“Choco, con los pies en la tierra”: todo un concepto
26 de diciembre de 2018
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“Choco, con los pies en la tierra” es más que una exposición: es un concepto. Y esto es muy importante cuando se trata de una muestra que abarca un arco temporal de casi veinte años de trabajo incesante, imparable, incansable y, sobre todo, raigal y visceralmente cubano.
Eduardo Roca Salazar, Choco, fue distinguido con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2017 y, como se sabe, parte de ese reconocimiento consiste en realizar una exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, institución que legitima y a la que todos los artistas aspiran llegar: esta es la segunda ocasión en que Choco expone en Bellas Artes porque en 2004 dejó allí su huella con “Abanico de posibilidades”, muestra en la que ya el consagrado grabador y pintor se coronaba como uno de los creadores contemporáneos cubanos de mayor valía.
Por lo general cuando un artista es reconocido con el Premio Nacional, tiene a su favor doce meses en los que febrilmente trabaja y produce obra puntual. Pero, Choco ha marcado una diferencia porque sin llegar a ser una exposición retrospectiva ni antológica, ha tenido el tino de incluir piezas de 1999, 2003, 2004, 2010 y 2017y ocho realizadas en 2018; matemática elemental: de un total 13 obras que conforman la exposición, ocho —más de la mitad— son realizadas en el presente 2018. ¿Qué quiere esto decir? o mejor dicho, ¿qué puede significar?: la posibilidad de hacer un recorrido de dos décadas en las que se nota el crecimiento y la robustez de un quehacer en ascenso que no por gusto incluye, además de la pintura y el grabado, una interesantísima obra escultórica.Por la cantidad de obra de peso que ha generado en los últimos años, ya puede afirmarse que Choco ha devenido escultor.
Seguramente en esa sabia decisión de seleccionar qué obra mostrar del amplio catálogo de Choco, han influidoLaura Arañó, curadora y especialista, y Gloria García, musa y guardiana de todo lo que tiene que ver con el artista: ambas han logrado estructurar —tanto en la museografía como en la curaduría— una suerte de sendero o camino en el que espectador transitapara seguirle el paso creativo a Choco.
“El coro” —un óleo sobre tela de 100×128 cm, de 1999— hace reverencia a otra de las grandes pasiones de Choco, la música, y en la que las texturas, tan inherentes a su obra, remontan un alto vuelo. “Camino al Rincón” —166 x 330 cm,de 2004— es un reconocidísimo y enérgico tríptico que alude a la peregrinación que todos los 17 de diciembre los fieles y devotos a san Lázaro realizan al santuario consagrado a ese santo, enclavado en las afueras de La Habana. Con “Camino al Rincón”, toca un tema profundamente identitario: el sincretismo entre la religión cristiana (San Lázaro) y las de origen africano (Babalú Ayé) a partir de una paleta explosiva en la que el rojo y el amarillo desempeñan un rol protagónico. Y fíjese si Choco es arriesgado que para este tríptico no utiliza el color morado, que identifica a esa deidad y sin embargo, la pieza es de una redondez conceptual impresionante. Pero, con Yemayá es otra cosa: ahí el azul reluce en todo su esplendor.
“El soplo de la vida”, colagrafía 90×300 cm que data de 2003, ha sido reimpresa especialmente para esta ocasión, mientras que “Intimidad” y “Descanso” poseen entre sí un particular nexo: la primera es un óleo sobre tela de 2010, mientras que la segunda es una escultura colagráfica en madera de 236 x 123 x 60 cmm de 2018: es, casi, la misma imagen que transmuta de la tela a la tridimensionalidad, hecho que demuestra que Choco es capaz de moverse con gran soltura y desprejuicio en las dos maneras de hacer con excelentes resultados. “Descanso” ha sido ubicada el lobby central del Museo y es la pieza que da la bienvenida y anuncia lo que podrá encontrarse en el tercer nivel.
“El abrazo” —óleo sobre tela de 100×85, de 2017—; “Cotidiano” —políptico, óleo sobre tela de 70×59 cm, de 2018—; “El último de la cola” —óleo sobre tela de 150×130.5 cm, de 2018—; “Equilibrio” —colagrafía, 90×300 cm, de 2018—; “Madre de aguas” —colagrafía de dimensiones variables, de 2018— y “Tarde será mañana” —instalación de dimensiones variables, de 2018— son otras de las piezas que redondean “Con los pies…”.
Párrafo aparte merece el políptico realizado en linografía y tinta china, de 2018, titulado “Ginguindo”: esa pieza se me antoja un guiño de Choco, una autoapropiación o una revisitación a su propio quehacer. Y es que “Guinguindo” fue una obra realizada por Chocoa finales de los años setenta e inicio de los ochenta al regreso a Cuba luego de una estancia en Angola. Ahora, más de treinta años después, Choco voltea la cabeza y también la mirada hacia esa obra, la retoma y revive dotándola de una intensidad nueva con una gran economía de color. Pero, a la vez, dándole a cada uno de los cuadros —porque son cuatro que conforman una unidad en su independencia— una actualización temática, ideoestética y casi antropológica.Si se observa con cuidado hay señales que van desde símbolos que nos remiten a las religiones de origen africano, hasta los tres Juanes, presentes enmás de una obra de este artista. Creo que esta linografía constituye uno de los puntos más elevados y estremecedores de la muestra y pone de manifiesto la maestría del dibujante que, también, es Choco.
“Sin-fonía”— ¡otra vez la música!— es una instalación de 2018 que incluye un conjunto de instrumentos musicales realizados en madera ¿forrados?, ¿cubiertos? o ¿arropados? con colagrafías: es una pieza repleta de sonidos y de silencios (como la música), de un gran colorido y de una intención casi lúdica. “Sin-fonía” ha sido muy bien ubicada dentro de la muestra: está justo en el salón de entrada de la galería del tercer nivel del Edificio de Arte Cubano y sirve de clarinada para que el púbico se prepare para la fiesta de los colores, de las texturas y de los sentidos que nos propone Choco.
El catálogo producido para la ocasión, la cuidadosa curaduría, la sagaz museografía, la música que acompañó la inauguración de la muestra, hacen que “Choco, con los pies en la tierra” sea un todo concepto en el que ningún tema humano o divino quedó sin tocar en las trece obras que pueden ser apreciadas hasta el 25 de febrero próximo.
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