biblioteca Nacional de Cuba “José Martí” el líder de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz y un grupo de escritores y artistas, para dialogar sobre el nuevo contexto revolucionario en el campo cultural, y el presente y futuro de la nación que recién nacía.
Recogidas en el tiempo como “Palabras a los intelectuales”, en ellas se resumen los intercambios sostenidos durante los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, y en los cuales se debatieron la política cultural, el papel del arte y la cultura en la construcción de una sociedad nueva, y todo lo que representaba entonces la Revolución en sí misma.
Este jueves, la sala volvió a llenarse de escritores y artistas, intelectuales y representantes de la sociedad cubana, para recordar aquellos importantes días en los que el proyecto revolucionario centraba los debates. Un acto formal de diálogo, conversación, en el que se reconoció con franqueza el impacto y la profundidad de lo expresado entonces, y que estuvo conducido por el que quizás haya sido el más joven de los espectadores en junio del 61: Miguel Barnet. Junto a él se encontraban el director de la Biblioteca, Eduardo Torres Cuevas; el miembro del Consejo Nacional de la Asociación Hermanos Saíz, Eldys Baratute, y la Presidenta de la Brigada de Instructores de Arte “José Martí”, Liliam Mendoza.

 

 

En sus palabras, Eduardo Torres Cuevas expresó que a la distancia de más de medio siglo, aquel acto se convirtió, por tocar las fibras más sensibles de la creación y el espíritu cubano, “en un cuerpo permanente de ideas que ha contado con remociones, profundizaciones y redefiniciones siempre superadoras y fieles al espíritu inicial de aquel extraordinario movimiento” surgido del debate de ideas y del “diálogo más que de un discurso”.
Al referirse a la coyuntura en que acontecieron los intercambios, Torres Cuevas recordó que “impregnaba toda la época un fervor revolucionario que nacía no solo de las palabras, sino de los hechos que después se convertían en palabras y que en cuya ejecución participaba todo el pueblo”.
Tiempos de intensas labor para crear un hombre nuevo capaz de crear una sociedad nueva. Años en que se aprueban la Ley de Reforma Agraria y la Ley de Cine; surgen la Imprenta Nacional, Casa de las Américas, el Ballet y la Sinfónica, el Consejo Nacional de Cultura. Transformación de los espacios que necesitaban pensarse y recrearse. Un fervor revolucionario que también protagonizó la derrota de las fuerzas invasoras a Playa Girón, la Declaración del carácter socialista de la Revolución, la Campaña de Alfabetización y otras tantas definiciones trascendentes.

 

 

“Y en aquel momento crucial se produjo la reunión de intelectuales y artistas que debían debatir bajo el signo del socialismo el papel de los creadores en una nueva dimensión de la sociedad cubana. «Palabras a los intelectuales», leída años después, forma parte del proyecto revolucionario cubano, porque toma distancia de los cerrados esquematismos y de las ideas censuras que lamentablemente predominaban bajo el muy discutido nombre de realismo socialista”, declaró el presidente de la Academia de Historia de Cuba.
“«Palabras a los intelectuales» formó parte del conjunto creador de la Revolución cubana. Colocó a la cultura como la primera línea de defensa de este proceso auténtico y necesario”, sentenció el doctor Eduardo Torres Cuevas: “Ha sido en estos 55 años de creaciones una etapa en la que la cultura se desmitificó, invadió el pueblo y se fundió con él”.
Una representación de las jóvenes generaciones que recibieron el impulso de los debates de junio de 1961 estuvo representada por Liliam Mendoza, presidenta de la Brigada de Instructores de Arte “José Martí”, y el responsable de la Asociación Hermanos Saíz en la provincia Guantánamo, el escritor Eldys Baratute, quien reconoció la trascendencia de aquellas palabras al constituir la primera alocución pública en donde Fidel enunció el papel imprescindible de la cultura en la revolución naciente, como motor impulsor de los cambios que ya se mostraban en la sociedad, y la importancia de suplir al mismo tiempo las necesidades espirituales y materiales de la sociedad. Y citó el texto:
“Y al igual que nosotros hemos querido para el pueblo una vida mejor en el orden material, queremos para el pueblo una vida mejor también en el orden espiritual, una vida mejor en el orden cultural. Y lo mismo que la Revolución se preocupa del desarrollo de las condiciones y de las fuerzas que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades materiales, nosotros queremos desarrollar también las condiciones que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades culturales”.

 

 

Baratute reconoció que tal vez los ecos de aquel discurso influyeron en su decisión de abandonar la medicina y convertirse en promotor de la cultura, centro de todas las transformaciones sociales: “Llegamos a concientizar que ser cultos era el único modo de ser libres, y que sin la cultura no tendríamos las herramientas necesarias para salvar al país del asedio constante al que se ve sometido”.
“Estoy seguro que sin las palabras de Fidel en aquel 1961 y la influencia que tuvieron en las próximas generaciones de cubanos, hoy yo no sería el mismo. Todos los trabajadores del sistema institucional de la cultura, sobre todos los artistas, somos promotores, tanto de la cultura artístico-literaria como de la gran cultura: aquella que nace del respeto, del diálogo, de la escucha y que indudablemente conlleva a la transformación del hombre. Me enorgullezco de ejercer una profesión tan noble como la de los maestros, los médicos y lo científicos”, concluyó.

 

 

Para cerrar las excepcionales intervenciones de los presentes esa mañana en el acto, Miguel Barnet, actual Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), rememoró cómo con apenas 21 años asistió a los debates de aquellos días sin ser invitado, más que por el impulso de su amigo, el musicólogo, etnólogo y pedagogo Argeliers León. Pero tenía que estar allí, porque había que presenciar las palabras de un treintañero Fidel Castro, envuelto en las transformaciones sociales que el país necesitaba.
Reconoció la habilidad del Comandante para unir en un solo propósito las tendencias estéticas e ideológicas de los escritores y artistas presentes en los debates, algunos de mayor edad que él: “Cuando Fidel expresó «dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada», considero que se refería al derecho que esta tiene de defenderse, de defender su derecho a existir” expresó.
“Ese es la apotegma más importante de los discursos recogidos en «Palabras a los Intelectuales»: Defender la Revolución es defender la cultura”, sentenció. Barnet.

 

 

La velada comenzó con las interpretaciones del Coro Entrevoces, dirigido por la Premio Nacional de Música, la Maestra Digna Guerra. Entre los presentes se encontraban algunos protagonistas del encuentro de 1961, como el Presidente de Casa de las Américas, Roberto Fernández Retamar, y Armando Hart Dávalos, fundador de la UNEAC y primer ministro de Educación y Cultura de la etapa revolucionaria. Junto a ellos, Abel Prieto, Asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Julián González, Ministro de Cultura, e Ignacio Ramonet, periodista y miembro de honor de la UNEAC, entre otras personalidades.