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Celebrado en Bellas Artes acto central por el Día Internacional de los Museos

17 de mayo de 2013

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Foto Alexis Rodríguez

En vísperas del Día Internacional de los Museos, se celebró el acto central en el Museo Nacional de Bellas que cumple este año su centenario y que por tal razón ha sido escogido como la sede por los festejos. La ocasión fue propicia para reconocer a aquellas personas que han dedicado su vida a preservar la cultura y el patrimonio de nuestro país.
El Consejo de Estado de la República de Cuba reconoció con la Distinción por la Cultura Nacional -por los méritos alcanzados en la labor que realizan y por su contribución al crecimiento de la cultura nacional-  a Esperanza Mandulé García, Regla Maximina García Henry y María Cristina Ruiz. La Distinción fue otorgada por la viceministra de Cultura Vivian Belunza, en representación del Ministro de Cultura Rafael Bernal.
También Belunza reconoció con la Medalla Alejo Carpentier que se otorga por los méritos alcanzados y por la desatacada labor realizada en la elaboración, interpretación, promoción y organización artística y cultural, a Luz Merino Acosta y Moraima Clavijo, quien pronunció las palabras de agradecimiento en nombre de los condecorados.
Por su parte, el Dr. Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad y presidente del Comité Cubano del Consejo Internacional de Museos, tuvo a su cargo las palabras centrales de este acto donde mencionó que “No es posible ir al futuro sin el pasado, no es posible elaborar la memoria sin hacer justicia y en ese acto de justicia nada ni nadie puede ser olvidado. Es importante no olvidar y por ello hacemos este acto, para no olvidar el mérito de los que han trabajado, de los que con humildad han sido peregrinos de la cultura, del arte y de muchos saberes que el museo, como templo de las musas, contiene”.
La ceremonia, amenizada por el conjunto de percusión PerCuba Ensamble, se realizó en la mañana de hoy en vísperas del Día Internacional de los Museos y constituyó una ocasión propicia para reflexionar sobre la importancia de la labor de estas instituciones en la sociedad. Sobre los desafíos que afrontan hoy los museólogos, el Dr. Leal afirmó: “Cuando la obra de arte queda desamparada de su dueño, es como un ser humano que de pronto pierde la memoria. Cuando aparece el museólogo, el restaurador, el museógrafo que debe cuidar de ella reaparece el misterio, una extraña comunicación que permite a las cosas recuperar la vida y lucir en su esplendor para mostrar todo lo que ella significa.

Foto Alexis Rodríguez

“Si queremos que el Museo sea lo que es, debemos darle vida, crear actividades no actos, y fomentar la cultura a partir de sus exponentes. Las tareas de los museos polivalentes son más complejas, porque los conservadores tienen que enfrentar el trabajo cuidadoso, maravilloso y tremendo de tocar puerta a puerta, a veces, en la ciudad o en el pueblo para que no se pierda nada que pudiera tener trascendencia e importancia. Para nosotros cada prueba, cada vestigio, cada objeto de pasado es necesario”, aseveró Leal.
También se realizó un homenaje, por la obra de toda la vida, a varios museólogos, restauradores y especialistas de diferentes provincias del país y se reconoció la labor de tres museos cubanos que cumplen aniversario cerrado en 2013: el Museo Antropológico Montané, el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo de la Ciudad de La Habana que celebran 110, 100 y 45 años de fundación respectivamente.

 

Palabras del Dr. Eusebio Leal Spengler en el Acto Central por el Día Internacional de los Museos, celebrado en el Museo Nacional de Bellas Artes, el 17 de mayo de 2013

