Cómo no honrar la singular fortuna…
10 de mayo de 2015
| |“Toda madre debiera llamarse Maravilla”, puede leerse en uno de los apuntes, fechados en 1882, que legara, a su tiempo y al tiempo por venir, el más trascendente revolucionario e intelectual del siglo XIX cubano, el Héroe Nacional José Martí.
Los poetas también comparten tal certeza. De ahí que, en sus versos, dejen el testimonio del amor, el respeto, el cariño, la devoción, que sienten por quienes consagran su propia vida a la vida del hijo amado.
He aquí algunos de esos textos, en que poetas de la isla, pertenecientes a diversas generaciones, estilos, tendencias, le cantan a quienes, también en palabras del más universal de los cubanos, “son amor, no razón; son sensibilidad exquisita y dolor inconsolable”.
Sencillo homenaje para así recordar, en este segundo domingo del mes de mayo del año 2015, Día de las Madres, la abnegación, la entrega, el desvelo, la ternura, de quienes, indudablemente, debieran llamarse Maravilla.
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Madre mía que estás en una carta
Madre mía que estás en una carta
y en un regaño antiguo que no encuentro,
quédate para siempre aquí en el centro
de la rosa total que no se aparta.
Madre mía que estás tan lejos, harta
de la nieve y la bruma, espera, que entro
a ponerte a vivir con el sol dentro,
madre mía que estás en una carta.
Puedes darle al misterio alguna cita,
convenir con las sombras hechiceras,
puedes ser una piedra que se quita
o secarte ahora mismo las ojeras;
pero acuérdate, madre, de tu hijita:
¡no te atrevas a todo, no te mueras!
Carilda Oliver Labra (Matanzas, 1922)
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A mi madre
Mamá, mamá, la que meció mi cuna,
la que tejió los días de mi fe,
cómo no honrar la singular fortuna
de aprender en tus brazos lo que sé.
Cuántas noches en vela con alguna
minúscula tacita de café,
aquella madre de mirada en una
rosa grisácea, verdiazul, muaré.
Fuiste más que yo mismo, la primera
visión en la casona inoportuna
del lugar que muy niño abandoné.
Mamá, mamá, mi madre, la enfermera,
cuántas noches en vela sin ninguna
minúscula tacita de café.
Adolfo Martí Fuentes (Galicia, España, 1922-La Habana, 2002)
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Tríptico para una llama de amor viva
(fragmentos)
Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
San Juan de la Cruz
II
en el divertimento de mis días, la luz gravita
sobre lo que amo, cosas imposibles; advierto que nada pasa
y ruego bajo estas palabras en tu venidero día, en el mañana dispuesto.
en la casa me voy quedando con los años, y dibujo bajo la soledad
la dimensión de los rostros que amo, confundido estoy
bajo la noche donde la palabra pudiera no resultar tan sagrada.
(des)corro las cortinas de la casa y pienso en mi madre, que tu reclamo
aguarde otras estaciones, para que cada minuto de mi vida
se prolongue en su vientre, que me salve San Judas este tiempo
de toda posible ausencia. no permitas bajo tu verde luz
que las cosas que una vez cultivé desaparezcan, dame un sitio
aunque sea mínimo para dibujar lo que he visto ante los ojos
de la trinidad divina. ahora sé que el tiempo que está por venir es imposible de augurar, que la salud de mi madre sea como esa tierra
y que no exista mayor júbilo que el día en que volvamos
a encontrarnos todos alrededor de una casa, que ya no existirá,
donde apenas me reconocerían si tocara a la puerta.
Luis Manuel Pérez-Boitel (Remedios, Villa Clara, 1969)
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Madre
madre siempre estuvo
donde tenía que estar
no exactamente tras cumbres de espuma
no oculta entre humos y calderos
no diluida en la caricia las sábanas las tisanas
sino en el lugar
donde siempre llama
donde siempre duele
y donde siempre acude cuando ya no está
Manuel García Verdecia (Holguín, 1953)
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Madre
Duermes.
Es la casa de los años,
edificada piedra a piedra por tus pasos.
Hemos andado las encrucijadas
pero al fin vuelto.
Sobre la mesa el alimento no ha cambiado.
El mismo modo de prepararnos para la vida
y la muerte.
Entre mi hermano y yo,
los mismos poemas.
Casi nada ha cambiado.
Duermes. Te reconozco en la noche.
Los silencios saben distinto afuera.
Aquí la página blanca, íntima,
la conversación que siempre está a la mano.
He vuelto, otra vez, a la casa
donde nunca
va a faltar un rostro.
Maikel Rico (La Habana, 1975)
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Las horas
(fragmentos)
Mi madre teje en su banqueta de pino
un mantel anchísimo
que nos pondrá a la mesa un par de días
Madre teje a estas horas
para acabar temprano con el hambre
No puedo dormir
escuchando el golpeteo de agujetas
contra su pecho.
Camilo Noa Rodríguez (Gibara, Holguín, 1990)
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