Les agradezco profundamente por haber asistido todos a este acto que es muy importante para nosotros en el seno de la profesión en la cual nos hemos desempeñado por mucho tiempo. Tanto tiempo que nos parece a todos que fue ayer cuando comenzamos la labor de los museos, la preservación compleja del patrimonio encomendado a nuestra responsabilidad, y esto sería imposible sin tantos colaboradores y personas que con generosidad y entrega absoluta batallaron por salvar cada una de las cosas que conforman hoy una parte de la identidad de Cuba.
Nos llena de satisfacción que el reconocimiento vaya a todos aquellos que en nuestra ciudad lo han realizado con paciencia, con pasión, pero más aún, a todos aquellos que en las provincias de nuestro país lo merecían, sobre todo porque una cosa es aquí y otra cosa es allá. Siempre confrontan más dificultades, más problemas, o a veces, por referirse concretamente a la autoridad constituida, como se decía ayer en otra reunión similar, pueden, con el prestigio de su trabajo y con el calor arropado por el calor y el cariño de sus gentes, obtener del gobierno, del partido, el apoyo necesario para hacer brillar las obras que conservan y cuidan.
El universo del museo es amplio. Toda definición clásica es siempre pobre en comparación con la vida real. Cuando los objetos se apartan de los que fueron sus creadores, cuando la partitura se levanta del piano, cuando el libro ingresa lejos de aquel que le colocó el signo de identidad o leyó en sus páginas y estableció una relación misteriosa con él, cuando la obra de arte queda desamparada de su dueño, es como un ser humano que de pronto pierde la memoria. Cuando aparece el restaurador, el museólogo, el museógrafo, que debe cuidar de ellas o exponerlas, reaparece el misterio. Una extraña comunicación permite a las cosas recuperar la vida y lucir en su esplendor y mostrarse en todo lo que ella significa. Por eso es tan importante y conmovedor llegar en muchas oportunidades a provincias y encontrarse ese amor y esa pasión que no se compra en ningún lado ni tampoco se obtiene en ninguna escuela. La escuela marca derroteros, la formación profesional enseña líneas de conducta, establece normas éticas, pero el conocimiento, la entrega, el amor salvador, solamente es fruto de la vocación.
En cierta oportunidad llegó una trabajadora muy desconsolada diciéndome que le habían recomendado trabajar en el museo porque era un lugar tranquilo, y le dije “usted ha ingresado al infierno”; si es que queremos que el museo sea lo que es, es para nosotros el deber de darle vida, crear actividades no actos, fomentar la cultura a partir de los exponentes, cultivar la especialidad y buscar el mérito de todos aquellos que entienden de la materia. En los museos llamados polivalentes son aún más complejas las tareas, porque los conservadores tienen que enfrentar el trabajo cuidadoso de las especies, el trabajo maravilloso y tremendo de tocar puerta a puerta a veces, para que no se pierda en la ciudad o en el pueblo, ese papel que unas horas antes, la señora en un acto de depresión quería romper o botar, porque consideraba que no tenía importancia, que no era trascendente. Para nosotros cada prueba, cada vestigio, cada objeto es necesario.
Conversando hace un momento con la Directora del Consejo de Patrimonio y hablando con la profesora Luz Merino, le decía que yo no sé por qué el subdesarrollo genera un estado de amnesia social, hay como siempre que comenzar de nuevo. Por eso esta ocasión es propicia, porque se celebra el centenario del Museo Nacional de Bellas Artes. Acumular durante un siglo, en el cual no ha estado ausente en muchos momentos la crisis o el desamparo, escarbar y hurgar en la memoria de los fundadores, de los que lo hicieron posible, -en este caso se ha honrado muy particularmente la memoria del Arquitecto Emilio Heredia, que hizo tanto por cuidar aquello que por primera vez se iba a exponer en estas nuevas condiciones en el período republicano.
Ya sabemos que, en los antiguos monasterios y en algunas colecciones, se conservaron obras maravillosas, por ejemplo, en la antigua Universidad de San Gerónimo de La Habana existía un pequeño e importante museo. Lo mismo poseían los franciscanos en su monasterio, honrándose con la existencia de libros antiguos, de reliquias preciosas, de recuerdos y obras de grandes artistas. Recuerdo la emoción con que una vez, en la sacristía del Convento de San Agustín, vi por vez primera la maravillosa obra de José Nicolás de la Escalera “La Santísima Trinidad”, que hoy se expone como pieza clave, al comienzo del Museo Nacional cubano. Y es que no es posible ir al futuro sin el pasado. No es posible elaborar la memoria sin hacer justicia. Y en ese acto de justicia nada ni nadie debe ser olvidado. Lleva -como decía Martí- una estrella en su frente, que ni su propia ignominia posterior podrá borrar. Es importante no olvidarlo.
Y para no olvidar hacemos este acto. Para no olvidar el mérito de los que han trabajado, de los que con humildad han sido peregrinos de la cultura, del arte y de muchos saberes que el museo, como templo de las musas, contiene. Cuando uno de los más grandes artistas cubanos, ejecutó los murales del Aula Magna, tan inspiradores para muchas generaciones, allí aparece precisamente el momento en que descienden gloriosamente tales inspiraciones en forma de mujer, extendiendo las coronas de laurel sobre la cabeza de las artes, las ciencias, la filosofía, el pensamiento. No hay cosa más hermosa que aspirar a esa corona, aunque sea invisible.
Muchas gracias.

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